Republican Pride

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McCain, de 72 años, se presenta como candidato del futuro y del cambio en la política de EE UU

La Convención Republicana, que proclamó el jueves por la noche al senador John McCain como candidato a la presidencia de EE UU y a la polémica gobernadora de Alaska, Sarah Palin, como vicepresidenta, ha resultado interesante por muchos motivos, y no precisamente por el discurso final del aspirante a la Casa Blanca, confuso, mal leído, peor hilvanado y directamente imposible de creer en algunos pasajes clave.

Los republicanos comenzaron con el corazón encogido por si el huracán Gustav les estropeaba la fiesta; respiraron al ver que George W. Bush no asistía; enloquecieron con el discurso contra el establishment de Palin, una mujer empeñada en hacer realidad todos los tópicos del conservadurismo radical (armas, creacionismo, más pozos de petróleo en su tierra); y en general consideraron correcto y creíble que el candidato a la Casa Blanca se presentara como el líder de todos los americanos, de todas las reformas y del futuro.

McCain quiso recuperar el orgullo dañado del partido del elefante tras los ocho años del pésimo mandato de Bush al evocar su cautiverio como prisionero de guerra en Vietnam durante cinco años. Nadie se lo discute. Sin embargo, más allá del gesto, resulta paradójico ver al veterano senador, el político más anciano que aspira a la presidencia, hablar de futuro, con sus 72 años recién cumplidos, y sobre todo su insistencia de que hay que “cambiar” Washington, obviando que su partido ha gobernado la Casa Blanca durante 22 de los últimos 30 años -incluyendo la catástrofe de los últimos ocho-.

Más interesante resulta el populismo derechista de Palin. La gobernadora de Alaska decidió hacer frente al vendaval de críticas y consideró que la mejor defensa es el ataque. Cargó contra la élite política washingtoniana y contra la prensa: “No voy a Washington en busca de vuestra aprobación, sino para servir al pueblo de este país”. Zanjó así, ante un público fácil y entregado, la polémica por su postura antiabortista, a favor de la pena de muerte, sus desvaríos anticientíficos contra la teoría de la evolución, por no hablar de un presunto caso de abuso de poder, o ya en el terreno privado, el embarazo de su hija de 17 años. Palin quiere que se le identifique con los problemas de los ciudadanos de la América profunda, porque es uno de ellos. Para eso la eligió McCain. Está por ver que le funcione en las urnas; o si gana, que el ticket -ella y él- resulte lo más adecuado para la primera potencia mundial.

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