Dead Man in the White House

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Un cadáver en la Casa Blanca

Trump no se da cuenta de que su muro es Pelosi, quien espera que el presidente caiga en las elecciones

Llegó a la presidencia de EEUU diciendo que era un ganador, pero últimamente lo pierde todo. Entre las huestes republicanas se masca el cansancio por la torpeza e ignorancia de Donald Trump. Trece de sus miembros en la Cámara de Representantes han votado junto a los demócratas para sacar adelante la resolución que bloquea el estado de emergencia decretado para construir el famoso muro contra la inmigración. El emperador de las mentiras se talla su propio féretro y no faltan manos dispuestas a ponerle un clavo, desde las de Michael Cohen, que fue 10 años su abogado de máxima confianza, a las del líder norcoreano Kim Jong-un, pasando por el fiscal especial Robert Mueller.

Soberbio y misógino, no se da cuenta de que su muro se llama Nancy Pelosi y que millones de mujeres indignadas lo refuerzan cada día. “Pelearemos contra él en el Congreso y en el tribunal de la opinión pública”, dijo el 5 de marzo la presidenta de la Cámara baja al comentar la posibilidad de que Trump vete la disposición contra la emergencia nacional si el Senado la aprueba. Los republicanos tienen mayoría, 53 de los 100 escaños, pero ya hay dos senadoras y dos senadores de ese partido que han indicado que votarán con los demócratas. Si sale aprobada y Trump la veta, se necesitarían dos tercios de las dos cámaras para anular el veto, algo improbable.

El emperador de las mentiras talla su propio féretro y no faltan manos para ponerle un clavo

A menos de dos años de las elecciones presidenciales, Pelosi no es partidaria del ‘impeachment’ pero Ilhan Omar y Rashida Tlaib, las dos primeras representantes musulmanas del Congreso, convencidas de que la actuación de Trump es inconstitucional y daña a EEUU, firmaron en febrero un compromiso para impulsar que sea juzgado. Además, el Comité Judicial de la Cámara envió el 4 de marzo 80 cartas a instituciones, asesores políticos, colaboradores y familiares del presidente para que entreguen los documentos que tengan sobre sus dos años de gobierno. Entre los destinatarios se encuentran su yerno, Jared Kushner, su exsecretaria personal Rhona Graff, el director financiero de la Organización Trump, Allen Weisselberg, y la misma Casa Blanca.

Con amigos como Cohen, más vale tener enemigos. Quien fuera durante 10 años mano derecha de Trump y afirmara estar dispuesto a recibir “una bala para protegerle”, le ha implicado en una ristra de posibles delitos federales tras llamarle racista, mentiroso y estafador. El abogado, que esperaba con ello reducir su condena, ha sido sentenciado a cuatro años de cárcel y tiene pendiente otro juicio por el que le podrían caer otros diez. Sin duda Mueller, que ya tiene lista la investigación sobre la interferencia rusa en la campaña electoral, escuchó atento la declaración de Cohen sobre que el presidente conocía los contactos de un asesor suyo con Wikileaks y el plan de filtrar los correos robados al Partido Demócrata, la raíz por la que crece este nuevo Watergate.

Hasta los datos económicos parecen haberse aliado estos días contra Trump. El primer batacazo provino de la mayor caída de las ventas minoristas desde 2009 en un mes fuerte para el consumo privado como diciembre. Siguieron los datos de los déficits comercial y presupuestario disparados a niveles exorbitantes, pese a que Trump centró su campaña electoral en despotricar contra ellos como responsables de los males de la economía norteamericana. Para colmo, el empleo que ha sido su gran baza se ha desinflado y en febrero hubo solo 20.000 nuevos contratos frente a los 180.000 que se esperaban.

“Soy un hombre de aranceles”, dijo hace un año al iniciar la guerra comercial contra China. No sabía que en el siglo pasado esa medida fue descartada por ineficaz y por alimentar la inflación. La guerra ha sido perniciosa no solo para China sino para todo el mundo al impulsar la contracción del comercio. De momento, ha dado marcha atrás y ha declarado una tregua hasta la firma de un acuerdo con Pekín que le dará algún respiro.

La Casa Blanca reconoce que en los tres primeros años de mandato trumpiano el déficit público aumentará en un 52,2%, algo sin precedentes excepto en tiempos de guerra o tras una gravísima crisis económica. La causa no es otra que la enorme rebaja fiscal a las multinacionales y a los más ricos.

El tozudo que propició el cierre del Gobierno más largo de la historia de EEUU quiso ganarse en Vietnam el Nobel de la Paz con un acuerdo para la desnuclearización de Corea del Norte. La cumbre con Kim Jong-un terminó en un portazo. Una vez más, la falta de preparación facilitó el fracaso, como los muchos que forzaron al secretario de Estado Rex Tillerson y a otras decenas de altos cargo a dimitir. La Casa Blanca huele a muerto, aunque las filas de Pelosi prefieren no sacarlo y dejarle que se estrelle en las elecciones para que arrastre en su caída al trumpismo.

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