Nueva York se paró seis veces este miércoles con un minuto de silencio para conmemorar los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas. Durante la ceremonia a los pies de la Torre de la Libertad se leyeron los nombres de las 2.983 víctimas mortales. Esa es la tradición desde hace años. Pero 18 años después del ataque, sigue muriendo gente en la ciudad de los rascacielos.
La ceremonia de este año fue la primera que incluyó un acto dedicado a los bomberos, policías y otros agentes que participaron en las labores de emergencia, que murieron después del 11-S por enfermedades provocadas por las partículas tóxicas que se liberaron tras desplomarse los edificios. Sus nombres están recogidos en seis losas de granito, el mismo material que bordea las cascadas construidas en el lugar que ocupaban las torres.
Richard Driscoll se convirtió el pasado mes de julio en el bombero número 200 que perdió la vida por enfermedades relacionadas con el 11-S. Sirvió al cuerpo durante tres décadas, antes de retirarse en 2002. Kevin Nolan también falleció el pasado verano. Ambos no dudaron en bajar al lugar del atentado desde Harlem y el Bronx para participar en las labores de rescate. Ahí se quedaron hasta el final.
“Sigue siendo inconcebible que ahora, 18 años después, sigamos perdiendo a personas queridas”, lamentaba el jefe de la FDNY (el servicio de bomberos de Nueva York), Daniel Nigro, durante una ceremonia celebrada el pasado viernes para recordar a los 22 agentes que murieron el último año. Y el número seguirá creciendo, porque se calcula que se superarán los 343 fallecidos. “Esa es la realidad”, afirmó ante los familiares.
El Congreso de EE UU acaba de aprobar una legislación para garantizar que el fondo creado para la asistencia de personas que participaron en las labores de rescate sigue recibiendo dinero. La legislación lleva el nombre de James Zadroga, que murió también días después de que la norma fuera adoptada tras un intenso debate. Miles de personas trabajaron durante nueve meses en la zona cero buscando restos.
“En el día más oscuro de nuestra ciudad”, recordó el alcalde Bill de Blasio, “miles de empleados respondieron a la llamada. No lo dudaron. Necesitamos estar ahí por sus familias, ahora y siempre”. Hasta la fecha, se contabilizan más de 440 fallecidos entre el personal de emergencia por partículas tóxicas. Hay 51.000 personas que reclamaron algún tipo de compensación al fondo.
La familia de Rubén Correa no tiene ni siquiera un cuerpo que velar. El bombero corrió hacia la zona cero, en sentido contrario de los que evacuaban el bajo Manhattan hacia el norte de la isla o Brooklyn. Es uno de los casi 1.100 fallecidos tras desplomarse los dos rascacielos y cuyos restos nunca fueron identificados. Los suyos se acercan a la ceremonia porque saben que sigue ahí.
La madre de Kenneth Marino fue una de las que participó en la ceremonia del 18º aniversario leyendo los nombres de las víctimas. “Ser bombero no es un trabajo”, dijo, “es una vocación. Nadie hace lo que ellos, especialmente en el 11-S. Mi hijo es uno de los que no lo consiguió, pero su espíritu sigue vivo”. Admite que el paso del tiempo no ha contribuido a aliviar la pérdida.
Para que las nuevas generaciones no olviden, también por primera vez, los colegios en Nueva York guardaron un minuto de silencio obligatorio para conmemorar el 11-S. A los alumnos más pequeños se les explicó que se hacía para honrar a las personas que ese día se movilizaron para responder a la emergencia. A los más mayores se les explicó el evento histórico.
Los estudiantes que terminarán este curso el instituto eran recién nacidos en 2001. “Se lo debemos a todos los que perdimos y a los innumerables héroes que corrieron hacia el peligro ese día y los días que siguieron”, justificó el gobernador Andrew Cuomo, “con este día de recuerdo contribuiremos a asegurarnos de que nunca se olvide no solo el dolor de ese momento, sino el coraje, el sacrificio y el amor que definió la respuesta”.
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