El cerco de Obama a Ahmadinejad
A simple vista se ve como el presidente norteamericano, Barack Obama, ha desplegado una política dirigida a cercar a su colega iraní Mahmoud Ahmadinejad, para frenarlo en su afán de convertir al país del Medio Oriente, en una potencia nuclear.
Obama citó a Washington, esta semana pasada, a un cónclave con los países que disponen de poder nuclear o avanzados proyectos en ese sentido, para trazar una nueva era de las armas atómicas, pero sobre todo para evitar que las organizaciones terroristas tengan acceso a las mismas.
Estados Unidos está recogiendo todo el uranio enriquecido que ha vendido a otros países para retenerlo a buen recaudo en Norteamericana.
Obama acaba de suscribir en Praga, la capital de la República Checa, un acuerdo con Rusia para reducir la tercera parte de los emplazamientos nucleares de ambos países.
La creencia internacional es que Al Qaeda, el mega grupo terrorista del mundo, ha buscado incesantemente en las últimas dos décadas la manera de obtener uranio enriquecido para construir lo que en el argot especializado se define como “bomba sucia”, tan mortífera como la limpia.
La maniobra de Obama se distancia sustancialmente del “ataque preventivo” que siguió George Bush luego de los atentados de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del 2001.
Fíjense que Obama no amenaza a nadie, solo algunos funcionarios o voceros responsables, son los que han dicho que la opción militar “no se descarta” si es que Irán persiste en construir armas atómicas.
Estados Unidos, y las potencias europeas, con Alemania a la cabeza, están resueltos a dar los pasos necesarios para evitar que Ahmadinejad, quien niega el holocausto judío y ha jurado destruir a Israel, posea el arma con la que pudiera cumplir sus amenazas.
La estrategia de Obama es unir a quienes tienen responsabilidad atómica -como Pakistán y la India- en un acuerdo que cierre toda posibilidad a las pretensiones terroristas.
Irán reclama el derecho a su desarrollo nuclear con fines pacíficos; todas las potencias se lo reconocen, pero recelan de las verdaderas intenciones de ese país por su compromiso con Hezbollah, Hamas y otras organizaciones que los europeos y norteamericanos estiman “terroristas”, pero básicamente porque se niegan a econocer a Israel.
Un factor que no escapa al gobierno de Obama, ni a los europeos, es que Irán en los últimos años ha desarrollado una industria misilística, con cohetes capaces de llegar a los mismos Estados Unidos. Y ahí es que surge la histeria.
Bush invadió a Irak -preventivamente- acusando a Saddam Hussein de tener “armas de destrucción masiva”, las cuales nunca han aparecido.
Obama no va a hacer lo mismo porque no es su naturaleza. Utilizará todos los recursos diplomáticos y de inteligencia para detener “la loca carrera nuclear del Irán de los Ayatolas”.
Pero solo hasta que aparezcan elementos de juicio ciertos de que Irán ha dado el “paso fatal” de construir armas atómicas, no pareciera que los llamados “aliados” EU-Europa se movilizarían.
Pero si por “manos del Diablo”, como dice el pueblo, los iraníes arrogantemente deciden construir esa arma atómica, a Obama no le va a quedar más alternativa y actuará como es lógico que lo haga un presidente de los Estados Unidos. O lo hace, o renuncia.
Cuando se anuncie la construcción real de esa eventual bomba atómica de Irán, usted debe comenzar a recoger sus bártulos y aplicar planes de contingencia.
Quizás debiéramos comenzar a pensar -entonces- en algo así como el Armagedon. Sí, con todas sus amargas y mortales consecuencias.
Lo irónico del asunto es que el hombre del “cambio” podría terminar su presidencia con el peor conflicto bélico de este siglo. En vez de cosechar la paz, nos echarían en los ríspidos brazos de la aniquilación.
Y nadie, ni usted, ni yo, podríamos aspirar a esa locura.
Esperemos a ver qué tanto se estrecha el “cerco de Obama a Ahmadinejad”.
Esté atento.
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