El enemigo del espíritu navideño se salió con la suya. Transformó la Nochebuena en una velada de preocupaciones compartidas por el futuro de la humanidad y del país. El Grinch tiene aliados, de hecho cómplices, en los más altos círculos del poder. Uno de los aguafiestas más peligrosos, Donald Trump, imbuido por el espíritu maligno, adelantó que planea expandir las capacidades nucleares de Estados Unidos. Escuchar esa declaración mientras carga uno los peregrinos en plenas posadas pone los pelos de punta.
Desde luego no hay cifras exactas, pues se trata de un dato al que pocos acceden, pero los expertos sostienen que EU tiene 8 mil cabezas nucleares, suficientes para reducir el planeta tierra a polvo en el cielo en pocos minutos. ¿Para qué diablos querrá expandir su arsenal? Acaso para destruir de paso otros planetas. En la lógica de la Guerra Fría, Estados Unidos recurriría a ese armamento para responder un ataque de las potencias comunistas, Rusia, antes URSS, y China en las que hoy operan extrañas modalidades del capitalismo de Estado. Lo que quieren es hacer negocios, levantar millones de dólares. Imponer la ideología marxista es cosa del siglo pasado. Claro que ante la imprudente declaración de Trump, que es un chivo en la cristalería mundial, ahora rusos y chinos también declaran que están listos para lo que sea y como también tienen sus bombas nucleares, pues harán otras más.
Refugio nuclear. Más bombas nucleares como regalo de Navidad, como si estuvieran hablando de esferas para el arbolito. El mundo está, con Trump y Putin en el puesto de mando, en las peores manos posibles. Esos dos constituyen un peligro real para el proceso civilizatorio de la especie humana, lo digo sin exagerar. Se trata de un siniestro ex agente de la KGB y un millonario inculto y egocéntrico. Peor, imposible. La Navidad recibió una paliza de la que le será muy difícil recuperarse. ¿Qué tipo de regalos pudo traer Santa Claus en este entorno? Acaso planos para hacer un refugio nuclear en el sótano de las casas, con alimentos y medicinas para sobrevivir varias semanas. O recibir de regalo un muro fronterizo, que es el regalo que no pedimos, pero que nos quieren imponer. De hecho, ya comenzaron los contactos entre autoridades de Texas y el equipo de Trump para comenzar con la construcción en el primer trimestre del 2017. Muro, reja, bordo, lo que sea pero Trump tiene que enviar el mensaje de que cumplirá su principal oferta de campaña.
En México las cosas no están mejor con respecto a los enemigos de la Navidad. El gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, quien se hace llamar El Bronco, sin pedir ayuda profesional, se puso en papel de Grinch regio y dijo a los niños del estado que hace como que gobierna, aunque el mando real está en los corporativos, que Santa Claus no existe y que son los papás los que le traen los regalos a los niños. Se robó la Navidad. Como lo tundieron en las redes sociales El Bronco trató enmendar su error y decir con un muy extraño discurso que en realidad Santa Claus y los papás son realidades diferentes pero estrechamente relacionadas. Es la marca de la casa, así gobierna, como dice una cosa dice otra y no acongoja. “Si ya saben cómo soy para qué me eligen”.
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