Para este viaje, los demócratas no necesitaban estas alforjas
PABLO PARDO desde Washington
23 de agosto de 2008.- Barack Obama, el que se vendía como el hombre ajeno al sistema, ha vuelto a jugar seguro y ha optado por su colega del Senado Joseph Biden como candidato a la vicepresidencia. Es una decisión que hace feliz a todos los expertos y a los consultores políticos de Washington. Pero parece más que cuestionable que vaya a tener un efecto positivo en la campaña de Obama. En mi opinión, al elegir a Biden, el candidato demócrata le ha hecho un gran favor a su rival John McCain.
¿Qué aporta Biden? Básicamente, una cabellera bien peinada, una sonrisa profidén y un aire de estadista. Y nada más. No aporta un Estado, al contrario que el gobernador de Virginia, Tim Kaine, o el ex gobernador de Indina, Evan Bayh. Porque Biden representa a Delaware, un territorio existencialmente demócrata. Y, seamos honestos: Biden tampoco aporta experiencia. Porque 36 años en el Senado de EEUU no son experiencia política. El Senado es una cámara endogámica y con toques aristocráticos, en la que una vez que se gana el escaño es casi imposible perderlo. Un ejemplo: la primera causa de renovación de esa cámara no es la pérdida de elecciones por los legisladores, sino la retirada de éstos de la política.
Así que un senador da mucha menos competitividad a una candidatura que un gobernador. Prueba de ello es que, desde 1960, EEUU no ha elegido a un senador para la Casa Blanca. Siempre a gobernadores. ¿Por qué? Por varias razones. Una es que los gobernadores tienen experiencia ejecutiva. Están acostumbrados a pelear de forma feroz con los Legislativos de sus Estados, y no a los alambicados pactos de caballeros del Senado. Cada cuatro años se enfrentan a elecciones feroces. Y frecuentemente tienen el número de mandatos limitados. Justo al contrario que los senadores cuasivitalicios de EEUU.
Y, ahora, pese a todo ello, los demócratas presentan un ticket con dos senadores.
Biden tampoco aporta experiencia en política exterior. La política exterior se hace en el Departamento de Estado, en el de Defensa, en el del Tesoro y en la Casa Blanca. No en el Senado. Participar en las audiencias del Comité de Asuntos Exteriores del Senado, que Biden preside desde hace un año y medio, no da experiencia en ese campo.
El historial de Biden también puede dañar a Obama entre sus bases, porque el senador de Delaware votó en 2002 a favor de la invasión de Irak. Mejorando lo presente, Biden reclamó una escalada de la Guerra con el envío de más tropas similar al realizado por Bush hace un año y medio, y que Obama siempre ha criticado. También ha propuesto que la OTAN se involucre en Irak, una idea que sin duda no hará muy felices a los europeos. Y, quien espere una revolucionaria política exterior de Obama, más allá de discursos llenos de lugares comunes en la Puerta de Brandeburgo, que lea este intercambio de pareceres entre Biden y el periodista Nir Rosen en una sesión del Comité de Asuntos Exteriores del Senado.
Finalmente, Biden es malo haciendo campaña. El 1% de los votos que sacó en las primarias de Iowa, en enero, ratifican eso. Ha tratado de ser presidente tres veces. Tiene una imagen narcisista que le hace más bien atacante y no funciona en las zonas rurales o industriales en Estados como Indiana, Ohio o Michigan, que van a ser decisivas el 4 de noviembre. Su visita electoral a una granja de cerdos de Iowa vestido con un traje a medida hecho por un sastre, el año pasado, fue toda una muestra de su estilo. Biden, finalmente, no tiene tirón entre los latinos, un grupo que sigue mirando con suspicacia a Obama.
Casi la única ventaja de Biden es que es un baby-boomer. O sea, un miembro de la generación nacida entre 1946 y 1964. En otras palabras: puede ser atractivo para una gran parte de los votantesy las votantesde Hillary Clinton, que siguen sin ver a Barack Obama con buenos ojos. Una ventaja incierta, porque acaso Obama podría haber escogido a las gobernadoras de Kansas o de Missouri para lograr esos objetivos.
Así que Biden, en último término, no aporta nada a la campaña de Obama. Claro que ésa es una campaña que no ha logrado hasta la fecha ser competitiva en ningún Estado en el que Al Gore o John Kerry no lo fueron ya en 2000 y en 2004, con la sola excepción de Virginia. Si éste es el gran cambio de estilo, estrategia, tono y sustancia de Barack Obama, parece que John McCain tiene cada día las cosas un poco más fáciles para ser presidente. Para este viaje, los demócratas no necesitaban estas alforjas.
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