El 26 de junio de 1963, un carismático presidente de EEUU pronunció en Berlín la frase “Ich bin ein Berliner” (“Soy un berlinés”), con el fin de pedir el fin del bloqueo soviético impuesto a la capital alemana, en plena Guerra Fría. Han transcurrido 45 años, y otro carismático político demócrata, en este caso aspirante a la presidencia de EUUU, ha vuelto a Berlín para pedirle ¿a Europa? una participación activa en la comunidad internacional e, indirectamente, una mayor colaboración con la política exterior y de defensa de EEUU.
Hace medio siglo, John F. Kennedy intentó ganarse el corazón de la Europa de la posguerra y ablandar el de una Unión Soviética dispuesta a mantener con puño de hierro su ámbito de poder en Europa.
Hoy, el candidato demócrata a la presidencia de EEUU, Barack Obama, se ha dirigido a las decenas de miles de personas congregadas en el parque Tiergarten de Berlín, “como ciudadano orgulloso de EEUU y ciudadano del mundo”, para decirle a Europa: “No podemos permitirnos estar divididos”.
Con más de un cuarto de hora de retraso, con concesiones a su condición de afroamericano (“sé que no me parezco a los otros estadounidenses que han hablado antes que yo”) y ante una audiencia entusiasta, Obama tuvo el valor de reconocer que EEUU ha cometido errores, aunque pidió a los berlineses (en realidad, hablaba a los ciudadanos del mundo) que siguieran confiando en EEUU.
Frente a los “nuevos peligros” que afronta el mundo del siglo XXI, entre los que citó el terrorismo, el calentamiento global, la facilidad de acceso al armamento nuclear, el tráfico de droga, la pobreza y violencia en Somalia, el genocidio en Darfur —”que avergüenza nuestras conciencias”, dijo—, Obama lanzó un mensaje contundente: “Ninguna nación puede vencer esos retos por sí sola”. Son unos desafíos muy diferentes a los de la Guerra Fría, pero no menos exigentes, según el candidato demócrata, y ante los cuales no cabe la división.
“El único camino es derribar muros y tender puentes”, sostuvo Barack Obama, que pidió, en diferentes puntos de su discurso y con abundantes metáforas, el destierro de una actitud aislacionista.
La audiencia más crítica de su discurso podría recordarle a Obama que el país que aspira a comandar ha firmado multitud de acuerdos bilaterales para garantizar la inmunidad de sus tropas, funcionarios y mercenarios destacados por todo el planeta, y niega sistemáticamente la autoridad de los tribunales internacionales de justicia y la supremacía del Derecho Internacional. Un panorama que ninguno de los candidatos en liza (el republicano John McCain y Barack Obama) ha dado muestras relevantes de querer cambiar.
En un discurso que, por momentos, parecería más destinado a convencer a los norteamericanos que a los europeos, Barack Obama dio un portazo a la política unilateral, basada en alianzas estratégicas de interés, del presidente cesante George W. Bush y proclamó: “América no tiene mejor socio que Europa”.
No hizo distinción, en este caso y al contrario que Bush, entre la Vieja Europa (encabezada por los países reticentes a la invasión de Irak) y la Nueva Europa, que estaría representada, según esa doctrina del presidente actual, por los países dispuestos a albergar el escudo antimisiles de EEUU o a colaborar con la CIA en su “guerra global contra el terror”.
Obama, siguiendo con lo expresado durante su paso reciente por Oriente Próximo, pidió a Europa que se involucre en las campañas militares en las que participa EEUU —”Afganistán necesita nuestras tropas y sus tropas”— y que secunde la presión diplomática, encabezada por EEUU, contra el desarrollo de la capacidad nuclear de Irán. Eso sí, desde una óptica pacifista: “Debemos recuperar el objetivo de un mundo sin armas nucleares”.
Desde que comenzó su gira internacional, Obama se había limitado a convocar ruedas de prensa y hacer declaraciones informales. El de Berlín ha sido un discurso meticulosamente planificado, que buscaba reforzar el mensaje de cambio y de unidad del candidato con la fuerza simbólica que tiene hablar en la capital de un país destruido por la Segunda Guerra Mundial, dividido en dos grandes bloques (occidental y soviético) tras la invasión de la URSS y renacido —el llamado ‘milagro alemán’— gracias, en parte, a la generosa ayuda de EEUU.
Desde la tribuna situada en la emblemática plaza berlinesa, un Obama sobrio en las formas (con la salvedad de sus momentos de agradecimiento al inicio del discurso) proclamó: “Gentes del mundo, mirad a Berlín, donde los alemanes y americanos trabajaron juntos y aprendieron a confiar entre sí”.
La intervención de Obama fue el punto álgido de una jornada que le llevó a reunirse con la canciller Angela Merkel (conservadora), con la que debatió, entre otros asuntos, sobre la economía mundial, el programa nuclear iraní y la paz en Oriente Medio.
La gira internacional de Obama, previa a la gran convención demócrata que tendrá lugar en agosto, le ha llevado a visitar Irak, Afganistán, Jordania, Israel y Alemania. La próxima parada será, este viernes, en Francia, donde se entrevistará con el presidente, Nicolas Sarkozy, a las 17.00 horas (15.00 GMT). La franja europea finalizará con una visita a Londres, donde se reunirá con el primer ministro, Gordon Brown, antes de regresar a EEUU.
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