Obama: Too Early to Judge

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Washington, D.C.

El próximo 20 de enero se cumple un año de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca Nunca antes presidente alguno había levantado tantas expectativas, como tampoco ninguno de sus predecesores había dividido y polarizado tanto a este país.

Y justo decirlo, los once meses que el joven presidente lleva al mando del país más poderoso del mundo, pero también uno con grandes y graves problemas, han dejado huella en su rostro, luce cansado, mucho se dice que no duerme y abundan rumores de que no come bien Es obvio que ha perdido peso y su cabello, hasta hace poco de color negro ahora esta repleto de canas.

Y es que nadie puede decir que su trabajo sea fácil y lo peor es que no ha dejado satisfecho ni complacido a nadie. Y aquel electorado que durante la campaña no pudo ponerse de acuerdo en nada, ahora parece unido en la desilusión y el desencanto que millones de estadunidenses sienten luego del primer año de Obama en la silla presidencial.

Los izquierdistas que tan aferrada e incondicionalmente lo apoyaban piensan que en cuanto a la crisis financiera, el mandatario cedió demasiado ante los magnates de Wall Street, y que ha hecho muchas concesiones a las aseguradoras privadas y a la poderosa industria farmacéutica en cuanto a su proyecto de reformar el sistema de salud.

También están disgustados ante la decisión de Obama de proseguir y agrandar el involucramiento de tropas estadunidenses en Afganistán, una guerra que la mayoría de sus conciudadanos considera que jamás podrá ganarse.

Y por si fuera poco están enojados porque el presidente no se ha pronunciado a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, ni en contra de la política que prohíbe ser abiertamente homosexual en el ejército. Lo critican también porque aún no ha cerrado la prisión de Guantánamo, porque no ha cumplido con su promesa de una reforma migratoria que sacaría de las sombras a millones de personas sin documentos. Y piensan que la nueva administración no ha hecho lo suficiente para frenar la expansión de Israel en Cisjordania.

Los derechistas republicanos simplemente lo critican por todo y ven en Obama a un liberal que gasta demasiado y dejará aún más endeudado al país, mientras que los independientes, consideran que el mandatario no ha hecho nada por conciliar intereses y cerrar la brecha que tanto divide políticamente a esta nación.

Hoy día pocos parecen acordarse que Obama recibió un país enfermo y en circunstancias difíciles. Tan solo en cuanto a la economía, hace un año esta nación estaba a punto de irse a la quiebra y entrar en una recesión de enormes dimensiones. El mandatario actuó rápido y decididamente inyectando dinero en aquel famoso estímulo financiero, que si bien mucho se argumenta, no fue justo ni suficiente, sí logró frenar la caída y reestablecer cierto crecimiento económico.

Se insiste, sin embargo, que el desempleo continúa y es ya de diez por ciento, pero hay expertos que aseguran que si Obama no hubiera actuado el porcentaje de gente sin trabajo hubiera ya alcanzado cifras sólo comparables a las de la gran depresión que se vivió en los años veintes.

Como consecuencia de la frustración que muchos grupos sienten, la popularidad de Obama ha ido en descenso y muy poco le ha ayudado el hecho de que el presidente tiene una personalidad calmada, pacífica y parece que paciente, lo cual da la impresión de que es altivo y frío, pero quienes lo conocen de cerca aseguran que es una persona sensible a la que le afecta particularmente la guerra y los jóvenes que no regresarán y sus familias.

De su año como presidente, Obama ha pasado tres meses luciendo sombrío y totalmente consumido en revisar y decidir la estrategia a seguir en Afganistán, pero sus primeros doce meses en Washington estarán ligados para siempre a sus esfuerzos de reforma de salud que brindaría servicios médicos a más de cuarenta millones de personas que carecen de toda protección. De lograrlo, eso será quizás el mayor logro social de su gobierno.

Obama no merecía el Premio Nobel de Paz, pero sí merece crédito por su política exterior de tono multilateral y conciliatorio. Le ha bajado el tono a la retórica con Irán y reorientado las relaciones con Rusia y China, pero sobre todo con el mundo Islámico y en unos meses logró cambiar la imagen de Estados Unidos en el mundo, dejando atrás la era belicosa de George W Bush.

El presidente lleva un año en la Oficina Oval, le quedan tres, y si se reelige serán ocho. Juzgarlo ahora es prematuro. Ojalá la izquierda y la derecha también estuvieran de acuerdo en eso.

cbcronica@aol.com

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