The Mexico-US Union

Edited by Gillian Palmer 

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Hace algunas décadas habría sido impensable que decenas de estadounidenses fueran asesinados en México (648 entre los años 2002 y 2012) y que ello no ocasionara, cuando menos, un airado regaño del poderoso vecino del norte. Pero hoy esa realidad se asume como parte de la corresponsabilidad de ese país en la situación de violencia al sur del río Bravo.

“Al lado de estas imágenes más negativas, hay estas otras positivas de México (…) Hay estas imágenes de innovación, de creación, de un nuevo México de estos jóvenes que están graduados y listos para competir en el mundo. Esa es otra visión de México”, dice hoy en entrevista con este diario el embajador de Estados Unidos en México, Anthony Wayne.

La relación bilateral se ha transformado de forma radical. Pasó de la intervención y la amenaza, en la centuria pasada, a la búsqueda de cooperación y el cuidado en las formas diplomáticas. Así lo refleja la entrevista.

No es un cambio repentino. Ha sido una evolución que refleja, a su vez, la disminución del poder relativo de la gran potencia estadounidense. Incluso siendo todavía la mayor economía y el más grande ejército, EU ya no puede darse el lujo de enemistarse con sus vecinos; suficientes problemas tiene con potencias medias arrabatándole terreno.

En ese contexto de competencia global, lo crucial es no sólo estar en paz con los vecinos, sino tenerlos como aliados. Norteamérica tiene el potencial de hace frente en el ámbito comercial a las alianzas que ya están formadas en Europa y Asia. La prosperidad de la región depende de ello y la prueba más palpable es la migración indocumentada: sin esa mano de obra no existiría en Estados Unidos gente dispuesta a ocupar trabajos duros pero que son la base económica, como la agricultura.

Durante este gobierno el gran salto ha sido que la agenda bilateral deja de ser unitemática. Lo fue a principios de siglo con el asunto de la legalización de los trabajadores indocumentados; después se concentró excesivamente en el problema del narcotráfico (que no de la seguridad común para los ciudadanos). Pero ahora las palabras del embajador dejan ver una apertura ante las posibilidades de desarrollo en México.

Hay muchas reticencias todavía, históricas, de prejuicios, que impiden a estadounidenses y mexicanos aceptarse como parte de una misma comunidad. Lo mejor sería transitar de la forma más tersa a esa que, en los hechos, ya es una realidad.

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