The US – Between Protectionism and China

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EEUU entre el proteccionismo y China

Estados Unidos no habrá de aplicar en forma inmediata los nuevos aranceles sobre el acero y el aluminio

A principios del mes en curso el presidente Trump anunció la imposición “por un largo período” de un arancel del 25% sobre la importación de acero y del 10 % sobre la de aluminio, con el fundamento de que ambas ingresaban a precios muy bajos, que ponían en riego a la producción doméstica y a la seguridad nacional.

El aumento de la protección a dos industrias que ocupan unos 100 mil trabajadores es por varias razones una mala noticia para la economía estadounidense y por extensión para el resto del mundo.

La decisión atenta contra la capacidad de competencia de la industria doméstica que procesa a ambos insumos, como la automotriz, la aeroespacial, la de energía, los artículos electrónicos, la cerveza, las bebidas refrescantes, las golosinas, las sopas, los medicamentos y otras, con una ocupación del orden de los 6.500.000 trabajadores. En adelante, ellas deberán trasladar a sus consumidores el efecto de la suba de los aranceles y además, tendrán una “protección negativa” frente a la competencia de la industria del resto del mundo en sus ventas tanto al mercado americano como a otros mercados.

Por cierto, el razonamiento es el opuesto desde un punto de vista político, porque las industrias ahora protegidas están radicadas en las regiones en las que Trump cimentó su victoria electoral del 2016.

Otro argumento contrario al aumento de los aranceles es el de las eventuales acciones de represalia que podrán iniciar los países afectados, con el riesgo de volver a una “guerra comercial” de triste recuerdo en la historia de la economía mundial. Para peor, pocos días después de su decisión, Trump se ufanó que dichas guerras son “buenas y fáciles de ganar”.

La Unión Europea ya anunció que está preparada para imponer aranceles a unos US$ 3.500 millones de importaciones provenientes de Estados Unidos, un monto equivalente a sus exportaciones afectadas de acero y aluminio. Ellos apuntan a rubros tales como las motocicletas Harley-Davidson, los jeans Levi Strauss, el whisky bourbon, el jugo de naranja, el tabaco y los arándanos, que provienen de bastiones electorales de importantes legisladores republicanos y demócratas. Pero de inmediato Trump redobló la apuesta, porque amenazó con imponer aranceles sobre la importación de autos europeos.

Para peor, apenas una semana después del anuncio inicial, Trump no solo ratificó el aumento de ambos impuestos sino que además lo volvió aún más complejo.

Por ahora los nuevos aranceles no habrán de ser aplicados a las importaciones provenientes de Canadá y México, en tanto la negociación en curso con ambos para revisar el Nafta arribe a un acuerdo satisfactorio para las aspiraciones americanas. También fue exceptuada Australia, se supone que por razones de afinidad política.

Pero además, Trump dejó la puerta abierta a nuevas excepciones a favor de otros países aliados y de determinadas producciones de acero o de aluminio que no existan en cantidad o calidad suficientes en Estados Unidos.

Tal como era previsible, ya se formó la fila de los importadores domésticos y de los países que aspiran a ser incluidos dentro de las excepciones. La Unión Europea, Japón y Corea del Sur se apresuraron a invocar su alianza tradicional con la seguridad de Estados Unidos, Brasil recordó que solo exporta bienes semiterminados a la industria americana, y así otros.

Al cierre de la redacción de este artículo, parecía que Estados Unidos no habrá de aplicar en forma inmediata los nuevos aranceles sobre el acero y el aluminio a las importaciones provenientes de la UE y otros países aliados. Por lo tanto, por ahora ellos tendrán una aplicación apenas marginal, sobre un nivel mínimo de importaciones.

En este marco tan complejo, a última hora trascendió que el Presidente Trump estaba a punto de aprobar nuevas tarifas sobre la importación de unos cien artículos provenientes de China para compensar el daño económico causado por su apropiación indebida de tecnologías y propiedad intelectual. Entre los rubros posibles están los textiles, calzado, juguetes, muebles, electrónica y telecomunicaciones. En adición, habrán de ser anunciadas nuevas restricciones a las inversiones de China en Estados Unidos y un endurecimiento de los requisitos para la concesión de visas de ingreso al país.

De confirmarse, estas medidas deben verse con una visión más amplia del afán proteccionista que presidió la suba de los aranceles al acero y el aluminio. Aquí hay todo un enfrentamiento de poder entre las dos principales potencias mundiales de hoy.

Las fricciones entre ellas ya venían desde la presidencia de Bill Clinton, pero hasta ahora los sucesivos gobiernos americanos solo habían planteado diversas formas de insatisfacción con el incumplimiento de China de todas sus promesas de reforma. Ahora parece que la relación ha entrado en una etapa más conflictiva.

En anticipo de ella, las autoridades de China ya habían advertido sobre el inicio de una posible guerra comercial, con medidas de represalia sobre la importación de automóviles, soja, aviones y otros, en especial orientados a afectar a las regiones que son la base electoral de importantes políticos republicanos.

El mundo está entonces al borde una guerra comercial entre sus principales economías. Por ahora parece que habrá de ser evitada entre Estados Unidos y sus aliados por los nuevos aranceles sobre el acero y el aluminio. Pero todo indica que el enfrentamiento entre Estados Unidos y China será de proporciones.

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