An Abominable Crime

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El jueves 22 de noviembre de 2012, James Foley, un periodista norteamericano corresponsal de guerra fue secuestrado en Siria mientras cubría los combates entre rebeldes que se enfrentaban a las tropas del gobierno de Bachar el Asad. Su existencia culminó con una abominable ejecución, perpetrada por un miliciano yihadista, que es el calificativo con que se le conoce a los seguidores del Islam que se proponen extender esa religión a todo el mundo, no importa el método.

Son las mismas facciones terroristas que enfrentan al gobierno sirio desde el año 2011, que de acuerdo con versiones periodísticas, en Siria son apoyados por países occidentales.

El valiente periodista estadounidense se llevó a la tumba lo que pasó por su mente en ese momento cuando un hombre vestido de negro y con un cuchillo en su mano izquierda lo decapitó, poco después de que el periodista Foley difundiera un mensaje dirigido al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.

El horrendo asesinato de Foley, una de las tantas víctimas inocentes que ha cobrado la guerra de Estados Unidos contra los grupos radicales en Medio Oriente conmovió a toda la comunidad internacional y a quienes como Foley, saben del inmenso sacrificio familiar y los riesgos que implica en estos tiempos el ejercicio del periodismo en el mundo.

En el mensaje pronunciado en inglés por el periodista, hay mucha tela por dónde cortar, pues antes de ser ejecutado cobardemente, Foley pidió a sus conciudadanos levantarse contra sus autoridades, que fueron ellas que “clavaron el último clavo en mi ataúd”.

Las declaraciones de James Foley no fueron divulgadas aquí en toda su extensión, por lo que considero pertinente compartir algunos párrafos con los lectores de Diario Libre: “Llamo a mis amigos, familiares y seres queridos a alzarse en contra de mis verdaderos asesinos: el gobierno de EE.UU. Lo que me pase a mí es sólo resultado de su complicidad y criminalidad. Mi mensaje para mis amados padres: ahórrenme algo de dignidad, y no acepten ninguna compensación por mi muerte de la misma gente que efectivamente ha puesto el último clavo a mi ataúd con su reciente campaña aérea en Irak. Llamo a mi hermano John, que es miembro de la Fuerza Aérea de EE.UU. Piensa en lo que estás haciendo. Piensa en las vidas que estas destruyendo, incluidas las de tu propia familia. Te llamo a ti John. Piensa en quien tomó la decisión de bombardear a Irak ,y matar a esas personas, quienes sea que hayan sido. Piensa John, quiénes realmente han matado, y si piensan en mí, tu familia, cuando toman esa decisión. Yo morí ese día John. Cuando tus colegas lanzaron esas bombas sobre esas personas, firmaron mi certificado de defunción”.

El mensaje del periodista estadounidense antes de ser ejecutado seguía diciendo: “desearía tener más tiempo, desearía ver a mi familia de nuevo, pero ese barco ya ha zarpado. A fin de cuentas, supongo que desearía no ser estadounidense”. Termina con un mensaje directo a su presidente, Barack Obama, que dice: “Cualquier intento tuyo, (Obama), de negar a los musulmanes su derecho a vivir en seguridad bajo el califato resultará en el derramamiento de sangre de tu pueblo”.

Este hecho se produjo en el momento en que están desaparecidos unos 20 periodistas que cubrían las guerras en Irak, Siria o Afganistán, mientras otro cuchillo amenaza la vida de Steven Joel Sotloff, un periodista secuestrado por brigadas del Estado Islámico (EI); el final de su vida depende de la actitud que asuma Barack Obama, pues fue lanzada la amenaza de que será ejecutado, si el gobierno norteamericano no detiene los bombardeos selectivos contra poblaciones, donde los que mayormente mueren son civiles inocentes, como ocurrió con la escuela de refugiados en bombardeos similares ejecutados por Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza.

El brutal asesinato del periodista estadounidense u otros que se pudieran ejecutar en el futuro dando cumplimiento a las amenazas de los grupos radicales, no es diferente a los crímenes perpetrados con bombas lanzadas irresponsablemente contra poblaciones que huyen desesperadamente de los territorios en conflicto. Las vidas de hombres, mujeres, niños y ancianos tienen el mismo valor y dimensión humanas, no importa color, raza, religión, clase social y jerarquía política.

Lo peor de este cruel asesinato del periodista Foley, es que se tomó como mensaje al mensajero, alguien que nada tiene que ver con la guerra, que no sea informar a la Humanidad de los hechos acaecidos. Con la muerte de otro periodista se trata de vendar los ojos al mundo; con su execrable decapitación se violan los preceptos más elementales de la guerra.

No está de más recordar que en 1949, cuatro años después de culminada la Segunda Guerra Mundial, es una fecha importante de actualización de los cuatro convenios internacionales que regulan el derecho internacional humanitario, cuyo propósito es proteger a las víctimas de los conflictos armados.

Las muertes de civiles en bombardeos indiscriminados, o las ejecuciones como la perpetrada la semana pasada contra el periodista James Foley, están alejadas de esas convenciones y, por el contrario, este y otros hechos constituyen un fiel ejemplo de que en estas guerras contemporáneas los civiles son el primer blanco.

En la Franja de Gaza, Irak, Pakistán, Siria y otras zonas en conflicto, no se respeta el derecho internacional humanitario, que da protección a todas las personas que no participan o han dejado de participar en las hostilidades, como los soldados heridos, los enfermos, los prisioneros de guerra y los civiles.

Más recientemente, en 2005, se firmaron otros Protocolos adicionales a los fines de fortalecer el derecho internacional humanitario contra el uso de armas químicas o biológicas, las minas antipersonales y las ejecuciones de civiles como la llevada a cabo contra el periodista James Foley.

Los últimos hechos repudiables ocurridos en zonas del mundo en conflicto, nos indican la necesidad de buscar mecanismos eficaces que obliguen a los Estados a dar cumplimiento a los Convenios de Ginebra, de manera que un periodista o civiles inocentes no tengan que seguir siendo ejemplos de que en estas guerras la ley de la barbarie es la que impera

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