ACTA DE
LA CONVERSACIÓN ENTRE BUSH Y AZNAR - CRAWFORD, TEJAS, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2003
Bush avisó
a Aznar de que estaría en Bagdad en marzo con o sin resolución de la ONU
El presidente del Gobierno
pidió ayuda para superar la oposición de la opinión pública española
Ernesto
Ekaizer - Madrid - 25/09/2007
Cuatro
semanas antes de la invasión
de Irak, que se produjo en la noche del 19 al 20
de marzo de 2003, George W. Bush mantenía
en público su exigencia a Sadam Hussein en los siguientes términos: desarme o guerra. A puerta
cerrada, Bush reconocía que la guerra era inevitable.
Durante una larga conversación privada con el entonces presidente español, José María
Aznar, celebrada el sábado
22 de febrero de 2003 en el rancho de Crawford, Tejas, Bush dejó claro que había
llegado el momento de deshacerse de Sadam. "Quedan dos semanas.
En dos semanas estaremos
militarmente listos.
Estaremos en Bagdad a
finales de marzo", le dijo
a Aznar. [CONSULTA
el acta de la reunión]
Dentro
de este plan, Bush había terminado por aceptar,
el 31 de enero de 2003 -tras
una entrevista con el
primer ministro británico,
Tony Blair-, introducir una
última maniobra diplomática: la propuesta de una segunda resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Su objetivo: abrir la puerta legal a la guerra unilateral que EE UU se aprestaba a desencadenar con más de 200.000 soldados preparados en la región para atacar.
Bush era consciente de las dificultades internas de Blair y
no desconocía las de Aznar.
Sólo siete días antes de esa reunión en el rancho de Crawford, tres
millones de personas se manifestaban
en varias ciudades de España contra la guerra inminente. "Necesitamos que nos ayudéis
con nuestra opinión pública", pide Aznar. Bush
le explica el alcance de la
nueva resolución que piensa presentar:
"La resolución estará hecha a la medida de lo que pueda ayudarte.
Me da un poco
lo mismo el contenido".
A lo que Aznar responde:
"Nos ayudaría ese texto
para ser capaces de copatrocinarlo y ser sus coautores y conseguir que mucha gente
lo patrocine". Aznar, pues,
se ofrece a dar cobertura política europea a Bush, en unión con
Blair. El sueño de Aznar de cimentar
una relación con EE UU, siguiendo el ejemplo del Reino Unido,
estaba a punto de hacerse realidad.
Aznar había viajado el 20 de febrero con su esposa, Ana Botella, a EE UU haciendo
una escala en México para persuadir (infructuosamente) al presidente
Vicente Fox de la necesidad de apoyar
a Bush. El 21, la pareja, acompañada
por los colaboradores
del presidente, llegó a Tejas. Aznar y su esposa se alojaron
en la casa de invitados del
rancho.
En la reunión del día
siguiente, sábado, participaron el presidente Bush, su entonces asesora
de Seguridad Nacional,
Condoleezza Rice, y el responsable de asuntos europeos del Consejo de Seguridad Nacional, Daniel Fried. Por su parte, acompañan
a Aznar su asesor de política internacional, Alberto Carnero, y el embajador
de España en Washington, Javier Rupérez. Bush y Aznar
mantuvieron, como
parte del encuentro, una conversación telefónica a cuatro bandas con el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente
del Gobierno italiano,
Silvio Berlusconi.
El embajador Rupérez tradujo del inglés para
Aznar y también del italiano
para Condoleezza Rice; otras
dos intérpretes hicieron su trabajo para
Bush y sus colaboradores. Fue Rupérez quien se encargó de elaborar el acta-resumen de la conversación
en un memorándum que ha permanecido secreto hasta hoy.
La conversación impresiona por su tono
directo, amigable y hasta amenazador, cuando, por ejemplo,
se refiere a la necesidad
de que países como México, Chile, Angola, Camerún
y Rusia, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, voten la nueva resolución como una muestra de amistad hacia EE UU o se atengan a las consecuencias.
Se advierte la nula expectativa en el trabajo de los inspectores, cuyo jefe, Hans Blix, había desmontado hacía sólo una
semana, el 14 de febrero, los argumentos expuestos por el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, ante el Consejo
de Seguridad el 5 de febrero
de 2003, con "datos sólidos"
apoyados calurosamente por la ministra de Exteriores española, Ana Palacio.
Unos datos que el propio Powell calificó, más tarde,
como un conjunto
de falsedades.
El informe de Blix
Según
Blix, Irak estaba dando pasos hacia
una cooperación activa para resolver
los temas de desarme pendientes. Su tono había sido
menos crítico que el de su informe
del 27 de enero de 2003.
"Desde que llegamos a Irak
hace tres meses hemos realizado
más de 400 inspecciones sin
previo aviso en unos 300 lugares. Hasta ahora, los
inspectores no han
encontrado ninguna de las armas prohibidas...
Si Irak se decide a cooperar todavía más estrechamente
el periodo de desarme a través de las inspecciones
puede todavía ser breve", señalaba el jefe de inspectores.
El
director general del Organismo Internacional
de la Energía Atómica
(OIEA), Mohamed El Baradei, informó
el 14 de febrero de que todavía quedaban por aclarar algunas
cuestiones técnicas; pero, añadió, "no quedan ya problemas
de desarme por resolver". Según dijo, no se había
hallado prueba alguna de que en Irak se estuvieran llevando a cabo actividades nucleares o relativas a la energía nuclear, otro claro mentís
de lo que afirmó Powell sobre el programa nuclear iraquí.
Tanto
los primeros frutos de la labor de inspección como la finalización
de los preparativos de EE
UU llevaron a Bush a fijar
el comienzo de la operación
militar hacia la fecha del 10 de marzo de 2003, a
la cual se añadieron nueve días para
obtener la segunda
resolución. El proceso
de persuasión moral al cual se abocaron Aznar y Palacio
a golpe de teléfono y en reuniones bilaterales no logró reunir más
que cuatro votos: los tres
promotores y Bulgaria. Eran necesarios
9 votos.
El fracaso de esta cobertura legal de la guerra inminente llevó a Bush a acordar con Blair y Aznar la celebración,
el 16 de marzo de 2003, de una
cumbre en las Islas Azores, lugar sugerido por Aznar como alternativa a las islas Bermudas por una razón
que él mismo
explicó a Bush: "El solo nombre
de esas islas va asociado a una
prenda de vestir que no es precisamente
la más adecuada para la gravedad del momento en que nos encontramos". Allí, ese 16 de marzo, Bush, Blair y Aznar decidieron
sustituir al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y usurparon sus funciones para
declarar por su cuenta y riesgo
la guerra contra Irak. En
la mañana del 17 de marzo, el embajador del Reino Unido ante la ONU anunciaba en Nueva York la retirada de la segunda resolución. Una derrota en la votación
hubiera complicado más la carrera hacia la guerra.
EL PAÍS ofrece a sus
lectores en exclusiva el acta-resumen de la conversación.