Trump and the Syrian Problem

<--

Su jugada deja en una clara situación de debilidad a las fuerzas kurdas ante la inevitable negociación con Asad

Hace dos años, Donald Trump entró en la Casa Blanca como un elefante en una cacharrería. Su presidencia no está defraudando a sus acólitos, pero en Oriente Medio no ha dejado de sembrar tempestades. El 17 de diciembre, el presidente anunció la retirada de los dos mil militares norteamericanos desplegados en Siria. Lo hizo como a él le gusta, de manera unilateral y sin consultarlo con el Pentágono ni el Congreso. Dos días más tarde tuiteó: “Hemos derrotado al Estado Islámico en Siria, mi única razón para permanecer allí”.

Larga lista de dimisiones en la Administración

La decisión fue adoptada tras una breve conversación con el presidente turco Erdogan, quien se comprometió a tomar el relevo en el combate contra el grupo yihadista. La salida de las tropas desató una ola de críticas en el seno de la Administración Trump. El secretario de Defensa James Mattis presentó su dimisión irrevocable uniéndose a la larga lista de bajas registradas en los últimos meses, entre ellas las del secretario de Estado Rex Tillerson o el consejero de Seguridad Nacional Michael Flynn, evidenciando que la Casa Blanca camina sin rumbo y es dirigida a golpe de tuit por su extravagante inquilino.

También el diplomático Brett McGurk, representante presidencial en la coalición internacional contra el Estado Islámico, ha presentado su dimisión y ha aireado su malestar señalando que los principales beneficiados de la salida del país árabe serán precisamente los grupos yihadistas, que “llenarán el vacío dejado por nuestra marcha, regenerando su capacidad de amenazar a nuestros amigos en Europa”. En este sentido, es pertinente recordar que no es la primera vez que se da por muerto a un grupo terrorista y este consigue renacer de sus cenizas, tal y como hicieron los remanentes de Al-Qaeda en Mesopotamia que crearon el autodenominado Estado Islámico.

La principal víctima de la medida son las Unidades de Defensa Popular (YPG), precisamente las artífices de la derrota de las huestes yihadistas. Al abandonarlas a su suerte, la Administración norteamericana parece considerar a estas milicias kurdas un socio de usar y tirar, sentando un pésimo precedente. No solo eso, sino que Turquía pretende aprovechar la situación para lanzar una ofensiva sobre ellas y crear una zona tapón en la línea fronteriza, lo que inevitablemente provocará un nuevo éxodo de la población kurda. Ante esta posibilidad, el presidente norteamericano, con su habitual incontinencia verbal, tuiteó: “Devastaremos Turquía económicamente si atacan a los kurdos”, dando una nueva bofetada a uno de sus principales aliados estratégicos en la zona desde la Guerra Fría.

La jugada de Trump deja en una clara situación de debilidad a las fuerzas kurdas, que más pronto que tarde tendrán que sentarse a negociar con el régimen sirio el futuro de los territorios bajo su control (una cuarta parte del país). Damasco se opone frontalmente a una solución a la iraquí basada en el establecimiento de un Estado federal. A lo sumo estaría dispuesto a ceder una autonomía limitada que, en ningún caso, contemplaría la existencia de milicias armadas, ya que el monopolio del uso de la violencia debe quedar en manos del régimen. En este punto coincide plenamente con Turquía, con el que podría acercar posiciones en un futuro. Erdogan podría llegar a utilizar su apoyo a los rebeldes sirios como moneda de cambio en un eventual acercamiento hacia Al Asad.

La retirada apuntala al presidente Al Asad

La retirada norteamericana apuntala definitivamente al presidente sirio, que contra todos los pronósticos ha sobrevivido a ocho años de devastadora guerra y ya controla dos terceras partes del territorio. Hasta los archienemigos del régimen sirio parecen dar por perdida la batalla. De hecho, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin acaban de reabrir sus embajadas en Damasco, un movimiento destinado a preparar el terreno a que Arabia Saudí haga lo propio en los próximos meses. La rehabilitación regional de Asad podría culminarse en la cumbre que la Liga Árabe celebrará en Túnez en marzo.

Así las cosas, Rusia tiene suficientes motivos para cantar victoria, ya que su apuesta por Asad ha resultado ganadora. Teóricamente también Irán se encuentra en una posición ventajosa, aunque las sanciones económicas están haciendo mella en su maltrecha economía y cada vez son más las voces que claman por los costes de la intervención en Siria. Los constantes ataques israelís contra las bases iranís en territorio sirio añaden más presión sobre Teherán, que por el momento no parece dispuesto a renunciar a las posiciones conquistadas con tanto esfuerzo en el país árabe.

About this publication