Guantanamo: 'The Attack of the Hanged Men'
According to this editorial from Colombia's El Tiempo, the 'atrocities' that have occurred at Guantanamo have destroyed the image of the United States as a country under law. 'It is time to close that ignominious prison.'
EDITORIAL
Translated By Paula van de Werken
June 13, 2006
Colombia - El-Tiempo - Original Article (Spanish)
At dawn
last Sunday, there was an unusual shadow in one of the most observed cages at
the Guantanamo concentration camp. When the guards arrived, they found that the
prisoner had hung himself with strips of his bedsheet. A quick search of the
rest of the enormous American prison in the Cuban enclave revealed two other
detainees that had met the same fate.
The death
of the three supposed terrorists was a setback for Washington, which since
January 2002 has held over 460 prisoners in the prison, where national legal
guarantees and international human rights treaties have been forgotten. To counteract
any indignation over the deaths, U.S. officials made statements sure to go down
in history as some of the most cynical ever expressed. Admiral Harry Harris,
Commander of the Guantanamo base, said "They have no regard for human
life, neither ours nor their own. … It was an act of asymmetric warfare against
us."
The
jailer attempted to assume the role of the injured party, due to the suicides
of his prisoners. It seems incredible, but his barbarity, which should have
cost Admiral Harris his stripes, found an echo in another official
spokesperson. According to Coleen Graffy, deputy assistant secretary of state for
public diplomacy, "(the suicides) were a good a good publicity stunt to
attract attention." More moderate than his underlings, President George
Bush expressed that he was "seriously concerned."
The
triple suicide is not an act of aggression on the part of those that hung
themselves, nor is it a public relations stunt. Rather, it is just another
atrocity on top of all the others that have occurred in that shameful
concentration camp over the past four years, all of which are destroying the
image of the United States as a nation under law. The authorities admit that 25
detainees have tried to commit suicide in the prison: some have tried at least
ten times. The doctors usually manage to save them, but on Sunday they arrived
too late. Others have repeatedly begun hunger strikes, only to be foiled by
force-feeding.
The
manner in which the government of George W. Bush has conducted its war on
terror has caused his to forget the fundamental principles of international law
and the Geneva Conventions. To hold hundreds of detainees in degrading and
inhuman conditions for over four years without trial or lawyer is an
unacceptable aberration, above all when it comes from the government of a
nation which claims to be fighting in defense of democracy and human rights.
If the
Guantanamo detainees are prisoners of war, then the Geneva Conventions must
apply to them. If they aren't, then they should have been judged long ago.
Keeping them secluded in that extraterritorial enclave keeps them in legal
limbo, with which Washington avoids applying its own laws.
A U.S. Marine at Guantanamo:
Doing what needs to be done.
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In New
York, the film "The Road to Guantanamo " recently opened. It tells of
the impressive series of abuses meted out to three British Muslims who were
detained in Afghanistan in 2002 (where they had traveled to attend a wedding)
and were sent to the infamous prison for years. The impressive film should
shake the conscience of many Americans.
The
United Nations, European leaders and dozens of Congress members have protested
the legal vacuum and the proven torture that is perpetrated at Guantanamo. By
what authority does the United States judge the human rights conduct of other
nations, when it not only maintains a prison that never should have existed,
but treats a horrible event like Sunday’s triple suicide with such cynicism?
Spanish Version Below
La agresión del ahorcado
Junio 12 de 2006
EDITORIAL
Lo que ocurre en Guantánamo destruye la imagen de Estados Unidos como un país de leyes. Es hora de cerrar esa prisión deshonrosa.
Al amanecer del domingo pasado, una de las jaulas más custodiadas del campo de concentración de Guantánamo acusó una sombra anormal. Al acudir los guardias, hallaron que el detenido se había ahorcado con jirones de sábanas. Una pronta revisión del resto de la enorme cárcel estadounidense en el
enclave cubano reveló que dos reos más habían corrido igual suerte.
La muerte de los tres supuestos terroristas ha sido un revés para Washington, que desde enero del 2002 mantiene más de 460 presos en esta cárcel donde se desconocen las leyes nacionales y los tratados internacionales de derechos humanos. Para contrarrestar la previsible indignación, algunos funcionarios dieron unas declaraciones que pasarán a la historia universal del cinismo.
"No tienen el menor miramiento por la vida, ni la de ellos, ni la nuestra", acusó a los suicidas el almirante Harry
Harris, comandante de la base de Guantánamo:
"Es un acto de guerra asimétrica contra nosotros".
El carcelero pretendía asumir el papel de agredido por el suicidio de sus presos. Parece increíble, pero semejante barbaridad, que debería haberle costado los galones al almirante Harris, encontró eco en otro vocero oficial. "Se trata de una buena operación de relaciones públicas para llamar la atención", señaló Coleen Graffy, viceasistente del Secretario de Estado para la Diplomacia Pública. Más moderado que sus subalternos, el presidente George Bush anunció hallarse "seriamente preocupado".
El triple suicidio no es una agresión de los ahorcados ni una operación de relaciones públicas, sino una atrocidad más de las que vienen ocurriendo desde hace cuatro años en este vergonzoso campo de concentración que destruye la imagen de Estados Unidos como país de leyes.
Las autoridades reconocen que son ya 25 los detenidos que buscaron suicidarse en la prisión; algunos lo intentaron más de diez veces. Los médicos lograron salvarlos, pero el domingo llegaron tarde. Otros han incurrido en reiteradas huelgas de hambre, conjuradas por el procedimiento de forzarles comida
y suero.
La forma como el gobierno de George W.
Bush ha conducido su guerra contra el terrorismo lo ha llevado a desconocer elementales principios del derecho internacional y de la Convención de Ginebra. Tener detenidas en condiciones degradantes e inhumanas durante más de cuatro años a cientos de personas, sin proceso ni abogado, es una aberración inaceptable. Sobre todo cuando proviene del gobierno de un país que dice luchar por la defensa de la democracia y los derechos humanos.
Si los detenidos de Guantánamo son prisioneros de guerra se les debe aplicar la Convención de Ginebra. Si no lo son, tendrían que haber sido juzgados hace tiempo. Tenerlos recluidos en ese enclave
extraterritorial los mantiene en un eterno limbo jurídico,
con lo cual Washington evita tener que aplicar sus propias leyes.
En estos días se estrenó en Nueva York la película El camino a Guantánamo, que cuenta los impresionantes maltratos sufridos por tres musulmanes de nacionalidad británica que fueron detenidos en el 2002 en Afganistán (a donde habían viajado a una boda) y enviados durante años a la infame prisión. Una cinta de impacto, que sacudirá la conciencia de muchos estadounidenses.
La ONU, los líderes europeos y decenas de congresistas de E.U. han protestado por el vacío legal y las comprobadas torturas que se perpetran en Guantánamo. ¿Con qué autoridad pretende Estados Unidos calificar la conducta en materia de derechos humanos de los demás países del mundo, si no solo mantiene una cárcel que nunca debió existir, sino que un horrible suceso como el triple suicidio del domingo recibe tan cínico tratamiento?
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