Three Supreme Court Rulings

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Tres sentencias del Supremo

Cada año, por estas fechas, el Tribunal Supremo de Estados Unidos limpia la mesa antes de las vacaciones y suelta las sentencias más sonadas del curso judicial norteamericano. Ya van tres: una sobre Guantánamo, auténtico revés para George Bush. Otra sobre la pena de muerte, que es la tercera que produce la alta corte en dirección restrictiva. Y otra más sobre las armas de fuego, en este caso en sentido contrario, anulando una legislación del Distrito de Columbia, donde se halla la capital federal Washington, que prohibía a los ciudadanos circular por la calle llevando armas cortas. Estas sentencias dictadas por los nueve jueces del Supremo suelen decir más sobre la evolución de la sociedad norteamericana que muchas leyes del Congreso o decisiones presidenciales.

Todavía no he leído con detalle la información de la última sobre las armas, que responde a la interpretación de la segunda enmienda de la Constitución: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas” (Tomo la traducción al español de la Louis D. Brandeis School of Law de la universidad de Louisville (Kentucky). Me parece un serio avance en el camino que llevará algún día a la abolición de la pena de muerte la sentencia que descarta esta condena capital para el delito de pederastia, tipificado como violación infantil, en línea con dos sentencias anteriores que la descartaban para los delincuentes menores de edad y para los adultos disminuidos mentales. Y me parece sensacional la labor que están realizando los cinco jueces que votan sistemáticamente contra la anulación de las garantías constitucionales y de las convenciones internacionales para los sospechosos de terrorismo.

La labor del Supremo norteamericano supera, en mucho, a su propio país. Su influencia y autoridad van mucho más allá de las fronteras de EE UU e influyen en la vida jurídica y política de muchos otros países. Basta con hacerse a la idea de qué sucederá el día en que allí sea abolida la pena de muerte, algo que si sucede será por una decisión del Supremo. Hay que tener en cuenta, en todo caso, que su interpretación de la Constitución y su argumentación jurídica, aunque termina condicionando a la sociedad americana, es también condicionada por y responde a la sensibilidad de la sociedad americana.

Las sentencias no son construcciones silogísticas caídas del cielo. La mejor prueba la ofrece la reacción pública ante la sentencia sobre la pederastia. Aunque la prensa liberal se ha mostrado por regla general a favor de la sentencia restrictiva, los dos candidatos presidenciales, el conservador McCain y el liberal Obama, sí Obama, se han mostrado en contra: la pena de muerte es muy popular, sobre todo para los delitos más horribles, y no es cuestión en campaña electoral de empezar a perder votos por una cuestión doctrinal. No tengo encuestas, aunque voy a buscarlas sobre el tema, pero cabe suponer qué piensa la mayoría de los ciudadanos acerca de esta cuestión. No hay que olvidar que los Clinton también eran partidarios de la pena de muerte y según creo recordar Bill en Arkansas fue uno de esos gobernadores que confirmaron la pena de muerte a algún deficiente mental.

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