The Democrats’ Dilemma

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WASHINGTON, D.C. –En Estados Unidos ahora mismo, hay un nuevo significado para la frase “matrimonio mixto”. Antes se usaba ese término para describir una pareja de religiones distintas, pero ahora se usa para describir una pareja dividida sobre el gran “monotema” apasionado de la actualidad estadounidense: la guerra política entre Hillary Clinton y Barack Obama. Les puedo contar que he visto con mis propios ojos que hay parejas que ya no pueden hablar del tema sin llegar casi, casi a la violencia física.

Todos los indicios son de que esta será una guerra hasta la muerte y muchos temen (me incluyo) que esta autodestrucción entre los demócratas le entregará el triunfo a los republicanos en noviembre. Ese temor influye profundamente en las actitudes de los pro Barack y los pro Hillary porque una de las grandes incógnitas es cuál de los dos es más crudamente “elegible” (en inglés, “more electable”), dado que Estados Unidos nunca ha tenido un presidente que no sea varón y blanco. Como preguntó un titular del diario Washington Post en 2006, “¿es Estados Unidos demasiado racista para Barack y demasiado sexista para Hillary?”.

Bueno, hace dos días me encontré con una encuesta que responde directamente a esa pregunta y la respuesta es que los ciudadanos estadounidenses están muy listos a aceptar a un negro o una mujer en la Casa Blanca aunque, curiosamente, de ninguna manera aceptarían a un ateo.

Hace poquito más de un año (febrero, 2007), Gallup hizo una encuesta que midió cuántos estadounidenses estarían dispuestos a votar por una candidato “bien calificado” para la presidencia en las distintas categorías no tradicionales. Los resultados arrojaron las siguientes cifras (www.gallup.com): el 95% votaría por una persona católica (4% rehusaría hacerlo); el 94% votaría por una persona negra (5% rehusaría); el 92% votaría por una persona judía (7% rehusaría); el 88% votaría por una mujer (11% rehusaría); el 87% votaría por una persona hispana (12% rehusaría); el 57% votaría por una persona de 72 años de edad (42% rehusaría); el 55% votaría por una persona homosexual (43% rehusaría); el 45% votaría por una persona atea (53% rehusaría).

En base a esas cifras, uno que ve la candidatura de Barack Obama lleva una ventaja pequeña, pero no insignificante sobre la de Hillary Clinton. Como feminista, me hiere constatar que Estados Unidos todavía sufre de un sexismo que injustamente frena la candidatura de Hillary o cualquiera otra aspirante a la Casa Blanca, pero de nada sirve cerrar los ojos a las verdades hirientes. De consuelo está el hecho de que la aceptación de mujeres en la presidencia ha ido aumentando: según Gallup, en 1937 estaba solo en 33%, y en 1967, en 57%. La aceptación del 88% que las mujeres marcan ahora es un avance importante pero, a final de cuentas, insatisfactorio.

Por otro lado, fíjense en la poca aceptación para un candidato de 72 años, lo que se refiere específicamente a John McCain, quien de ganar en noviembre sería el presidente más viejo en la historia de Estados Unidos (al momento de su elección). Ronald Reagan, por ejemplo, tenía 69 años cuando fue elegido y quizás el ejemplo de su deterioro durante los ocho años de su presidencia explica que ahora, solo 57% de los encuestados votaría por un candidato así de viejo, mientas que 42% lo rechazaría de plano.

Aun así, y a pesar de otras debilidades como su apoyo a la guerra en Irak y la impopularidad de George W. Bush, las encuestas muestran que McCain será un candidato formidable, pero no invencible. Por ahora, las encuestas claramente indican que tanto Barack como Hillary le ganaría estrechamente a McCain, aunque Barack lo haría con un poquito más de margen. (Ver http://www.realclearpolitics.com/epolls/2008/president/national.html).

Como posdata, recomiendo fijarse también en que las cifras de esa encuesta de Gallup indican que hay buena aceptación de la posibilidad de un candidato hispano; aunque Bill Richardson fracasó rotundamente, quizás le abrió camino al próximo. Por otro lado, es deprimente ver el prejuicio profundo político contra los homosexuales y los ateos, que a mi juicio parte de un solo problema: el fanatismo religioso que se ha apoderado de la política estadounidense. Estoy segura de que en mi vida veré la elección de mujeres y negros a la Presidencia de Estados Unidos –si no en esta vuelta, en las próximas– y creo que la aceptación de homosexuales en la Casa Blanca no es un imposible, pero lo que de verdad anhelo ver antes de morirme es la elección de una persona atea.

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