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Como si no existieran ya suficientes organizaciones hemisféricas, los latinoamericanos se inventan una nueva. El fracaso de la política de la administración de Obama hacia América Latina radica en no haber tomado en cuenta el regionalismo.

Perdido en un bosque de acrónimos, OEA, Mercosur, Unasur, Alba, Caricom; y de organizaciones regionales como el Grupo de Río o la Cumbre Iberoamericana, este fin de semana, en Caracas, Venezuela, se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). A diferencia de la OEA, Celac excluye a Estados Unidos y Canadá y a diferencia de la Cumbre Iberoamericana, Celac excluye a España y Portugal, y se constituye con 33 naciones con gobiernos de izquierda desbocada: Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua; de izquierda: Brasil, Argentina, Uruguay, El Salvador, y de derecha, tirando al centro: Colombia, Panamá, Chile y México.

El propósito declarado, y evidentemente consensuado, de la nueva organización es primordialmente económico. De lo que se trata, dice el comunicado oficial, es de construir una nueva “arquitectura financiera propia” que le permita a la región blindarse de la crisis económica que sacude a Estados Unidos y a Europa. No obstante, es claro que su constitución obedece también a consideraciones geopolíticas y tiene poderosas motivaciones políticas.

“En rigor”, me dice Peter Hakim del Diálogo Interamericano, “la idea de crear este nuevo organismo regional que incluyera a los miembros de Unasur y a los del Grupo de Río, fue formulada por Luiz Inacio Lula da Silva para mostrar el alcance, la influencia y el liderazgo de Brasil en el continente, durante la Cumbre de Bahía hace tres años.

Después de la reunión en Bahía y respondiendo al reto lanzado por Brasil, México se ofreció como anfitrión para la reunión preliminar en 2010, aprovechando de esta manera la oportunidad para mostrar su indiscutible pertenencia en el bloque latinoamericano. Colombia, primero con Álvaro Uribe y luego con Juan Manuel Santos se incorporó, en parte”, me dice Hakim, “para reparar relaciones con los países de Unasur y mostrar su independencia respecto a EEUU, al tiempo que continúa participando activamente en la OEA”.

Y no solo eso, reitera Abraham Lowenthal, fundador del Pacific Council on International Policy, “Calderón en México, Santos en Colombia y Sebastián Piñera de Chile, se unen al grupo para afirmar su influencia en la región y para mantener la mayoría por encima de los países del Alba. Pero también con la intención de no dividir más a la región con confrontaciones inútiles mientras esperan el momento de redefinición que vendrá en Venezuela y en Cuba.”

Para Hugo Chávez, sin embargo, uno de los objetivos de la Celac es reemplazar a la Organización de Estados Americanos. “La OEA, dijo Chávez al recibir a Dilma Rousseff en Caracas este fin de semana, “es lo viejo, (es) un espacio que fue manipulado, dominado por Estados Unidos (…) mellado por los viejos”, mientras que la Celac nace con un espíritu nuevo, como un arma de integración política, económica y social”.

En este mismo sentido se expresó el ecuatoriano Rafael Correa, quien quiere deshacerse de la OEA porque no está de acuerdo con los planteamientos de la organización en lo referente a la defensa de los derechos humanos y a la libertad de expresión.

Otra es la visión de Lowenthal, quien piensa que “la Celac y la OEA cumplen funciones distintas con diferentes propósitos y diferentes membresías, por lo que no habría que esperar que la una sustituyera a la otra”. Para Hakim, sin embargo, lo evidente es que “la OEA está pasando por un momento de crisis. Y que a pesar de su retórica sobre su supuesto compromiso con el multilateralismo, la Administración de Obama ha ignorado, casi abandonado a la OEA, disminuyendo así la importancia de la organización y por ende de los EEUU en la región”.

MÁS ALLÁ DE LA IDEOLOGÍA

Para el chileno Jorge Heine, investigador del Centro para la Innovación en la Gobernanza Global, “la Celac refleja el auge de la cooperación política y la diplomacia colectiva latinoamericana. Ella va mucho más allá de vaivenes ideológicos y proclividades partidistas.

Expresa la comprensión de la gran mayoría de los países de la región de que para enfrentar los desafíos del mundo de hoy es indispensable algún grado de coordinación regional. El gran fracaso de la política de la administración del presidente Obama hacia América Latina radica en no haber dimensionado la magnitud de este nuevo regionalismo y sus implicancias”.

Dada la proliferación de entidades y organismos regionales en América Latina, yo no veo nada claro el futuro de la Celac y coincido con Lowenthal cuando señala que “falta ver con qué recursos contará, quiénes serán los responsables de manejar la nueva institución y qué tanta fuerza tendrá en las decisiones importantes del hemisferio”.

Tampoco creo que su creación presente un problema serio a EEUU. El verdadero problema es su aislamiento de la región en un momento en el que se avecinan importantes cambios políticos en Cuba y Venezuela.

Por lo pronto, lo que habría que celebrar, como apuntan mis colegas en Tal Cual , es que por un fin de semana los habitantes de Caracas sintieron un inmenso alivio al ver las calles limpias, un tráfico de vehículos ligero, y una sensación de seguridad personal que no habían sentido en años en esa urbe, hoy considerada la segunda ciudad más peligrosa del mundo.

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