The Reason for the Incomprehensible

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El Tea Party se ha convertido en la mayor expresión de la furia de la clase media norteamericana ante la erosión de su calidad de vida y su inseguridad galopante en materia de empleo y vivienda. Ello a pesar de lo que representa este movimiento. El mismo se opone a los gastos gubernamentales en materia de estímulos económicos, beneficios de desempleo o seguros médicos, los cuales podrían mejorar o atemperar la suerte de esta misma clase media. Se opone, a la vez, al cierre de rendijas fiscales y a la eliminación de desgravámenes que benefician a los grandes capitales y que no solo no le son extendidos a ella, sino que hacen más inequitativa su propia carga tributaria. Ante el radicalismo del Tea Party en materia de gastos públicos e impuestos, es muy probable que el gobierno de Estados Unidos deba declarar la moratoria del pago de su deuda y caiga en una grave crisis de funcionamiento. De ello ocurrir, no sólo aumentarían los intereses sino también el riesgo de volver a entrar en recesión, todo lo cual tendría como mayor víctima precisamente a la clase media. ¿Por qué, entonces, la predilección de amplios sectores de la misma por el Tea Party, cuyo ideario resulta tan alejado de su realidad y necesidades? Varias razones podrían explicar el porqué de este contrasentido:

En primer lugar porque en momentos de incertidumbre y desaliento profundos las voces más estridentes y las posturas más destempladas son usualmente las más populares. Golpeados hasta la médula por la desaparición de sus ahorros, por el desempleo y el subempleo, por la pérdida o el riesgo de perder el techo que los cobija y por la proliferación de bancarrotas causadas por los altos costos médicos, amplios sectores de la clase media han encontrado en el extremismo de una Sarah Palin o de un Glenn Beck el puerto adecuado para anclar su frustración y su desencanto.

En segundo lugar porque el extremismo no tiene necesidad de recurrir a la blogosfera para difundir su mensaje, como ocurre en otros lugares, sino que cuenta con una de las redes televisivas de mayor sintonía en Estados Unidos: Fox News. Ello le brinda una amplia audiencia y una extraordinaria capacidad de penetración. Rupert Murdoch ha proporcionado al populismo desatado del Tea Party la tribuna requerida para polarizar al país.

En tercer lugar porque ante el desencanto profundo por el mundo político de Washington, transformado en una receptoría de intereses creados que reina en la opacidad, quienes hablan duro y llaman las cosas por su nombre tienen garantizada popularidad inmediata. Lamentablemente llamar las cosas por su nombre y mantener posiciones radicales e intransigentes han pasado a ser vistos como una misma cosa.

En cuarto lugar porque un hombre como Obama, que llegó a la Casa Blanca cabalgando sobre sus dotes de gran comunicador y un mensaje de cambio, ha demostrado ser un Presidente cauto hasta los tuétanos siempre a la búsqueda del compromiso. Ello ha pasado a identificarlo con el desprestigiado mundo político de Washington y a distanciarlo del ciudadano promedio. El Tea Party no cuenta así con una contraparte capaz de denunciar la distancia de su mensaje con los intereses de la clase media.

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