Eli Bravo // Un americano en Pyongang
Como un puente sin palabras, la música fue capaz de saltar todas las barreras ideológicas
Casi trescientos gringos aterrizaron en Corea del Norte dispuestos a conquistarla. En lo que ha sido la incursión del mayor contingente de estadounidenses después de la guerra del 50, la Filarmónica de Nueva York interpretó en el Gran Teatro de Pyongang la música de Dvorák, Wagner, Bernstein, Gershwin, y lo más sorprendente, el Star Spangled Banner ante una audiencia de burócratas, oficiales de alto rango y diplomáticos. Cuando la orquesta cerró con Arirang, una pieza clásica del repertorio folclórico coreano, algunas lágrimas brotaron en la sala. Como un puente sin palabras, la música fue capaz de saltar todas las barreras ideológicas. Al finalizar los aplausos sonaron por más de 5 minutos.
“Podemos decir que fue una misión cumplida”, comentó el director Lorin Maazel tras el recital “y quizás hayamos logrado instrumentar la apertura de una puerta”. Ojalá, aunque en la Casa Blanca el comentario fue que un concierto no cambia la historia y Corea del Norte tiene tareas pendientes con la democracia y el desmontaje de su programa nuclear. En Pyongang el concierto fue televisado, pero la radio, el verdadero medio de poder, hizo mutis absoluto y la prensa controlada por el Gobierno relegó la reseña a páginas internas, desplegando en primera plana el ramo de flores que Kim Jong Il envió a Raúl Castro para felicitarlo por su nuevo cargo.
¿Virtuosismo perdido en el aire? Lo dudo. En este mundo globalizado son los cambios sutiles los que dibujan grandes sucesos y no hay mejor estrategia para desmontar una tiranía que inyectar en la gente una pasión por lo sublime, la justicia y la libertad. Aislar a Corea del Norte, como se ha aislado a Cuba y Birmania, o en el pasado se hizo con China o Rusia, solo enquista el poder en el corazón de los pueblos. Para los músicos clásicos norcoreanos, acostumbrados a interpretar melodías nacionalistas y alabanzas al líder, esta fue una oportunidad ideal de tocar de primera mano, literalmente, la corriente universal del arte en un mundo que cada vez se hace más pequeño y dinámico.
Y para el año que viene Eric Clapton ha sido invitado a Pyongang. Dicen que Kim Jong-Il es fan de “manos lentas”. Para una nación donde el rock y el pop están prohibidos por ser mala influencia, este es un gran cambio. Quizás la experiencia china le está abriendo los ojos a la élite norcoreana. Habrá que ver sus rostros cuando Clapton toque los acordes de Cocaine.
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