Human Mobility and Intermixing in North America

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En los viajes internacionales también hay clases sociales. Un puñado de mexicanos pertenecemos al programa de viajero confiable Global Entry, que nos permite entrar a Estados Unidos en menos de un minuto, sin hacer fila, ingresando nuestros datos personales en una terminal de computadora en los principales aeropuertos.

En contraste, los migrantes mexicanos que laboran en Estados Unidos sin documentos están atrapados al norte de la frontera, sin poder visitar a sus familiares en México y luego regresar a trabajar allá. Se perdió la circularidad en la migración, que con altas y bajas existió hasta antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Lo mismo ocurre con los jóvenes dreamers (soñadores), que habiendo nacido afuera del territorio estadounidense, fueron a la escuela en Estados Unidos, pero al carecer de documentación migratoria están en situación vulnerable y pueden ser deportados en cualquier momento.

América del Norte tiene una asignatura pendiente: la libre movilidad de las personas entre Canadá, Estados Unidos y México.

A partir de 2008 cayó la migración irregular mexicana por la menor demanda de trabajadores no calificados debida al estancamiento económico estadounidense. Al mismo tiempo, se disparó la emigración autorizada. Hoy que los socios del TLCAN se mueven cada vez más hacia la producción compartida en industrias como la automovilística y la aeroespacial, ocurre un éxodo sin precedente de ingenieros y profesionistas mexicanos a Estados Unidos y Canadá.

Estamos en medio de un tsunami demográfico. En Estados Unidos la población latina pasará de 4.5% del total en 1970, a 25% en 2030. Por su parte, México envejece rápidamente y dejará de enviar trabajadores no calificados a Estados Unidos hacia 2028, simplemente porque habrá escasez de mexicanos en edad de trabajar.

El caso en favor de la movilidad laboral no es un argumento caritativo, sino de negocios y de productividad. Se trata de pensar regionalmente para competir globalmente. Nuestros mercados laborales están cada vez más integrados, y el empleo se estructura cada vez más en torno a cadenas de valor que cruzan fronteras.

En la economía del siglo XXI, América del Norte necesita una estrategia conjunta para reconocer la integración de sus mercados laborales, preparar su fuerza de trabajo, y aprovechar el talento y el mérito de sus jóvenes como un recurso estratégico. El presidente Obama se propone que 100 mil estudiantes latinoamericanos asistan a universidades estadounidenses en los próximos seis años. Como contraparte, el presidente Peña Nieto ha lanzado “Proyecta 100,000 – Hacia una sociedad del conocimiento”, que busca mayor colaboración con Estados Unidos en el marco del Foro Binacional para la Educación Superior, la Innovación y la Investigación (FOBESII).

Parecería ingenuo hablar de movilidad laboral y estudiantil cuando las deportaciones bajo el gobierno de Obama alcanzan cifras sin precedentes, cuando el racismo y la discriminación son rampantes en Estados Unidos y en México. Además, ¿cómo convencer a estudiantes de Texas o California que vengan a un México asolado por el crimen organizado?

Con todo, está emergiendo en México y en Estados Unidos una generación de jóvenes líderes bilingües, biculturales y binacionales. Más temprano que tarde, serán rebasadas las políticas migratorias pensadas unilateralmente para un fenómeno transnacional que cruza fronteras. Estos jóvenes binacionales están creando nuevas redes y espacios de movilidad entre ambos países; ellos son la muestra de que México y Estados Unidos seremos cada vez más mestizos en la demografía, la economía y la cultura. Enhorabuena.

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