El Universal,
Mexico
Certain Lives More Valuable than Ours ...
By Sara Sefchovich*
Translated by Victor Chica
July 27, 2006
Mexico - El Universal - Original Article (Spanish)
A World Trade Center Survivor.
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We all have
September 11th, 2001 embedded not only in our memories, but in our eyes as well.
Anyone in any corner of the planet recognizes those images and knows what
they mean - that on that day, the world came to a halt, and for days, weeks,
months, it could see nothing more than scenes of the Twin Towers being hit by
airliners, then collapsing.
Since
then, we've seen the transformation of that date into one that, so we're told,
marks a key moment that altered world history, which we now divide into before
and after that date.
Then came
March 11, 2004, and the train bombings in Madrid filled the newspapers and
televisions of the world for months, with its barbaric images and testimonies of the survivors and families of the victims.
When on July 7th, 2005 the attacks were in London, for days and
weeks we were there, in the dark train station and on the buses, with the
wounded in the hospitals and even with the police that searched the buildings
where the bombers supposedly lived.
In all
three cases, media outlets filled their schedules and ours with masses and
religious and civil ceremonies, with charts and tables, and with debates to try
to understand who did it and why, what warning signs were missed, and what
could be done to avert these types of situations in the future.
And all
of us - we not only closely followed these events, but we made them into key
moments of our existence which shaped our conversations and aroused our
nightmares.
A few
weeks ago, the attack was in Bombay. Seven explosions, one after another,
perfectly synchronized, and also at rush hour in the public transport system,
left hundreds dead or wounded. But the attention devoted to it was different.
If it occupied the front pages of European and American newspapers or was
featured on the newscasts of the major networks, it was along with other
stories, and only lasted a few days. In many countries, it was included as an,
"in other news ..." story. In Mexico, for example, it didn't even
occupy the featured spot it deserved, since the focus [in Mexico] has been on
the election campaigns.
If we
look back, from the 1970s to the present day, terrorism has succeeded time and
again, leaving hundreds dead: hijacked airliners in South Korea, Niger, Bogota,
China; hijacked cruise ships like the Italian Achille Lauro and those of Sri Lanka and Algeria; poison gases in
the Tokyo metro; car bombs in Saudi Arabia, Argentina, and Iraq.
The
attacks by the Chechens have been of an astonishing brutality: in one Russian
border crossing, they left almost 900 dead; in an apartment building and a
theatre in Moscow, hundreds more; and in the taking of a school in Beslan,
three hundred—half of them children.
Buildings
have been obliterated in Buenos Aires, Argentina, on a beach in the south of
Egypt, and in Oklahoma, USA; supermarkets, buses, cafes, bars, and dance clubs
have been blown to pieces, their patrons included, in Ireland, Israel, and
Indonesia, and the houses of worship of targeted religions in India, Turkey,
and Iraq. The list could go on, from Germany to Morocco, from Spain to the
Philippines.
Yet not
all terrorist attacks are shown to us and pored over in the same way: some
become the focus of our lives, while others have their 15 minutes of fame in
the media and are then filed away in the archives. The terrorist attack in
Bombay, though identical to the one in Madrid, is one such example.
One of
the two must be true: either we are getting used to these types of events, and
thus they don't have the same impact as before; or the life of a person in the
third world is not worth the same as someone in the first world.
The sad truth seems to be the latter, because it's been that way forever:
an attempted attack on an American airliner garners more attention than a
successful one by Sikh separatists in India.
Then we
don't have much choice than to acknowledge that there are first-class
countries, and there are second-class countries, and that a blow to the former
is considered graver or more worthy of attention than a blow to the latter.
In other
words, the world mourns the dead of New York, London, and Madrid more than
those of Sharm el Sheikh, Istanbul, and Bombay. Or at least that's how it seems
when an attack of similar brutality is portrayed either as something
symbolic, or as just a chain of similar brutalities.
sara.sefchovich@asu.edu
*Writer
and researcher for the UNAM [Autonomous National University of Mexico].
Spanish Version Below
No somos iguales
Sara Sefchovich
27 de julio de 2006
Septiembre 11-2001 lo tenemos incrustado no sólo en la memoria sino también en los ojos. Cualquier persona en cualquier rincón del planeta reconoce las imágenes y sabe lo que quieren decir. Y es que en aquella fecha, el mundo entero detuvo su marcha y durante días, semanas y meses, no vio nada más que las escenas cuando los aviones se incrustaron en las torres gemelas y poco después ellas se derrumbaron.
Desde entonces, hemos visto la conversión de esa fecha en la fecha, en una que, nos han dicho, marca el momento clave que cambió la historia del mundo, a la que ahora dividimos en un antes y un después de aquel día.
Luego vino marzo 11-2004 y las explosiones en los trenes de Madrid llenaron durante meses los diarios y televisoras del mundo, con las imágenes atroces y los testimonios de los sobrevivientes y de los familiares de las víctimas.
Cuando en julio 7-2005 los ataques fueron en Londres, durante días y semanas estuvimos allí, en la oscura estación subterránea y en los camiones, con los heridos en los hospitales y hasta con la policía que registraba los edificios donde se supone viven los culpables.
En los tres casos, los medios de comunicación llenaron sus horas y las nuestras con misas y ceremonias religiosas o civiles y con mesas de análisis y
debate para tratar de entender quién lo hizo y por qué, cuáles habían sido las señales de alerta que no se supieron ver y qué se podía hacer para evitar este tipo de situaciones en el futuro.
Y todos nosotros, no sólo seguimos con detalle los acontecimientos sino que los convertimos en momentos clave de nuestra existencia, que alteraron nuestras conversaciones y nos provocaron pesadillas.
Hace algunas semanas, el atentado fue en Bombay. Siete explosiones, una tras otra, perfectamente sincronizadas, también en el transporte público y a la hora de más tránsito dejaron cientos de muertos y heridos. Pero la atención que se le dio fue diferente. Si bien ocupó las primeras planas de los principales diarios de Europa y Estados Unidos y los horarios estelares de los noticiarios de las principales cadenas, fue además de otras noticias y durante unos cuantos días. Y en muchos países, se le incluyó como una noticia más. En México, por ejemplo, ni siquiera ocupó el lugar central que merecía, pues el tema eran las campañas electorales.
Si miramos para atrás, desde los años 70 y hasta el día de hoy, el terrorismo ha hecho de las suyas una y otra vez dejando cientos de muertos: aviones secuestrados en Sudcorea, Níger, Bogotá, China; barcos secuestrados como el italiano Achille Lauro, los de Sri Lanka y Argelia; gases tóxicos en el metro de Tokio; coches-bomba en Arabia Saudita, Argentina, Irak.
Las acciones de los chechenos han sido de una brutalidad impresionante: en un transbordador ruso dejaron casi 900 muertos, en un edificio de departamentos y un teatro en Moscú cientos más y en la toma de una escuela en Breslán 300, la mitad de ellos niños.
Edificios volados ha habido en Buenos
Aires, Argentina, en una playa del sur de Egipto y en Oklahoma, Estados Unidos; supermercados, autobuses, cafés, bares y salones de baile han sido hechos pedazos, con todo y clientes, en Irlanda, Israel e
Indonesia y templos de distintas religiones en India, Turquía e Irak. Y la lista podría seguir, de Alemania a Marruecos, de España a Filipinas.
Y sin
embargo, no todos los ataques terroristas nos los muestran y reiteran de la misma manera: algunos se convierten en el centro de nuestras vidas mientras que otros ocupan sus 15 minutos de celebridad en los medios y se archivan. El acto terrorista de Bombay, aunque idéntico al de Madrid, es un ejemplo de esto.
Una de dos: o ya nos estamos acostumbrando a este tipo de acontecimientos y por eso no impactan igual que antes o no vale lo mismo la vida de un habitante del tercer mundo que la de uno del primer mundo.
Y a decir verdad, esto último parece ser la triste verdad. Porque así ha sido desde siempre: un atentado a un avión de línea aérea estadounidense merece más atención que uno hecho por los separatistas sijs en India.
Entonces no nos queda más remedio que reconocer que hay países de primera y países de segunda, y que a un golpe en aquellos se le considera más grave o más digno de atención que a un golpe en éstos.
Dicho de otro modo, que al mundo le duelen más los muertos de Nueva York, Londres y Madrid que los de Sharm el Sheik, Estambul y
Bombay. O al menos así parece, por la manera en que se convierte a un acto similar en su brutalidad en uno más de una cadena o en uno emblemático.
sara.sefchovich@asu.edu
Escritora e investigadora en la UNAM