Una batalla por el alma de América. Así ha definido las próximas elecciones presidenciales el equipo de campaña de Joe Biden, el aspirante demócrata a desalojar a Donald Trump de la Casa Blanca. Es una definición certera. Los comicios del 3 de noviembre, lejos de servir únicamente para elegir un presidente, suponen también un referéndum sobre qué valores preferirán la mayoría de estadounidenses para representarse a sí mismos y a su país, tanto dentro como fuera de sus propias fronteras.
Biden, que de ganar las elecciones sería el segundo presidente católico de Estados Unidos -el primero fue John F. Kennedy-, se presenta a sí mismo como un aliado de la luz frente a la oscuridad del trumpismo. Su campaña va a centrarse en proyectarse con vocación de ser un presidente de todos y liderar un proyecto de reunificación de los estadounidenses alrededor de los valores básicos del respeto y la convivencia democrática que Trump no ha dejado de dinamitar durante su mandato.
Las encuestas son claramente favorables a los demócratas en estos momentos. La pésima gestión sanitaria de la pandemia ha situado a Trump en una situación muy complicada. No solo porque Estados Unidos sea el país con el peor registro de infectados y fallecidos, sino porque las graves consecuencias económicas de la crisis hacen imposible que los republicanos puedan llegar a los comicios enarbolando la bandera de la recuperación económica, que es la baza con la que contaban tan solo hace unos meses.
La nominación como candidato de Biden, vicepresidente con Barak Obama, no fue un camino de rosas. Para lograrla tuvo que conseguir que se impusiera el pragmatismo entre las bases demócratas y barrer del escenario propuestas izquierdistas más radicales, como la que representaba el senador Bernie Sanders. Había dudas sobre si el ala más izquierdista de los demócratas se mantendría fiel a Biden, pero la Convención Demócrata las ha despejado y, a diferencia de hace cuatro años con Hillary Clinton, esta vez todo el Partido Demócrata parece dispuesto a trabajar codo con codo para desalojar a Trump del Despacho Oval.
En este sentido, la elección de Kamala Harris, hija de inmigrantes de origen jamaicano e indio instalados entre la élite económica y cultural y con una impecable trayectoria profesional y política, como candidata a la vicepresidencia ha sido un acierto de Biden, puesto que aporta un plus de ilusión imprescindible a partes muy relevantes de su electorado que no estaban de entrada entusiasmados con un candidato de 77 años que lleva medio siglo en política.
Aunque en estos momentos todas las encuestas son favorables a los demócratas, la experiencia aconseja ser cautos sobre las predicciones. Trump sigue teniendo un gran predicamento entre aquellos que le votaron hace cuatro años y, además, la campaña será larga y sucia -dificultades en el voto por correo, acusaciones de demencia a Biden, etcétera- y el escenario es de una gran volatilidad política. La cuenta atrás en la batalla por el alma de América ha empezado.
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