Ex-Prisoner Relates Horror Lived in Guantanamo

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TIRANA (EFE).- Meses de incomunicación, noches en vela, tortura psicológica e insultos fueron parte de la terrible experiencia que vivió Abu Bakker Qassim, un chino musulmán de la etnia uigur, durante los cuatro años que pasó en la controvertida cárcel estadounidense de Guantánamo, hasta que fue declarado inocente y logró refugiarse en Albania.

Bakker Qassim, de 39 años, llegó a Albania en mayo de 2006 junto a otros cuarto compatriotas que también estuvieron recluidos en Guantánamo durante cuatro años. El paso por ese centro de detención marcó su vida para siempre.

En la actualidad sigue sin poder volver a su casa en Xinjiang, donde lo esperan su mujer y sus tres hijos, dos de ellos gemelos de 7 años a quienes nunca pudo ver y a los que el gobierno chino les niega la posibilidad de reunirse con él en Albania.

La peripecia comenzó a mediados del 2001, cuando Bakker Qassim decidió abandonar la provincia china de Xinjiang, habitada por unos 8 millones de uigures, una minoría de etnia turca y religión musulmana, en busca de una vida mejor y escapar de la represión del gobierno central chino.

A la espera de un visado de entrada a Irán, se cobijó en un pueblo uigur de Afganistán hasta octubre de 2001 cuando el ejército estadounidense empezó a bombardear a los talibanes, a los que acusó de haber colaborado con la red terrorista de Al-Qaeda en los atentados del 11 de septiembre 2001.

Para salvar su vida, Abu Bakker huyó a Paquistán, donde fue capturado por unos campesinos chiitas que lo entregaron al ejército norteamericano, que pagaba 5000 dólares por cada supuesto terrorista musulmán.

Desde el centro de detención de Kandahar, en Afganistán, el uigur fue enviado a Guantánamo en junio de 2002, donde pasó a ser el preso número 283. “Tenía una buena imagen de Estados Unidos como país que portaba la democracia a todo el mundo. Pero allí no había democracia. Mucha gente era inocente, como yo”, cuenta Abu Bakker.

Este ex preso relató que durante 10 meses vivió dentro de una jaula de hierro de menos de cuatro metros cuadrados en el que había sólo una cama, un inodoro y una pileta. Además, durante los primeros cuatro meses no pudo hablar con nadie porque no entendía ni el árabe ni el afgano, los idiomas de los otros reclusos.

La única libertad que gozaba a cada día era leer el Corán, pasear con pies y manos atados durante 10 minutos en una jaula más grande y disfrutar otros 5 minutos del agua fresca de la ducha. “A mi, igual que a los demás uigures, no nos torturaron físicamente, pero había presión psicológica”, asegura.

“Pasamos noches enteras sin cerrar un ojo porque los soldados empezaban a limpiar el recinto haciendo ruido a propósito. Otros nos insultaban mientras rezábamos”, recuerda.

También denuncia que aunque fue declarado inocente por un tribunal militar en 2004, tuvo que permanecer otro año más en el campo hasta que Albania aceptó recibir a cinco de los 22 uigures de Guantánamo.

Por eso, la decisión de Barack Obama de clausurar el centro de detención fue muy bien recibida por este chino musulmán de la etnia uigur, refugiado ahora en Albania, quien aseguró que “cuanto antes cierren (el centro de Guantánamo), mejor”.

“La decisión de Obama de cerrar Guantánamo es justa. Durante ocho años Bush permitió que funcionara esa cárcel y cometió un grave error que Obama debe arreglar ahora”, asegura.

En la actualidad hay unos 250 presos en la base naval de Guantánamo, divididos en nueve campos con diferentes niveles de seguridad. Desde su apertura en 2002, la cárcel ha albergado a más de 700 detenidos. En esos siete años, las autoridades militares sólo han presentado cargos formales contra 21 presos. Y tan sólo tres fueron condenados.

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