Put Up a 50-Foot Wall, Get a 51-Foot Ladder

 

 

 

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A lo largo de la historia nunca ha habido una frontera en el mundo que sea impenetrable. No lo fue la Gran Muralla China, tampoco el Muro de Berlín y mucho menos la llamada Cortina de Hierro, ese sistema de bardas, zonas minadas y torres de observación que dividió a Europa y donde incluso los vigilantes tenían órdenes de tirar a matar. Barreras físicas que dividen vecinos abundan en este planeta, pero ninguna es exitosa y todas son reminiscencias de la Edad Media y no representan el Siglo XXI.

Algunas son simples paredes y bardas. Otras más sofisticadas están reforzadas con detectores de movimiento, cámaras sensibles al calor humano, sistemas de rayos X, equipo de visión nocturna, drones y hasta helicópteros. Se encuentran en lugares como la India, Afganistán, España, Marruecos, Tailandia, Malasia, Arabia Saudita, Bagdad y, desde luego, el tramo construido en la frontera con México y el muro que sólo existe en la imaginación de Donald Trump, quien promete será “alto, poderoso y muy bello”.

Muro, que es demagogia pura, totalmente fantasía de este parlanchín que cobardemente ha llamado a los mexicanos violadores, criminales y hasta víboras, sólo para infundir miedo y ganar seguidores. Es increíble que este país que en 1989 tanto buscó que cayera el muro que dividía Alemania, tenga hoy a la mitad de su población entusiasmada con la absurda idea de que sellando la frontera impedirá el cruce de inmigrantes, los que buscan trabajo y los que anhelan terror.

Estados Unidos tiene una frontera norte y sur con Canadá y México de más de 12 mil kilómetros de extensión, 20 mil kilómetros de costas y una inmensa red de aeropuertos, puertos marítimos y otros puntos de cruce. Es totalmente irrealista que su muro detendrá a todo terrorista, personas sin visas, narcóticos o contrabandos. No hay en el mundo frontera cien por ciento segura, nunca ha habido y nunca habrá. Bien decía la ex secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano, “ponme enfrente una barda de 15 metros y yo te saco una escalera de 16”.

El muro que Trump dice va a construir en los tres mil 200 kilómetros de frontera con México, incluirá, según él, la más moderna tecnología, el problema es que requeriría el diez por ciento de todo el cemento que se produce en Estados Unidos y tendría un costo aproximado de 25 mil millones de dólares. O sea, un cuarto del presupuesto que el gobierno federal gasta anualmente en infraestructura interna. Y si México ya dijo que no va a pagarlo, ¿de dónde va a sacar el dinero?

Porque su país necesita de más urgencia, reparación e inversión no sólo para modernizar sino para frenar el deterioro de puentes, carreteras y sistemas ferroviarios que están a punto de venirse abajo y que no pueden competir ni están a la altura de los de otros países industrializados. Irónicamente su propuesta para un muro que deje a los mexicanos fuera y que tanto ha ilusionado a los conservadores, se da en un partido político que se la pasa criticando la deuda y el gasto gubernamental.

Trump ignora el hecho de que los mexicanos han dejado de venir en grandes números. De hecho en la última década, son más los que se han ido, que los que han llegado, en parte debido a que ha bajado el índice de natalidad en México, pero sobre todo debido a la mala y poco atractiva economía estadunidense que ya no les garantiza empleo ni mejor vida.

El aspirante republicano asegura que una vez en la Casa Blanca deportará a los más de 11 millones de personas que están aquí sin documentos. Lo que nunca ha dicho es cómo va a hacerle, primero para encontrarlos y luego para enviarlos de regreso. Los cinco mil agentes migratorios que existen o aún los 15 mil que él quiere tener, no pueden ir por la calle preguntando quién tiene papeles y quién no. Se requiere una orden judicial para arrestarlos, un juicio para deportarlos y al menos doce agentes para ir a buscar a cada persona en su hogar. Los números no le salen a Trump.

Pero si se da el remoto caso de que los encuentre y los junte, ¿cómo se los va a llevar? Se estima que se necesitarían un mínimo de 200 mil autobuses, ¿dónde los va estacionar y adónde los va a mandar? porque definitivamente no todos son de México. Y sí, todos son parte silenciosa pero crucial de la vida de este país.

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