Living in a Democracy

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El partido demócrata estadounidense y el presidente Obama estarían en vísperas de perder la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado, en las elecciones del próximo martes, lo cual sería un duro golpe para las expectativas que generó el primer político negro en la Casa Blanca, según analiza Howard Fineman en un artículo “Análisis pre-mórtem” para los demócratas”, publicado en Newsweek del 19 de septiembre.

Obama, que inició su mandato con una aureola de gran líder capaz de reenrumbar la política y la economía estadounidenses, ha dado muestra de escasa capacidad para manejarse en el difícil equilibrio propio de una democracia, pese a la cuantiosa votación con la que fue electo. La reforma del sistema de salud, afirma el artículo, es posible que dentro de 10 años sea considerada el máximo logro de Obama pero al momento es una ley impopular que tardó un año de disputas en aprobarse, está plagada de riesgos burocráticos y fiscales y ha desviado la atención de la agonía económica, de la cual no acaba de salir la primera potencia mundial.

Obama no quiso aceptar que los republicanos, aunque en minoría, tenían muchas herramientas para entorpecer las acciones de Gobierno y especialmente las nominaciones de altos funcionarios que requieren la aprobación legislativa. La falta de un equipo completo de Gobierno o el retardo en su designación, le han hecho perder a Obama tiempo valioso para afrontar la situación económica que fundamentalmente ha afectado a la enorme y sustancial clase media.

La relación con el Congreso ha sido tormentosa y ha cometido serios errores, como el de obligar a los legisladores demócratas para que aprobaran una ley sobre emisiones contaminantes aún cuando será evidente que el Senado no la daría paso.

Termina señalando el artículo que “el presidente no conoce bien a los republicanos y no parece dispuesto a conocerlos mejor (y tampoco ha manifestado gran curiosidad en descubrir las motivaciones de los afiliados demócratas). Un mandatario tiene la obligación de lisonjear al pueblo (en particular a la oposición) para que haga lo que se resiste a hacer en beneficio del país. ¿Acaso Obama pensó que podía desentenderse de los rituales políticos? ¿Qué sólo necesitaba hacer gala de su condición de “Divina Esperanza” para que todos le siguieran? El presidente todavía no ha invitado al líder de minoría de la Cámara de Representantes para charlar en su domicilio oficial y apenas el mes pasado sostuvo su primera entrevista privada en la Oficina Oval con McConnell. Es verdad que más vale tarde que nunca, aunque a veces es demasiado tarde para lograr cambios”.

Las líneas anteriores resumen con singular precisión los elementos sustanciales del ejercicio democrático del poder, que obligan al mandatario, aún al elegido con amplia mayoría, a buscar consensos con la oposición si quiere tener éxito. De lo contrario, él y sus reformas durarán lo que dure la emoción.

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