The CIA: Between Effective and Embarrassing

Edited by Rica Asuncion-Reed

 

 

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La Central Intelligence Company (CIA) lavó recientemente muchos de sus fallos o pecados con el descubrimiento del paradero de Bin Laden y la intervención en el diseño de su captura y eliminación. Trasciende ahora que la Agencia, dado que no podía confiar en la cooperación de las autoridades paquistaníes y ni siquiera en su discreción, trató de atar todos los cabos posibles para cerciorase de que el misterioso habitante de la villa rodeada de un alto muro era Bin Laden. Una de las tretas utilizadas fue iniciar, en la zona, una campaña de vacunación contra la hepatitis llevada a cabo por una organización sanitaria paquistaní a la que obviamente la CIA debió ‘untar’ generosamente.

La sangre que se tomó de los críos que habitaban en el recinto mostró que su ADN coincidía con el del terrorista más buscado de la historia. Fue la prueba definitiva y los comandos estadounidenses montaron su espectacular operación que levantó considerables ampollas en el gobierno paquistaní por lo que significaba de violación de su soberanía.

La irritación ha continuado con la treta sanitaria y está teniendo repercusiones en el trabajo de las ONGs que desarrollan actividades de salud en ese país y en otros. Igual que en el pasado se ha denunciado con frecuencia que un número abundante de países ha utilizado a periodistas para operaciones de espionaje (podríamos mencionar al conocido escritor Arthur Koestler en España, a Sorge en Japón y al famosísimo agente doble Kim Philby que trabajando aparentemente para los británicos era, en realidad, un fiel servidor de la Unión Soviética) ahora cunde la indignación por la cobertura sanitaria empleada por la CIA.

Un antiguo Embajador estadounidense Jack C. Chow escribe que la Agencia ha hecho un gran daño a la “diplomacia de la salud”. Los esfuerzos iniciados por Bush, al que el cantante Bono piropeó, en la lucha contra el sida en el Tercer Mundo, la confianza depositada en muchos programas de ayuda al desarrollo de Estados Unidos se ven socavados por la manipulación que la CIA realizó en Abbottabad. Los copoperantes occidentales en Paquistán vienen encontrado desde el hecho considerables dificultades para obtener visados, desplazarse en el país etc… Hasta puede resurgir la estúpida especie difundida por el anterior presidente sudafricano Mbeki que manifestó que la CIA había fomentado el sida en Africa con fines perversos. (En realidad, Mbeki fue ciego para atajar el sida y culpaba a cualquier cosa que se moviera. La CIA era un blanco apetitoso.)

La Agencia, pues, continúa en la polémica. A pesar de sus pifias que ya hemos mencionado aquí, no previó el desmoronamiento de la Unión Soviética ni detectó a los terroristas de las Torres Gemelas etc…hay quien piensa que está malignamente en todas las salsas. Los dirigentes americanos tienen un concepto más modesto de sus espías. Cuando Kissinger visitó China para preparar el viaje de Nixon, su anfitrión Chou en Lai le preguntó reiteradamente si era cierto que cuando ocurría alguna desestabilización en cualquier zona “todo el mundo pensaba que la mano de la CIA estaba normalmente detrás”

“Eso es cierto, se cree”, contestó el taimado Kissinger, “ y eso les adula, pero no haga caso, no se merecen esa reputación.”

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