Los resultados de las elecciones de medio término en Estados Unidos fueron un duro golpe para el Presidente Barack Obama. Los comicios son considerados una suerte de referéndum sobre la gestión del mandatario, por lo que el retroceso del partido Demócrata debe ser asumido como un profundo cuestionamiento hacia la gestión del gobierno. La oposición republicana tomó el control del Senado, y en la disputa por la Cámara de Representantes obtuvo uno de sus mejores resultados en casi 70 años.
Dos de cada tres electores aseguraron que votaron para expresar su oposición al mandatario, quien ha sido criticado por sus actuaciones fallidas en el plano internacional, su actitud en política interna y los problemas de su reforma estrella, el “Obamacare”. Por ello, el mandatario no podrá obviar lo sucedido y deberá buscar acuerdos con la oposición, lo que debería traducirse en un cambio de rumbo en las políticas seguidas hasta ahora, caracterizadas por un fuerte gasto fiscal y aumentos impositivos.
Algunos analistas han advertido que un presidente demócrata y un Congreso republicano podría producir una parálisis política en Washington; dicho riesgo es real -en el Congreso ya se han producido arduas disputas por el límite de gasto del gobierno-, y será un desafío evitarlo. Un cuadro así retrasaría la recuperación económica y debilitaría aún más el deslucido rol de Estados Unidos en el complejo escenario internacional.
El triunfo del martes coloca a los republicanos en un buen pie para las elecciones presidenciales de 2016, considerando que lograron imponerse en la disputa senatorial en estados clave como Iowa y Colorado; incluso lograron elegir gobernadores en territorios tradicionalmente demócratas como Massachusetts e Illinois. Conquistar la presidencia, sin embargo, dependerá de la responsabilidad con que administren la ventaja obtenida, considerando la baja aprobación que tiene el Congreso a nivel de opinión pública.
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