Editorial / Una gira sin resultadosMarzo 29 de 2011 – 2:22 am
inShare.CompartirEnviar0 Comentarios El viaje de Barack Obama por Brasil, Chile y El Salvador, volvió a comprobar que la distancia entre Con más pena que gloria. Así fue descrito el balance de la gira que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hizo por América Latina hace unos días, la cual lo llevó a Brasil, Chile y El Salvador.
A pesar de los meses de preparación y la expectativa que generaba la llegada del jefe de la Casa Blanca a la región después de más de dos años de mandato –descontando breves viajes a Trinidad y Tobago y México–, la verdad es que su paso por las capitales de los países mencionados despertó muy poco interés.
Uno de los motivos fue, sin duda, la coyuntura mundial. En medio del comienzo de la ofensiva de las fuerzas aliadas bajo la sombrilla de las Naciones Unidas contra Libia, los ojos del mundo estaban puestos en el Mediterráneo. Además, la emergencia de la planta nuclear de Fukushima, en Japón, afectada por el tsunami del 11 de marzo, también ocupó los titulares de los medios de comunicación.
No obstante esas circunstancias, Obama tuvo mucho que ver en lo sucedido. El motivo es que a pesar de haber sido generoso en sus palabras en cada una de las escalas que hizo, lo cierto es que la retórica fue agradable, pero el contenido no fue muy sustantivo. Los brasileños, por ejemplo, esperaban un compromiso explícito de Washington con su aspiración de tener un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero los pronunciamientos al respecto fueron vagos.
Que la forma de los discursos fue más importante que el fondo es algo que se demostró en Santiago, en donde se esperaban pronunciamientos trascendentales. En cambio, la alocución pronunciada fue una bonita pieza oratoria, pero no mucho más. Hubo repetidas menciones a una alianza estratégica con América Latina, que sonaron a lugares comunes. De hecho, el mandatario reconoció que no era el primero en prometer algo así, por lo cual su afirmación de que “las palabras son fáciles” no dejó de tener algo de ironía.
En su afán de sonar amable, Obama se centró en destacar las cosas buenas de la región. De tal manera, hizo generalizaciones contundentes en el sentido de que Latinoamérica es democrática, su economía está creciendo y los países que lo integran están trabajando juntos para enfrentar diversos desafíos. Bajo esa lógica, la contribución de la zona a la prosperidad y la paz mundial es decisiva.
Todo eso suena maravilloso y es parcialmente cierto. Sin lugar a dudas la época de las dictaduras ha quedado atrás, al tiempo que el Producto Interno Bruto regional avanza y las tensiones entre varias naciones han disminuido. Pero esa descripción no puede ignorar que hay tendencias autoritarias en Venezuela y Nicaragua, que a no todos les está yendo bien con el auge en los precios de las materias primas o que algunas diferencias históricas persisten, como las que separan a Bolivia y Chile.
Como si lo anterior fuera poco, existe la sensación de que hay una desconexión entre el discurso y la realidad. Colombia, para citar un caso, fue mencionada en varias ocasiones durante la intervención de Obama en Chile como un ejemplo de éxito, comenzando por el hecho de mejorar sus niveles de seguridad. El problema es que en contraste con la afirmación de que “mi administración ha intensificado sus esfuerzos para moverse hacia adelante en los tratados de libre comercio”, la realidad muestra otra cosa. Con la campaña electoral a la vuelta de la esquina y el temor a disgustar a los sindicatos que constituyen la base del Partido Demócrata, la Casa Blanca se ha negado a mandar el tratado al Congreso para su ratificación, a pesar de que este contaría con los votos favorables.
Semejante distancia entre lo que se dice y lo que se hace, tiene que ver con el espacio que ha perdido Washington en América Latina. En Chile, los grandes anuncios del presidente de Estados Unidos tuvieron que ver con el aprovechamiento de las redes sociales para impulsar la competitividad y con la voluntad de que 100.000 estudiantes de la región se eduquen en el país del norte y viceversa. Tales propósitos son encomiables, pero probablemente no justifican un viaje que generó tantas expectativas y que, fuera de unas buenas fotos, dejó muy pocos resultados concretos.
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