The Vision of Obama

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Al día de hoy, Barack Obama sólo demuestra un conocimiento, interés y comprensión muy limitada de los intereses y la visión del mundo de Berlín, Londres, París, Roma y Madrid.

Madrid (Zapatero) y Roma (Berlusconi) son capitales prescindibles e insignificantes en su gira internacional, a pesar de la importancia posiblemente crucial del voto hispano, las turbulencias del Cono Sur, o la influencia histórica de la cultura española en el continente americano, de California al estrecho de Magallanes.

En Berlín, los llamamientos líricos a una pacífica ciudadanía global son más aplaudidos en la calle que la nítida petición de una «mayor participación en el fardo de la seguridad global». La propuesta del senador Obama de incrementar la participación militar aliada en Afganistán no suscita en el Gobierno de coalición de Angela Merkel un entusiasmo frenético. Y el recuerdo de la heroica resistencia del pueblo de Berlín tiene un amargo paralelismo para el pueblo de Bagdad: la libertad de Berlín durante la guerra fría reposaba en la determinación militar de Washington.

En Londres y París, la «paz global sin armas nucleares» es acogida con una sonrisa irónica y distante. El arma nuclear sigue siendo el pilar fundacional de todo el sistema de defensa francés y británico. París jugó un papel determinante a la hora de dotar del arma atómica a Israel, donde la disuasión nuclear sigue siendo percibida como el recurso último para asegurar la existencia del Estado.

Amargas y trágicas realidades históricas, cuya comprensión sigue siendo indispensable para asegurar un mínimo diálogo trasatlántico.

Hasta hoy, el senador Obama prefiere eludir tan ingratas cuestiones, que tienen insondables raíces históricas, europeas y americanas, íntimamente trabadas. La seguridad en el Mediterráneo occidental y el puesto de Europa en la seguridad de los EE.UU. son dramas en carne viva poco compatibles con la orquestación publicitaria del presunto humanismo que las ignora.

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