Obama, the Failed Hope

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Cuando Ronald Reagan ganó la presidencia de Estado Unidos, pensé lo peor y ocurrió lo peor. Cuando lo hizo George W.Bush pensé lo peor y también sucedió lo peor. Cuando Barack Obama asumió el mandato presidencial el 20 de enero de 2009, pensé lo mejor, pero ha sucedido lo peor. Decididamente no es el color de la piel lo que determina ni la sensibilidad ni la humanidad ni la conciencia de quien ocupa la Casa Blanca. Yo, ingenuamente, llegué a creer que Obama como descendiente de una parte de la sociedad norteamericana, esclavizada, oprimida siempre y sometida al apartheid, aportaría al mundo los valores del diálogo multilateral y la paz, el entendimiento entre civilizaciones, la igualdad entre razas y la defensa de la soberanía de los pueblos. Pero lo que viene haciendo Obama es justo lo contrario. Basta con fijar la mirada en su complicidad necesaria con los crímenes de Israel en Gaza, para que no quede nada de aquella esperanza que despertó al ser elegido presidente de la primera potencia mundial.

Obama va impulsando guerras que no gana, pero deja desangrados y fracturados a países enteros sometidos a guerras sin un final previsible. Su legado destructor ha quedado sintetizado en Libia: con la OTAN como instrumento derrocó al dictador Muamar Gadafi, dando apoyo a una coalición formada por facciones muy diversas en ideario y objetivos. Hoy, Libia vive en el caos, las facciones se hacen la guerra entre sí y el país todo es un cementerio. ¿Cuál es la ventaja de haber derribado al dictador? Sin duda a los pueblos no se les puede imponer la democracia mediante bombardeos de los palacios presidenciales. Son los pueblos mismos quienes tienen que abordar el paso a la democracia y a ser posible sin guerra de por medio. Son los pueblos quienes tienen que ajustar cuentas con sus dictadores.

La imagen de soldados norteamericanos derribando la estatua de Sadam Hussein en Bagdad es un ejemplo de lo absurdo. ¿Estados Unidos salvando al mundo? ¿Esa era la idea a transmitir? Hoy Irak es un río de sangre. Sadam Hussein era un tirano. Hoy la tiranía tiene muchas cabezas en Irak y no hay quienes las controlen. Obama dio apoyo a rebeldes sirios en su lucha contra el régimen de Bashar al-Asad, mientras los yihadistas del Estado Islámico se han ido fortaleciendo en su proyecto supranacional, conquistando territorios de Irak, Siria y Líbano a base de matanzas de cristianos, yazidíes y turcomanos. Al parecer al presidente de Estados Unidos no le importa que a los tiranos les sustituya crueles guerras fratricidas, inter-étnicas y religiosas, que fabrican millones de refugiados, decenas de miles de muertos y sociedades absolutamente rotas. Y todavía tiene la desvergüenza de afirmar que “ante una amenaza de genocidio nuestra obligación es actuar”. ¿Acaso se refiere a la matanza de Gaza? No, parece que no.

No, Obama no es mejor para el mundo que Ronald Reagan y G.W.Bush. No ha cumplido ni con la promesa de cerrar Guantánamo.

En estos días de ataques brutales a Gaza, días horribles, crueles, sádicos, asesinos, que se han cobrado 2000 muertos, entre ellos 456 niños y niñas, lo que ha hecho Obama ha sido: a) una declaración retórica llamando al fin de las dos violencias; b) un apoyo incondicional a Israel en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; c) envío de armas al ejército de Israel; d) defender el derecho de Israel a defenderse. Una defensa insostenible habida cuenta la carnicería cometida contra la población civil de Gaza, absolutamente desproporcionada e inaceptable para el mundo civilizado. Lo más trágico de todo es que Obama sabe que se trata de un crimen contra la humanidad; sabe que una vez abandonada Gaza en 2005 por los colonos y militares israelíes, fue sometida de inmediato a un bloqueo por tierra, mar y aire, sometiendo a su población a una asfixia lenta, al hacinamiento y a la miseria. Obama sabe que cada cierto tiempo Israel se propone “cortar el césped” en la franja de 360 kilómetros cuadrados, lo que se traduce en campañas de destrucción masiva.

Obama sabe también cuál es el origen de lo que está ocurriendo. El gobierno sionista estalló de furia cuando en el mes de abril Hamás y Al Fatha decidieron formar un gobierno de unidad nacional. Inmediatamente exigió a la Autoridad Nacional Palestina la ruptura del acuerdo, sencillamente porque su política es la de dividir al pueblo palestino; así es como puede decir una y otra vez “no podemos negociar con los palestinos porque están divididos”. El sionismo hace una política perversa para no negociar. Y el presidente Obama como antes otros presidentes norteamericanos, atrapados todos por el lobby judío-norteamericano, asiente y obedece. Hay más, la unidad nacional palestina significaba poner en el primer plano la unión entre Cisjordania y Gaza. Algo que el sionismo detesta: prefiere a las dos regiones separadas. Gaza, que tiene mar, es la salida al exterior del pueblo palestino. Los sionistas lo prefieren encerrado. En auténticas cárceles a cielo abierto. En Gaza sitiado y bloqueado, en Cisjordania rodeado por un muro vergüenza de la humanidad.

Obama sabe que Israel no tiene ni la razón ética, ni la razón política, ni la razón religiosa. Pero le apoya incondicionalmente aunque ello suponga un infanticidio. La sangre de niños y niñas inocentes claman contra el todopoderoso Obama, desde el fondo de las ruinas, desde el fondo del drama.

Israel no tendrá paz hasta que no haya justicia. Es lo justo. Para ello Israel debe cumplir las resoluciones de Naciones Unidas, empezando por la 242. Sería factible siempre y cuando Barack Obama dijera a su criminal aliado: “Se acabó el juego”. No creo que lo haga. Él representa una esperanza fallida, un fraude al mundo civilizado.

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