Commanders-in-Chief

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Comandante en jefe

La política exterior centró el último de los debates entre Barack Obama y Mitt Romney a dos semanas de la jornada electoral. Es una cuestión que interesa, y mucho, al resto del mundo, que se ve afectado por el comportamiento de la primera potencia. Pero el resto del mundo no vota el 6 de noviembre, y sí lo harán los ciudadanos de EE UU que tienen ahora otras prioridades, como el empleo, los impuestos y las políticas sociales, temas en los que se habrían enfrascado ambos candidatos de haberlo permitido el moderador.

Las diferencias en política exterior no son muy notables, y menos en esta campaña, salvo en el mayor gasto militar que propugna Romney. Desde luego este es un terreno que domina un presidente en ejercicio, máxime cuando no hay grandes crisis a las que hacer frente, aunque sí una plétora de problemas importantes. Sobre Irán, Afganistán e Israel ambos coinciden, con diferencias de matiz respecto a China o Siria, desdeñando ambos a Europa, quizá porque dan por sentada la alianza existente.

A Obama se le puede juzgar por su trayectoria en política exterior y de seguridad, que ha sido en general sensata en un mundo que ha cambiado. Ha devuelto a EE UU credibilidad moral, a pesar de que Guantánamo sigue en pie. Esta sensatez, por sí sola, bastaría para que el resto del mundo tendiera más a apoyarle que a un Romney que ha cambiado varias veces y que ahora presenta un perfil moderado y centrado. El fantasma de George W. Bush sigue rondando, aunque su nombre no fue mencionado en el debate.

Las encuestas realizadas cuando aún no se habían apagado las luces del plató en la universidad de Lynn en Florida, han dado ganador del debate a Obama. Una mayoría le ha visto como un líder, como el comandante en jefe que es. Pero en un terreno que le resultaba desfavorable, Romney ha logrado un apoyo notable también como comandante en jefe, lo que no debe caer en saco roto.

Así como el primer debate supuso una grave merma en la intención de voto a Obama, no parece que los dos siguientes hayan influido. Hoy los dos candidatos están técnicamente empatados a escala nacional, aunque serán los electores del puñado de Estados en los que la carrera está abierta los que realmente decidirán quién será el próximo presidente de Estados Unidos. Dos semanas para el 6 de noviembre es una eternidad.

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