Iraq Lies Continue To Cause Damage

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Las mentiras de la Guerra de Irak que hoy siguen causando daño

El 2 de abril de 2012, el presidente de EEUU Barack Obama anunció jubiloso ‘el fin de la guerra’ de Irak. En realidad, se mostraba aliviado porque cumplía su promesa de ordenar el repliegue del último destacamento militar que aún quedaba en el país árabe. Lo de que la guerra -que había comenzado en marzo de 2003- hubiese terminado era un brindis al sol. Irak se había convertido ya en lo que es hoy: un Estado fallido, principal foco -junto con Siria- de la desestabilización que sacude Oriente Próximo. Un país completamente arrasado, roto en franjas sectarias inmersas en una cruenta contienda entre suníes, chiíes y kurdos que cada año se cobra miles de vidas.

Han pasado 13 años desde que el entonces presidente Bush ordenara la invasión militar que provocó el derrocamiento y muerte de Sadam Hussein y la larga guerra posterior. Pero los terribles efectos siguen marcando en la actualidad la agenda internacional. Por ello, no sorprende la conmoción que ayer causó el llamado informe Chilcot, una investigación independiente iniciada en 2009 para esclarecer todos los extremos de la participación del Reino Unido. Las conclusiones son demoledoras para el ex premierTony Blair, por no mencionar a Bush. Pero también para sus aliados en aquel empeño, como el entonces presidente español, José María Aznar. Porque éste y su homólogo italiano, Berlusconi, presionaron para que no se retrasara la invasión iraquí, exhibiendo así una dura posición contraria a la de otros líderes internacionales -incluido el propio premier- que en las fechas previas al ataque pidieron a la Casa Blanca que diera más tiempo para que pudiera negociarse una resolución en el Consejo de Seguridad. Y, pese a todo, Aznar pactó después con Blair una estrategia de propaganda para justificar sus estrategias.

El informe deja claro que la opción militar ‘no era la última opción disponible’ antes de agotar todas las vías pacíficas posibles para frenar al régimen de Sadam, que en aquel momento ni siquiera representaba ‘un peligro inminente’. La investigación que ha dirigido el ex alto funcionario John Chilcot subraya que la invasión se basó en informes de Inteligencia carentes de rigor y en ‘evaluaciones equivocadas’. Y afea que los ministros británicos ‘eran conscientes de los planes inadecuados de EEUU’ y, sobre todo, que la supuesta posesión de armas de destrucción masiva -cuestionada por los propios inspectores de la ONU- ‘se presentó con una certeza injustificada’.

Todas las grabaciones de conversaciones, informes reservados, entrevistas y documentos oficiales a los que ha tenido acceso Chilcot permiten concluir que la Guerra de Irak fue una dramática chapuza de catastróficas consecuencias. Desde la invasión hasta hoy, al menos han muerto 250.000 personas entre civiles y combatientes. Queda claro que Bush, que había sufrido al poco de llegar a la Presidencia el mayor atentado yihadista de la historia, el 11-S, estaba decidido a atacar Irak, igual que ya había hecho en Afganistán, en una alocada misión contra el eje del mal que no tuvo en cuenta la desestabilización regional ni diseñó plan de pacificación posterior alguno. Y Blair se convirtió enseguida en un aliado incondicional imprescindible. ‘Estaré contigo pase lo que pase’, le escribió el premier meses antes de la guerra. Londres no dudó en secundar a Washington en el ataque, pese a que éste no contaba con una resolución de la ONU, ignorando el clamor de millones de ciudadanos que se manifestaron en todo el planeta, así como las serias dudas que existían sobre las armas de destrucción masiva.

Blair, que hace meses ya pidió perdón por la guerra y admitió que ésta propició el surgimiento del Estado Islámico -convertido hoy en el grupo terrorista más poderoso del mundo-, volvió a expresar ayer su arrepentimiento por los errores cometidos, en especial por los fallos de Inteligencia y por el hecho de que ‘las consecuencias fueron más hostiles, prolongadas y sangrientas de lo imaginado’. Sin embargo, fueron unas disculpas un tanto cínicas por cuanto a renglón seguido añadió que gracias a aquella intervención hoy el mundo ‘es mejor y más seguro’. Desmiente su aseveración la realidad cotidiana. Que Oriente Próximo sea un polvorín o que el IS represente la mayor amenaza para Occidente tienen mucho que ver con el modo en que se hizo la guerra y la posguerra en Irak. Ésa es la gran lección que aprendió el mundo, que debiera estar vacunada para no volver a emprender nunca acciones sin consenso multilateral y sin el paraguas de la legalidad internacional.

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