The Counter-Revolutionary andImperialist Siege of Libya

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Si algo llama la atención en el caso libio, es la coincidencia que se da en contra de Gaddafi entre la ultraizquierda, ciertos sectores de la izquierda altermundista y el reformismo. Mientras algunos atacan al líder libio con planteamientos de izquierda y toman partido a favor de sus opositores armados en la guerra civil que allí se desarrolla, Estados Unidos y los gobiernos reformistas y de derecha en Europa aplican sanciones contra Libia, tomando partido en esa guerra al bloquear la adquisición de armamentos y municiones por parte del gobierno libio, congelar sus cuentas y amenazar con una zona de exclusión aérea y un eventual ataque armado contra el país.

Una cosa es ser de izquierda y no estar de acuerdo con ciertas políticas y teorías de Gaddafi, y otra unirse al coro de la reacción mundial en contra de quien sea; lo que en este caso significa formar parte de la jauría imperialista, monárquica y fundamentalista islámica que se abalanza contra el régimen libio.

Desde una óptica de izquierda, a Gaddafi se le podrá criticar todo lo que se quiera, pero resulta que no es contra eso que se han alzado en armas sus opositores. Por el contrario, se han alzado en contra de todo aquello que desde esa óptica de izquierda sería elogiable en el líder libio y en el régimen que encabeza. Hay quienes dicen que están contra Gaddafi y por tanto, a favor de la oposición armada, pero en contra de la intervención extranjera. El caso es que ya esa oposición está pidiendo dicha intervención, y que condenar la intervención extranjera en Libia y cerrar filas con los interventores tomando bando a favor de los opositores a Gaddafi, no es coherente. Se podrá justificar o comprender que alguien de izquierda no simpatice con Gaddafi y no lo defienda; lo que no se justifica bajo ningún criterio es la euforia con que algunos “izquierdosos” se unen al cerco reaccionario e imperialista en contra del régimen libio y decidan que el momento de atacar a Gaddafi es el mismo en que lo hacen el imperialismo y sus acólitos a nivel mundial. Quizás los opositores a Gaddafi no estén drogados, pero las personas de izquierda que atacan a Gaddafi en un momento como éste, sí parecen estarlo.

¿Contra qué se han rebelado los opositores al régimen libio, que levantan la bandera de la monarquía y entre quienes son visibles destacados cuadros de Al Qaeda, muchos de ellos recientemente fugados de la cárcel, y en otros casos liberados por el gobierno libio? Dicho sea de paso, éste es el único caso en que Al Qaeda vuelve a estar del mismo lado que Estados Unidos después de la guerra de Afganistán en los años ochenta, pues ha apoyado públicamente la revuelta armada contra Gaddafi. Ya apareció también un “príncipe heredero” libio en el exilio (Mohamed Al Sanusi) apoyando a los “héroes de la revuelta popular” (palabras textuales suyas citadas por un cable de AFP).

Libia es el país con el mayor ingreso per cápita de África (con mucho petróleo y pocos habitantes) y la distribución de la riqueza más equitativa del mundo árabe, sólo comparable con Siria y hasta cierto punto, con Irán; qué casualidad: los enemigos de Estados Unidos en esa región del mundo. Libia cuenta con un sistema de justicia social desde el triunfo de la Revolución en 1969 bajo el liderazgo de Muammar Gaddafi, quien ha sido un decidido promotor de la secularidad del Estado. Libia es el país islámico en que las mujeres se encuentran en mejor situación, donde son respetadas y consideradas como seres humanos. Gaddafi no tiene cargo al cual renunciar; ha dicho que está de acuerdo con que se formen los consejos de gobierno territoriales que se quiera y donde se quiera, pero que no apoyará jamás la división de Libia.

Una diferencia respecto de lo que sucedió en Túnez y Egipto, es que en Libia no hay demandas sociales; hay tres reivindicaciones más visibles, contradictorias entre sí: la instauración de la democracia occidental, la restauración de la monarquía y la proclamación de un régimen islámico teocrático y/o fundamentalista. Pero hay más diferencias entre la situación de Libia y la de los dos países mencionados.

En Túnez y Egipto surgió una oposición cívica y por tanto, desarmada, lo cual no impidió que hubiera centenares de muertos en ambos casos sin recibir por ello estos regímenes la condena de la “comunidad internacional” (entiéndase las potencias imperialistas) y sin que por ello fuera motivo de cuestionamientos el hecho de que en el caso de Egipto, el Ejército asumiera el control; eso sí: luego de la inteligente maniobra política de no continuar atacando a los manifestantes. En Libia, por el contrario, hay una oposición armada; incluso, en las imágenes televisivas y reportajes gráficos en general, los opositores aparecen con fusiles y hasta tanques, mientras los manifestantes que respaldan a Gaddafi en Trípoli aparecen desarmados. En Libia hay una guerra civil, a diferencia de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Túnez y Egipto; y como en toda guerra, hay muertos en ambos bandos que en este caso son tomados por los medios de derecha como masacrados por el gobierno, mencionándose también bombardeos a la población civil. Ni las supuestas masacres ni los mencionados bombardeos contra civiles han sido comprobados por nadie; y Gaddafi, quien ha negado rotundamente tales informaciones, ha invitado a la ONU a formar una comisión investigadora que visite Libia. Incluso, los únicos muertos verdaderamente comprobados son militares, y una pregunta interesante hecha por Gaddafi es: ¿quién los mató? Otra diferencia importante respecto de los otros dos países.

Un caso increíble de manipulación mediática ha sido la supuesta huída y asilo de Gaddafi. Primero dijeron que había ido a Venezuela, y el líder libio no solamente desmintió el asunto, sino que ha dicho una y otra vez, que no se irá de Libia, pase lo que pase. Aún así, los medios ahora inventan que se asilará en Nicaragua.

Una línea de la actual guerra mediática es proyectar la imagen de un Gaddafi arrinconado y derrotado. Por eso se ha dicho que los opositores armados tienen el control de la producción y exportación del petróleo libio, lo cual es una gran mentira. Las empresas petroleras operan en el lejano y desértico Sur del país, y el 90% del petróleo libio sale por el puerto de Trípoli, bastión de Gaddafi donde vive un tercio de la población total de Libia. Lo que sí se ha dado es el éxodo de los funcionarios extranjeros de las empresas petroleras, con lo cual la producción ha bajado en un 50%, lo cual es más peligroso para el resto del mundo que para la misma Libia. Pero ya Gaddafi dijo que de mantenerse esta situación, los actuales inversionistas petroleros europeos podían ser sustituidos por los de otros países.

Contra todo lo que se ha manejado, lo que parece evidente es la voluntad del líder y el gobierno libios de no hacer un uso excesivo de la fuerza, actitud que se revela como única causa posible de la toma de varias ciudades por la oposición a través de las armas. Pero téngase claro que cualquier acción militar del gobierno libio contra los grupos armados de oposición, serán reportados como ataques a la población civil, masacres, bombardeos; pretexto para la intervención militar imperialista en este país, por ser uno de los mayores productores mundiales de petróleo. Sin embargo, el gobierno libio no tiene más alternativa que aplastar militarmente a quienes se le han enfrentado por esta vía.

Dicen algunos, en aras de justificar su injustificable apoyo a la oposición contrarrevolucinaria, monárquica y fundamentalista en Libia, que Gaddafi entregó la riqueza petrolera a los extranjeros; como si esto fuera el motivo del levantamiento armado, desde cuyas filas ni por equivocación se ha mencionado esto. De ser cierta esta afirmación contra el líder libio, ¿cómo se explica el interés de las potencias imperialistas en apoderarse de Libia? Por el contrario, la evidente expectativa de esas potencias es que de ser derrocado Gaddafi, ellas obtendrían para sí el control y las ganancias de la producción petrolera en el país árabe, de la que en la actualidad poseen solamente el 10% de las acciones en las empresas petroleras allí establecidas, apertura con la cual Libia logró aumentar de forma dramática su producción de crudo y por tanto, el pueblo ganó con esta operación, debido también a que la riqueza petrolera allí se utiliza en beneficio suyo, contrario a lo que ocurre en las monarquías absolutistas árabes que no están siendo molestadas por nadie, donde la mayor parte de las ganancias provenientes de la exportación de petróleo van a parar a manos de las familias reales y sus allegados, mientras esos pueblos se debaten en la más terrible miseria, cosa que no ocurre en Libia, país donde se puso fin a la dominación imperialista con el triunfo de la Revolución en 1969, uno de cuyos más notables logros fue la instauración del Estado del Pueblo o Gran Jamahiriya en la década de los setenta.

La situación actual no deja dudas respecto a que la dirigencia revolucionaria libia debe haber cometido importantes errores en la conducción política de ese proceso, pero los problemas de los revolucionarios no los van a resolver los contrarrevolucionarios, los nostálgicos de la monarquía absoluta, los terroristas y fundamentalistas religiosos de Al Qaeda ni mucho menos las potencias imperialistas, que siempre han visto a Libia como un territorio a conquistar.

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