A New Era at the Fed

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El relevo de Ben Bernanke en la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos inicia una fase de la institución bien distinta de la vigente desde que se inició la crisis financiera, en el verano de 2007. El principal rasgo que diferenciará el periodo que ahora comienza con la presidencia de Janet Yellen será sin duda la retirada gradual de las excepcionales decisiones de estímulo monetario adoptadas en el contexto de la gestión de la crisis más grave y compleja desde la Gran Depresión. Pero esta nueva época también estará definida por la revisión de la propia función de los bancos centrales, e incluso de sus propios objetivos, en gran medida como consecuencia de las actuaciones llevadas a cabo por la Fed, a las que han seguido los demás bancos centrales de las economías más afectadas por la crisis.

Ben Bernanke es un académico republicano, pero ha decidido sin los prejuicios ideológicos que sigue exhibiendo su partido político acerca de las necesarias políticas de estímulo adoptadas en aquel país para evitar caer en situaciones demasiado cercanas a las de los años treinta del siglo pasado. Haber estudiado en detalle aquel periodo, las indecisiones y errores que las autoridades, la Fed incluida, cometieron en la gestión de la Gran Depresión, ha sido sin duda una ventaja muy significativa. Que fuera nombrado por George Bush tampoco ha impedido que bajo su mandato se hayan adoptado decisiones consideradas heterodoxas por no pocos políticos y economistas.

Pero actuó correctamente. Y de ello la mejor prueba es la recuperación del ritmo de crecimiento de la economía estadounidense y, muy especialmente, la reducción de la tasa de desempleo. Bajo su presidencia la institución también ha reforzado su compromiso por la lucha contra el desempleo, hasta el punto de asegurar el mantenimiento de los tipos de interés oficiales en los niveles nulos actuales hasta que la tasa de paro caiga al menos al 6,5%. Lo ha hecho comprometiendo al mismo tiempo una mayor trasparencia de las actuaciones de la institución, procurando transmitir información sobre sus propósitos y decisiones, en mayor medida que ningún otro presidente. Como otras actuaciones, la anticipación o forward guidance de sus decisiones es ahora emulada por los restantes bancos centrales.

Para valorar su paso por el banco central más poderoso del mundo, serán esas decisiones en circunstancias absolutamente excepcionales las que pesaran más que algunos errores iniciales de diagnóstico. Tampoco podrá pasarse por alto su contribución a garantizar un clima de entendimiento en el órgano ejecutor de esa institución y, desde luego, su propósito de mantener una estrecha colaboración con quien va a sucederle, la también académica Janet Yellen. Esta será la que habrá de gestionar la muy delicada decisión de retirada de los estímulos excepcionales y de garantizar el retorno a una etapa de normalidad en la vida del banco central. No será una tarea fácil: la recuperación económica en ciernes no estará exenta de episodios adicionales de inestabilidad financiera que obligarán a que no solo la Fed, sino el conjunto de bancos centrales, dispongan de la flexibilidad y habilidad necesarias para combinar la satisfacción de sus objetivos tradicionales con las todavía vigentes amenazas de crisis financieras en sus distintas versiones.

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