Weapons and Violence, Even at the Ballpark

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Los tiroteos y la violencia de las armas se han vuelto tan comunes aquí que ya nadie se asombra. Es noticia por unas horas y luego queda atrás, como sucedió el pasado día 14, cuando un grupo de legisladores republicanos practicaban beisbol, en preparación a un juego amistoso con fines benéficos, y un hombre, fanático demócrata, James Hodgkinson, abrió fuego contra ellos, hiriendo gravemente al congresista Steve Scalise, el número tres en la Cámara de Representantes.

Esto es lo que Estados Unidos es hoy. Un país con violencia política donde, gracias a la abundancia de armas de fuego, las agresiones han pasado de las palabras a los tiros. “Pero si los estadunidenses parecen polarizados y violentos, dice Jeet Heer en New Republic, es porque siempre lo han sido. No hay que olvidar que esta nación nació matando a los indios nativos y con el sudor de esclavos traídos aquí encadenados y obligados con latigazos a la servitud”.

Y es que si bien es su mayoría los estadunidenses aman a Dios, aman la vida; pero irónicamente también aman sus armas, en una contradicción que simplemente no se puede entender. ¿Cómo es que el país más poderoso, tan democrático y supuestamente el más avanzado del planeta, acepta masacres y tiroteos masivos como rutina? ¿Cómo fue que se convirtió en un lugar donde hay más posibilidades de morir si la gente está en un juego de pelota, en la escuela o su trabajo, que en una zona de guerra?

Parece que no importa que 20 niños hayan muerto en una escuela primaria; que doce personas fueran asesinadas en el cine viendo Batman; que tres docenas de estudiantes perdieran la vida en una institución superior y que 49 jóvenes que no le hacían daño a nadie hayan sido masacrados en una discoteca. Horrores que, sin embargo, no han logrado cambiar las leyes, ni los sentimientos de quienes se oponen a un mayor control.

El luto es constante porque en los Estados Unidos conviven 325 millones de personas con 310 millones de armas. Las últimas cifras han revelado que existen 101 armas por cada cien ciudadanos. No en balde este país, que tiene el 5 por ciento de la población mundial, tiene en manos de civiles más del 50 por ciento de todas las armas del planeta.

Quienes se oponen a que se impongan más restricciones, sostienen que no son las armas las que matan, sino los hombres y esto definitivamente no es válido. Los automóviles tampoco matan a la gente, son quienes conducen mal los que lo hacen y no por eso dejaron de tomarse medidas, gracias a las cuales en la actualidad sólo se producen 1.1 muertes por cada cien millones de kilómetros recorridos en auto; mientras que en los últimos años el número de personas que han muerto por un arma de fuego es, en promedio, de 32 mil al año, incluyendo los suicidios.

El tipo de violencia que vemos aquí no sucede en países avanzados, al menos no con la misma frecuencia. Desgraciadamente, enmedio está la Asociación Nacional del Rifle, con todo su poder e influencia; pero también es porque es ésta una nación con una historia donde las armas han abundado siempre. El país fue fundado a punta de rifle, primero en la insurrección contra los invasores británicos y después ante la violencia de los colonizadores armados en el llamado Viejo Oeste. Para muchos de los estadunidenses las armas representan el corazón y la identidad de esta nación.

Adquirir un arma es fácil. Lleva sólo unos minutos. Si es en comercio establecido se llena una forma y con una llamada se checan los antecedentes penales, pero nunca el estado mental. Si la venta es entre particulares nada es necesario, das el dinero y el arma es tuya. Quienes se oponen, lo ven como una violación al derecho constitucional de estar armados, derecho que en algunos estados, como Iowa, se extiende aun a quienes son ciegos y hasta a quienes están en las listas negras del gobierno como posibles terroristas.

En algunos estados las armas no se permiten en universidades, pero son aceptadas en primarias, jardines de niños e iglesias. Y en otras 26 entidades se permiten en cantinas y bares. En Washington, DC, son estrictamente prohibidas en el Capitolio, sede del Congreso que se niega a cambios, argumentando que pistolas y rifles dan seguridad y protección, pero a los congresistas, literalmente, esta vez les salió el tiro por la culata.

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