Trump, the Russian Plot and Mexico

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Un fantasma recorre la Casa Blanca: el fantasma del impeachment. La nueva explosión de la trama rusa relacionada con la campaña del presidente Trump, con la detención de tres de sus excolaboradores, es sólo el principio de una investigación que destapará cloacas y destilará veneno por varios meses, dejando claro que la participación del gobierno ruso en las pasadas elecciones estadunidenses es algo más que una anécdota menor. Y puede no serlo en las próximas elecciones mexicanas, como veremos más abajo.

El fantasma tal vez pase algún tiempo rondando antes de que haya juicio político contra el ocupante de la Casa Blanca. Muy probablemente más de un año, ya que la actual mayoría republicana en el Congreso no quiere dejar de serlo. Pero durante ese lapso, el presidente Trump tendrá que estar a la defensiva y estará debilitado en muchos aspectos. Algo así como un pato cojo precoz.

Aunque Paul Manafort es hoy el nombre que más suena, los analistas señalan como más peligroso para Trump el caso de su exasesor George Papadopoulos, significativamente porque ya se declaró culpable, porque está cooperando con la investigación del fiscal especial y porque la clave de la relación del acusado con Rusia fue la promesa moscovita de echarle tierra a Hillary Clinton con “miles de e-mails”.

El Washington Post publicó este lunes que los trolls rusos, durante la campaña de EU, inundaron Facebook de noticias falsas. Unas 80 mil entradas, que habrían sido vistas por 126 millones de usuarios. Por su parte, Google ha reconocido que trolls rusos cargaron más de mil videos en YouTube, como parte de esa campaña.

También se ha denunciado que grupos vinculados al gobierno de Putin promovieron en las redes sociales la polarización entre los estadunidenses, con puntos de vista extremistas, con el objetivo de reforzar el malestar político entre los ciudadanos. Algunas de las páginas creadas por los rusos han sido cerradas recientemente por Facebook, en el marco de la investigación por la injerencia de Moscú.

A estas alturas, estamos hablando de descubrir el agua tibia. La propia CIA concluyó, desde antes de que Trump asumiera la presidencia, que Rusia intentó influenciar las elecciones en EU. Trump respondió que no lo creía y que era “ridículo”, pero las evidencias se han seguido acumulando.

Ha habido discrepancias sobre las razones detrás del gobierno de Putin para querer interferir en la elección de EU. Una parte consideraba que, más que querer ayudar a Trump, quería evitar la llegada de Clinton, quien dibujaba con claridad una política de contención al expansionismo político ruso. Otra, que el apoyo a Trump era en positivo: que un aislacionista con política exterior incoherente estuviera al comando en EU permitiría a Rusia retomar el papel perdido como potencia mundial.

A Rusia también se le ha acusado de interferir con elecciones en Europa. De Francia a Alemania, de los Balcanes al Báltico. Moscú lo ha negado. Pero el temor existe: tan es así que Holanda decidió contar los votos a mano, para evitar un eventual hackeo ruso.

Si recordamos la simpatía del gobierno de Putin con los partidos populistas de derecha en Europa, todos opuestos a la UE, y su interferencia en distintos procesos electorales en el viejo continente, podemos concluir que hay una búsqueda estratégica: se trata de minar la efectividad y la cohesión de la alianza occidental que ha servido de soporte al actual orden mundial.

Putin está con los nacionalistas. Con naciones desagregadas —y, mejor, divididas internamente— es más fácil llevar a cabo una política persuasiva, cuando no disuasiva. Es más fácil volver a elevarse al nivel de potencia mundial perdido tras la disolución del bloque soviético. Es más sencillo tratar con adversarios o socios potenciales divididos que unidos. Y, de paso, es más fácil convencer al propio pueblo de las ventajas de la estabilidad, aunque ello conlleve el afianzamiento del poder unipersonal.

Bien. Pasemos ahora a México. Pensar que las elecciones mexicanas pueden ser blanco de la estrategia rusa no es descabellado. México es un país importante por sí mismo —por dar un dato sencillo, su PIB es cuatro quintas partes el de Rusia—, es referente en América Latina y, además, comparte una larga frontera con Estados Unidos. Sería ingenuo pensar que, si se meten con países balcánicos no lo querrían hacer con México.

Reportan que el mayor número de accesos al portal votoextranjero.mx, del INE, no proviene de Los Ángeles o de Chicago, sino de San Petersburgo. Una de dos, o la gran comunidad mexicana en la segunda ciudad rusa está entusiasmadísima con las elecciones; o hay un grupo de expertos intentando ver cómo funcionan los sistemas de la institución mexicana encargada de organizar las elecciones. En otras palabras, están viendo qué hackean y cómo pueden hacerlo.

Pero tal vez la manera más efectiva cómo pueden intentar influir es a través de la propaganda. Por lo pronto, el canal Russia Today ya es accesible en la televisión por cable, para que el público mexicano “pueda conocer una realidad alternativa a la que ofrecen los monopolios mediáticos”. También es muy activa en las redes y está haciendo trabajo de relaciones públicas. Basta darse una vuelta por RT para ver quiénes son sus comentaristas políticos favoritos y de qué lado masca la iguana. No hay sorpresas: es el nacionalismo derechista disfrazado de izquierdas.

Todavía está por verse si también hay otro tipo de actividades en redes sociales: si aquí tendremos los bots, fake news, activistas falsos o verdaderos, y todo el paquete que se ha utilizado en otras partes. Se puede apostar a que sí.

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