With a Heavy Hand

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La mano dura

La continuidad de unas relaciones diplomáticas estables entre Estados Unidos y Cuba duró escaso tiempo. La voltereta gringa para dar marcha atrás al breve deshielo se percibía desde cuando el presidente Trump —ya posesionado— exigiera a La Habana aceptar sus demandas sobre política interna. La negativa del régimen a negociar el derecho a la libre autodeterminación de sus asuntos precipitó hace 15 días el cambio de la política norteamericana hacia la isla, con el desmonte parcial de los recientes acuerdos suscritos por su antecesor.

Trump dio el paso anunciado y reversó algunas de las directivas administrativas aprobadas por Obama en enero de 2015. Dentro del marco de su nueva política establecida desde junio, expidió un paquete de medidas que revive sanciones y renueva las tensiones del pasado. El menú incluye la prohibición de transacciones comerciales entre ciudadanos de ese país y una larga lista de empresas vinculadas a las fuerzas militares, de inteligencia y de servicios de seguridad cubanos, y la restricción de viajes turísticos, salvo aquellos de carácter académico o apoyo social, siempre y cuando cuenten con la presencia de un vocero oficial de la jurisdicción estadounidense.

Las compañías norteamericanas con actividades comerciales formalizadas antes de la medida, al igual que los viajes de turismo ya contratados para los meses venideros, se salvaron del apretón y podrán seguir operando o continuar su trámite, según sea el caso, con el fin de evitar traumatismos financieros y pérdidas de inversiones. Cadenas como Hilton y Carson avanzan en negociaciones de asociación, y Marriott firmó un acuerdo para la gestión de un histórico hotel de La Habana, gracias a una licencia especial concedida por la administración Obama. Dentro de las excepciones también quedaron los cruceros y los vuelos comerciales directos entre ambos países.

En el listado de 180 entidades restringidas, el golpe más duro lo llevan las que están vinculadas al sector turístico. La principal afectada es el Grupo de Administración Empresarial (GAE), el más poderoso emporio económico de las Fuerzas Armadas de Cuba, conformado por un centenar de empresas que operan en diversos renglones de la economía y reportan el 65% de los ingresos de la isla. La nuez de su portafolio la conforman el grupo hotelero Gaviota, el mayor del país, y la lujosa cadena Habaguanex, dedicada al alojamiento histórico y cultural en La Habana Vieja, donde sus 23 hoteles quedaron vetados para turistas y futuras relaciones comerciales.

El Grupo Gaviota es un exitoso conglomerado de holdings, que mueve el 70% del comercio minorista en dólares y es motor de la actividad turística cubana. Cuenta con 62 hoteles, 33 de ellos manejados por gerencias extranjeras a través de contratos de administración; ofrece 26.725 habitaciones, y dirige una decena de marinas a lo largo y ancho del archipiélago. La totalidad de sus hoteles, hostales, marinas y agencias de viajes en los diversos polos turísticos de la isla quedaron incluidos dentro del programa de vetos y sanciones.

Las actividades del grupo hotelero se manejan bajo un absoluto silencio oficial, en cabeza del influyente pero desconocido general Rodríguez López-Callejas, del que poco o nada se registra en la prensa cubana. De él solo se sabe que funge como el guardián de los inversores extranjeros y que es protegido del presidente Raúl Castro, quien, desde su asunción en 2008, puso en manos de los militares el control de la economía. Desde entonces el GAE tomó altura y multiplicó sus áreas de negocios, operadas de tiempo atrás por un sistema financiero basado en las leyes del mercado.

La desoxigenada gringa a las relaciones bilaterales, que ahora entran en un detallado proceso de regulaciones, constituye un sensible punto de quiebre para la isla de Castro, que acariciaba la idea de consolidar un boom turístico con el flujo estadounidense. El año pasado el incremento de sus nacionales registró un progreso del 90% con respecto a 2015, en tanto que en el primer semestre de este año el aumento rondaba en 145%, comparado con el anterior. El auge preveía expectativas de 760.000 turistas para 2017, muy por encima del techo de los 100.000 obtenido en 2014.

Pese el nuevo movimiento de cartas, el régimen mantiene la decisión de sacudir su limitada infraestructura turística, mediante la promoción de planes de inversión que permitan ampliar su capacidad de alojamiento para 2020, por encima de 85.000 habitaciones. Seguirá atrayendo la inversión de empresarios aliados de Canadá, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, países que nutren la mayor tajada de sus cuatro millones de turistas de 2016.

Con el regreso de la política de acción y reacción, míster Trump se propone cortarle el chorro económico al gobierno comunista y a las fuerzas militares cubanas para debilitar sus finanzas, y con la mano dura sobre la mesa vuelve a medirle la temperatura a la guerra fría. ¡El riesgo puede estar en que se le suba la fiebre!

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