The Shadow of Hollywood

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Es una de las galas que, tradicionalmente, es considerada una de las más vistas en todo el mundo. Es una ceremonia que se transmite en directo a todo el mundo, reporteros viajan de varios países para tener, aunque sea y de lejos, un saludo o una sonrisa de quienes caminan por la alfombra roja. Es la noche del Premio Oscar, la estatuilla capaz de hacer y deshacer carreras, y que encierra el poder de una industria que jamás camina distante a la coyuntura mundial. Pero también es debajo de esa alfombra, la que tantos y tantas desean pisar, que se esconden esas pequeñas grandes mentiras; es por ahí que viven en susurros los secretos de quienes tienen el poder de decidir quiénes sí pueden convertirse en la próxima súper estrella. Y en el ejercicio de ese poder, es que algunos se enferman hasta perderse.

Nicole Kidman, Jennifer Lawrence, Kate Winslet, Viola Davis, Meryl Streep, Angelina Jolie, Charlize Theron, Jessica Chastain, Gwyneth Paltrow, Mira Sorvino… Todas han caminado por esa alfombra, todas han sido portada de revistas, todas son admiradas a nivel mundial, todas son ganadoras de esa estatuilla dorada. Y todas, también, lograron ese Oscar por su participación en películas producidas por una de las casas más poderosas de la industria. Weinstein Company está detrás de sus éxitos, aunque para algunas, también de sus más oscuros recuerdos. Harvey Weinstein, el productor detrás de las películas más ovacionadas de los últimos años, es ahora investigado por el FBI. Un reportaje en The New Yorker, firmado por Ronan Farrow,  hijo de Woody Alleny Mia Farrow, destapó una red de abusos que al paso de los días ha ido acumulando denuncias.

La actriz Rose McGowan es una de sus principales acusadoras, ayer mismo aclaró que más que un acoso, fue una violación. Incluso, denunció que perdió oportunidades de trabajo tras haber hablado públicamente sobre este asunto. Y tras ella, otras actrices como Ashley Judd o las mismas Jolie y Paltrow. Han hablado contra Weinstein figuras como Jane Fonda, quien se dijo arrepentida por no hablar antes (porque hoy entendemos el tema como un secreto a voces en Hollywood), Penélope Cruz, Ryan Gosling, Leonardo DiCaprio y Emma Thompson.

Ese hombre todo poderoso, ése que construyó y destruyó carreras. Ese hombre, bajo la sombra de su poder, agredió y abusó de varias mujeres. Pero no son sólo de celebridades: Ya hay 25 testimonios de mujeres que han sido valientes para hablar de eso que sucede en Hollywood, pero que también pasa en los entornos más cercanos, más cotidianos. Esa violencia que lo mismo puede suceder detrás de un escenario, que al interior de cualquier casa en el mundo. Aunque, sin duda, el ejemplo de Harvey Weinstein, nos habla de ese jodido poder que tienen los actos de intimidación y agresión de cualquier tipo.

Cualquiera que conozca a alguna mujer víctima de acoso, sabrá que es el miedo el que la hace callar, como mero acto reflejo para sentirse a salvo o para evitar agresiones más feroces. Y el miedo se siente igual si se es la portada de Vogue o una estudiante universitaria. Pero se castiga distinto si se es Bill Cosby, Donald Trump o Harvey Weinstein.

Y es que cualquier agresión llega siempre desde el falso concepto de superioridad. De ahí que durante la campaña electoral en Estados Unidos, Donald Trump no se cansó del discurso misógino hacia Hillary Clinton. Por eso, a Margarita Zavala algunos la llaman “la esposa de…”. Por eso, importante fue lo declarado por la excandidata presidencial en una entrevista en la BBC: “Este comportamiento no debe tolerarse en ningún ámbito ni en el entretenimiento ni en la política”.

Hay quien dice que a Harvey Weinstein se le acabó la carrera, fue despedido de la empresa que fundó, su esposa anunció su separación. Y aunque a través de sus representantes ha rechazado las acusaciones,  éstos informaron que su cliente ya se encuentra en tratamiento sicológico. Pero el asunto no es que nos olvidemos de Weinstein, sino que entendamos los alcances de las agresiones y la violencia hacia las mujeres. Porque famosos productores son pocos, pero agresores son muchos miles más de los que quisiéramos. Y es a través de estos casos como podemos dimensionar mejor este gravísimo problema.

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