In the United States, a Divided 4th of July

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Estados Unidos: Un 4 de julio dividido por dos

Donald Trump celebra su primer Día de la Independencia con el país más polarizado que nunca

Trump acusa a los medios de comunicación de ser “los enemigos del pueblo americano”

En los Estados Unidos de 2017, los cuñados son algo más que un motivo de pelea familiar a la hora de decidir cómo se hace una barbacoa, que es la actividad que une al país el 4 de julio, la fecha en la que celebra su fiesta nacional. La familia política es parte de la batalla de las ideas.

Aquí está la base estadística de esa afirmación: el 30% de los conservadores declaran que se sentirían “decepcionados” si un familiar cercano se casara con un demócrata, y a un 23% de los izquierdistas le pasaría lo mismo si un ser querido se va con un republicano. El rechazo no es a una persona de una ideología diferente, sino solo de un partido distinto. Es decir, que no basta con ser demócrata o republicano “de centro”. Hay que serlo como Dios manda. Aclarado ese punto, pasaremos a discutir cómo se fríen las hamburguesas.

Es posible que el rechazo sea más alto, porque esos datos son de un estudio de 2014 del Centro de Estudios Pew. Ahora las diferencias son a veces violentas. El ‘número dos’ del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, Steve Scalise, se salvó de milagro del intento de asesinato del extremista demócrata James Hogdkinson hace tres semanas. Veinte días antes, el candidato republicano a esa Cámara, Greg Gianforte, le aplicó una llave de lucha libre al periodista Ben Jacobs, del diario británico The Guardian, cuando éste le preguntó por la reforma sanitaria que está debatiendo el Congreso. Gianforte no solo ganó las elecciones del día siguiente. En las 24 horas posteriores al momento en el que le partió las gafas – literalmente – a Jacobs, sus simpatizantes le donaron 117.000 dólares (110.000 euros).

Pegar a la prensa está bien visto por una parte de la opinión pública de EEUU. Donald Trump ha calificado a los medios de comunicación “los enemigos del pueblo estadounidense”, y el 51% de sus votantes está de acuerdo, según un sondeo de la consultora YouGov. Así que no debe sorprender que el jefe del Estado y del Gobierno cuelgue vídeos en Twitter en los que pega a la cadena de televisión.

La del presidente es una estrategia muy efectiva. Con su agenda estancada, el Fondo Monetario Internacional ha rebajado la previsión de crecimiento para EEUU, porque la primera economía mundial está básicamente en piloto automático, así que Donald Trump mantiene la llama de sus seguidores. Sus declaraciones acaso no sigan una lógica clara. Pero son enormemente efectivas. Con sus tuits sobre la periodista de la cadena de televisión MSNBC (e hija del consejero de Seguridad nacional con Jimmy Carter) Mika Brzezinski, y con el vídeo del apaleamiento de la CNN, ha tapado completamente las noticias del diario The Wall Street Journal sobre la presunta colaboración de dos de sus más cercanos asistentes – su estratega político en jefe, Steve Bannon, y su portavoz, Kellyanne Conway – con el Gobierno ruso y varios hackers para robar correos electrónicos de la campaña de Hillary Clinton y del Partido Demócrata en la campaña de 2016.

También ha conseguido que nadie se fije en una ley que permitirá a los lugares de culto pedir el voto por candidatos políticos. El 18 de mayo, en una reunión que no recibió publicidad, el presidente se reunió en la Casa Blanca con los máximos responsables republicanos de siete estados decisivos en 2020: New Hampshire, Ohio, Pennsylvania, Carolina del Norte, Colorado, Iowa, y Michigan. Trump no sabrá gobernar, pero sí hacer campaña. Como dice uno de sus seguidores: “Lo único que nos preocupa es que se canse y se vaya”.

El problema es que Donald Trump no es candidato, sino presidente. Y atizar permanentemente la hoguera de la división puede ser peligroso. Si no, que le pregunten a Thomas E. Ricks, comentarista de asuntos de Defensa de la revista Foreign Policy. En marzo, medio en forma, lanzó una encuesta en la web de esa publicación en la que preguntaba a sus lectores – en su inmensa mayoría, expertos en Relaciones Internacionales, Defensa, y Ciencia Política – si creían que EEUU corre peligro de caer en una guerra civil o “en un periodo de violencia política a gran escala”. Los lectores dieron una posibilidad del 18% a esa opción. Los expertos, es decir, personas que trabajan en think tanks, universidades, directivos de empresas y altos cargos de la Administración, la elevaron al 30%. El 28 de junio, antes de irse de vacaciones, Ricks escribió en su blog: “He recibido varios mensajes indicándome que esa cifra puede ser demasiado baja”.

Eso es algo más serio que una pelea entre cuñados.

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