The Pentagon and Cyberwar

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A finales del pasado mes de abril, el secretario de Defensa estadounidense, Ashton Carter, presentó la nueva Estrategia de Ciberseguridad del Pentágono. Titulado The DoD Cyber Strategy,este documento, que reemplaza a la estrategia de 2011, traza el camino a seguir y los objetivos a lograr en materia cibernética por el Departamento de Defensa (DoD) durante el periodo 2015-2018. Este es el primer documento de estas características que plantea abiertamente que Washington podrá realizar actividades de ciberguerra al afirmar que el país “debe ser capaz de recurrir a las ciberoperaciones para destruir las redes de mando y control, infraestructuras críticas o sistemas de armas de los potenciales adversarios del país”.

También recuerda que las ciberoperaciones se integrarán plenamente en el planeamiento y conducción de las operaciones militares. Para ello, además de potenciar la constitución de cibercapacidades conjuntamente, el Pentágono ha planificado crear una ciberfuerza compuesta por 6.200 personas repartidas en 133 equipos cuyos cometidos principales están relacionados con la defensa, la inteligencia y el ataque en el ciberespacio. Además, el DoD ha comprendido que la formación y el plan de carrera de sus ciberguerreros son inadecuados. Por ello, el Pentágono tiene previsto desarrollar programas de intercambio con el sector privado, que disponen de planes de formación más avanzados y adecuados.

Paradójicamente, aunque esta estrategia proporciona algunas ideas sobre cómo se podrá utilizar el elemento cibernético en las operaciones militares conjuntas, plantea abiertamente que EE UU podrá utilizar las cibercapacidades de manera ofensiva (y no solo en labores de ciberdefensa o explotación tras un ciberataque). Además, empieza a explicitar la doctrina de disuasión y trata la necesidad de incrementar la cooperación en materia de ciberseguridad entre las distintas Administraciones del país, entre los actores públicos y privados y entre los socios y aliados clave.

Este último aspecto es muy importante, ya que nos permite descubrir quiénes son los aliados de Washington. Por un lado, los socios del Five Eyes (Canadá, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda), seguidos por algunos países de Oriente Próximo y Asia-Pacífico (que serán empleados para apoyar la Tercera Estrategia de Compensación en materia de defensa) y algunos miembros de la Alianza Atlántica. En otras palabras, la OTAN, como organización, no es considerada un actor en la materia —hay que recordar que las cibercapacidades de la Alianza Atlántica cubren las necesidades operativas del cuartel general, estructura de mandos y organismos asociados, estando a disposición de sus naciones miembros en caso de necesidad— debido a las grandes carencias que tienen algunos de sus miembros y que comprometen la capacidad de actuación de la Alianza. Tampoco la Unión Europea, más interesada en asuntos normativos y de privacidad que en los estratégicos y de seguridad. Este hecho esconde una clara declaración de intenciones y pone, una vez más, a Bruselas en una difícil situación al permanecer en la frontera del limbo cibernético y no asumir la dimensión estratégica que tiene el ciberespacio.

Además, no se debe perder de vista que la integración y desarrollo de esta estrategia estadounidense se realizará en el marco de la Iniciativa de Innovación en Defensa que, considerada como el pilar tecnológico de la Tercera Estrategia de Compensación, pretende potenciar la investigación básica y aplicada, la cooperación de la industria y la atracción de expertos para mantener la supremacía militar y cibernética frente a cualquier adversario potencial presente y futuro. Y es que en línea con las lecciones aprendidas de la Revolución en los Asuntos Militares (RMA) que centró el planeamiento de la defensa durante la década de los noventa y que ofreció productos como los aviones invisibles, los drones o las armas de precisión, uno de los pilares tecnológicos de esta Estrategia de Compensación será el elemento cibernético, fundamental para la disuasión convencional y nuclear, la ciberguerra y para habilitar la conducción de operaciones militares.

En definitiva, con la nueva estrategia del Pentágono, EE UU ha puesto una nueva pieza en la construcción de su entramado de ciberdefensa y ha dado un paso más —si es que no existían ya suficientes indicios— para militarizar el ciberespacio. No descartemos que en los próximos meses veamos nuevos desarrollos y actuaciones en esta dirección.

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