More ‘Hawks’ for Trump

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Más ‘halcones’ para Trump

Un nuevo elenco de funcionarios despierta serias dudas sobre el rumbo de la política exterior de Estados Unidos.

Hasta hace muy pocas semanas, las justificadas inquietudes sobre los erráticos ímpetus del presidente Donald Trump, sus prejuicios en contra del libre comercio y su proclividad a sustituir la diplomacia con fuerza militar, contaban con algunas contrapartes atemperadoras en su equipo de gobierno. Hoy, tres de los miembros más prominentes de ese sector han renunciado o han sido destituidos. Como sustitutos, han ascendido personas con instintos y posiciones muy similares a las de Trump; por esto, lejos de atenuar, podrían estimular decisiones que pongan en riesgo la estabilidad internacional. Si ya estábamos preocupados por el curso de la toma de decisiones en la Casa Blanca, las inquietudes han aumentado.

El 6 de este mes, Gary Cohn, un reconocido banquero de Wall Street que se desempeñaba como presidente del Consejo Económico Nacional y, por tanto, principal consejero presidencial en la materia, renunció a su cargo. Motivo: la imposición de aranceles del 25 % a la importación de acero y un 10 % a la de aluminio, anunciada por Trump, que él adversaba. Luego se decretaron varias excepciones, pero la decisión unilateral constituyó un serio golpe al sistema multilateral de comercio. Cohn fue sustituido por un comentarista de televisión con poca experiencia y su salida incrementó la influencia del secretario de Comercio, Wilbur Ross, y el consejero presidencial en la materia, Peter Navarro, quienes no parecen tener reparos en la posibilidad de iniciar una guerra comercial, particularmente con China.

Una semana después, Trump destituyó, mediante un mensaje en Twitter, al secretario de Estado, Rex Tillerson, quien sostenía posiciones distintas sobre varios temas clave de política exterior y, además, había sido incapaz de mostrar liderazgo en la materia. El reemplazo anunciado es Mike Pompeo, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), un “halcón” en temas de seguridad nacional, quien requerirá ratificación del Senado para ocupar el cargo. A este lo sustituirá la subdirectora, Gina Haspel, quien en el pasado apoyó el uso de tortura para interrogar a sospechosos de terrorismo.

Pocos días después, siguió la renuncia del teniente general H. R. McMaster como consejero nacional de seguridad, cargo clave en la estructura de la Casa Blanca, respetado por su conocimiento y sensatez en la conducción de una materia tan sensible. Su sustituto, a partir del 6 de abril, será John Bolton, exembajador ante las Naciones Unidas, quien se ha caracterizado no solo por sus rígidas concepciones, sino también por un estilo confrontativo y propicio al uso de la fuerza.

Ahora, el único funcionario con adecuada racionalidad y rango suficiente para frenar los impulsos de Trump, Pompeo y Bolton es el secretario de Defensa, general James Mattis, a quien, sin embargo, se le atribuye haber expresado dudas sobre las posibilidades de trabajar con este último. Pero aunque permanezca en su cargo, es indudable que el balance de fuerzas se ha inclinado, tanto en comercio como en política exterior y seguridad nacional, hacia personas y posiciones mucho más extremas que las prevalecientes hasta ahora. De aquí la inquietud generada, sobre todo entre los aliados estadounidenses, cada vez más inseguros sobre cómo conducir sus relaciones con la principal potencia global.

En el horizonte inmediato, hay desafíos tan grandes como el anunciado encuentro, en mayo, entre Trump y el dictador norcoreano, Kim Jong-un, del que difícilmente saldrá algo positivo si no se planea y conduce con extremo cuidado. También en ese mes es muy posible que el presidente declare que Irán está incumpliendo el acuerdo nuclear suscrito con Estados Unidos, China, Rusia, Francia, el Reino Unido y Alemania. Esto implicaría la reimposición de sanciones por los estadounidenses y la posibilidad de que el arreglo colapse, algo particularmente inquietante para los europeos. A lo anterior se suman, entre otros asuntos, el errático manejo de las relaciones con China y Rusia, las señales contradictorias sobre la OTAN y el desdén por varios organismos multilaterales, incluidas las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio.

El menú es en extremo delicado. Cualquier mal cálculo o imprudencia podrá tener consecuencias sumamente graves. El riesgo siempre ha existido, pero ahora se ha exacerbado, y difícilmente puede esperarse algo mejor a mediano plazo.

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