Electoral Cheats, The U.S.A. Way

<--

En una época de elecciones, electores y elegidos a ambos lados del estrecho de La Florida, y de un tenaz enfrentamiento conceptual entre esto que hacen los cubanos con sabor a pueblo, y aquello que les tratan de vender sus vecinos de más arriba con el hedor a las trampas del dinero, valen la pena algunos recordatorios, porque los viejos polvos de allá trajeron ciertos lodos en los que, lodos al fin, nadie cree.

Cuando las 13 colonias de inmigrantes ingleses dieron lugar a la raíz de una nueva nación, el mundo asistió al nacimiento de los Estados Unidos de Norteamérica, país llamado a trascender por una estupenda manía de grandeza y algunas excentricidades que, salvo sus naturales, tal vez más nadie entienda ni apruebe.

Su primera y hasta hoy única Constitución fue escrita en el 1787, algo más de una década después de la Declaración de Independencia adoptada el 4 de Julio de 1776, y a lo largo de los 221 años posteriores el moderno imperio sólo se ha dedicado a colgarle apéndices que obran como correctores de la rudimentaria puntería original.

Para concretar los intentos de ir llenando huecos, fueron las 10 primeras enmiendas denominadas Bill of Rights (la Declaración de los Derechos). Después siguieron cayendo otras hasta el número 17, pero entre todas no han logrado eliminar alguna que otra sonada rareza.

Conocemos, por ejemplo, que de acuerdo con lo que pudiera llamarse diseño remoto, el sistema electoral norteamericano no nació concebido para que las personas comunes fueran a las urnas a votar por los mandatarios directamente. Siempre han hecho uso de ese derecho formalmente, con arreglo a un laberinto que mientras más se explica menos se entiende.

La elección verdadera es asunto de los Colegios Electorales, algo que la Agencia Internacional de Noticias Prensa Latina llamó “reliquia constitucional del siglo XVIII, muy bien aprovechada en función de los interesas del gran capital.” Se trata de una exclusividad tan maleable como el plomo y además escurridiza, porque ha escapado ilesa a las posibles buenas intenciones de 27 enmiendas constitucionales.

Los norteamericanos llaman Colegios Electorales a grupos de electores de especiales características, propuestos por los Partidos tradicionales a nivel de los Estados, elegidos por el voto popular pero con tal poder que en no pocos casos han sido protagonistas de auténticas pesadillas.

En noviembre del 2008 habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos. La gente común irá a las urnas. Pero en diciembre, es decir mucho después de los comicios “populares”, se reunirán los Colegios Electorales por Estados para votar por el Presidente y el Vicepresidente. Entonces uno se pregunta: ¿Para qué las elecciones de noviembre? ¿Acaso farsa o burla? ¿Es que 221 años son muy poco tiempo para cambiar algo que el mundo entero critica, entre otras cosas porque no comprende?

Y si de pesadillas electorales se trata, ninguna más elocuente que aquella del año 2000, a cargo de los tramposos que, gracias a estos mecanismos intransitables incluso para Satanás, lograron, con un fraude escandaloso, imponer a Bush como Presidente.

Sin que el señor candidato republicano contara con la mayoría de los votos verdaderos, los de la población, que son reconocidos por el Sufragio Universal independientemente de la raza, sexo o creencias, una zancadilla en La Florida, con la oscura diferencia de apenas 537 votos y el apoyo de los congresistas reaccionarios de origen cubano, le dio un triunfo inaudito. Así las cosas… ¿de qué democracia hablan? ¿Qué consejos pueden ofrecer?

En los primeros 50 años de su historia el país norteño sólo permitía votar a los hombres blancos y con propiedades suficientes. El poder debía ser legitimado por el otro poder, el del dinero. Después, según la enmienda número 15, autorizaron el voto a los negros, mientras las mujeres debieron esperar hasta el año 1920 para alcanzar ese derecho.

Pero con arreglo a la verdad, ni los negros ni las mujeres han tenido allí nada que ganar cuando está en juego el poder de los blancos duros. Por ejemplo, en el año 2004 el voto negro de La Florida, que según cálculos debía favorecer al demócrata John Kerry, fue brutalmente bloqueado. Bush tenía que seguir siendo el símbolo de la grandeza, y se acabó.

Según ese testimonio, los Demócratas podrían estar en aprietos para las próximas elecciones de noviembre, pues deberán enfrentar a un blanco tradicional que está por la actual línea dura, con lo que nunca nadie ha vencido en Estados Unidos: una mujer o un negro.

En Cuba, mientras tanto, se reciben con abucheos las exigencias del Bush hijo. Cuando dice que aquí deben haber elecciones “libres y transparentes”, uno se pregunta cómo es posible la referencia a detalles que él nunca ha visto en su propio medio. Arroja piedras a techos vecinos sin tener en cuenta que el suyo, por debilucho, puede ser roto hasta con una carcajada.

About this publication