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Realidades de un 11 de septiembre

7 de Septiembre del

Néstor Núñez

Todavía el mundo recuerda la cara de George W. Bush cuando con un texto infantil en las manos, y frente a un grupo de alumnos de primaria de la Florida, alguien le dijo al oído que el país estaba bajo ataque.

Era el 11 de septiembre de 2001, y por largos minutos el Presidente esbozó una ridícula mueca de indecisión e ignorancia. Luego, con el pasar de los días, se hizo evidente que el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono con el uso de aviones civiles como misiles, se convirtió en el gran pretexto para aplicar las recetas neoconservadoras a gran escala.

Los episodios posteriores de Afganistán e Iraq obedecieron a aquella “lógica” washingtoniana de “combatir el terrorismo a escala global” y otorgar a la Casa Blanca la patente de corso para agredir a cualquiera en cualquier “oscuro rincón” del planeta.

Al interior, fue posible la violación de los derechos y la privacidad de los ciudadanos, la persecución y delación por medio de cualquier infundio, y el envío masivo de tropas y recursos a las aventuras en Asia Central, que a la larga resultan un matadero para invasores e invadidos, y un lucrativo negocio para las empresas petroleras y aquellas contratadas por el Pentágono.

A seis años de aquellos sucesos, y a partir de los beneficios de toda índole que han reportado a los grupos más reaccionarios dentro de los Estados Unidos, no pocos sospechan que algo sucio se ha movido en toda esta trama.

Abogados ligados a los familiares de las víctimas de Nueva York, esencialmente empleados de segunda categoría y socorristas, han declarado no descartar la idea de que el atentado fuese alentado por los ultraconservadores o al menos se dejase ocurrir sin actuar contra quienes lo preparaban.

Resulta inconcebible, aducen, que todo el aparataje de seguridad nacional no fuese capaz de detectar a terroristas de origen árabe que vivían y se entrenaron en la Florida durante largo tiempo, mientras por esos días se apresaba con bombo y platillo a Cinco luchadores cubanos que pretendían evitar los sabotajes urdidos en Miami contra su país por contrarrevolucionarios financiados por las administraciones norteamericanas.

Son realidades como para tomar en cuenta, aun cuando, como es habitual en aquel país, cualquier documento oficial al respecto dormirá por años en los archivos secretos antes de sorprender a los incautos .

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