Como en toda crisis financiera, las expectativas que tenga la gente juegan un rol fundamental en la intensidad de la misma y, desde mi punto de vista, Bush se encargó de acentuar el pánico al presentar el paquete de ayuda financiera como una cuestión de vida o muerte para la economía norteamericana. Si a esto se le agregan las reuniones urgentes con los candidatos a la presidencia y las declaraciones del presidente de la Reserva Federal, lo lógico es que el mercado entrara en pánico ante el rechazo del paquete de U$S 700.000 millones.
Frente a la crisis de las hipotecas subprime, había tres opciones que podía tomar el gobierno: a) hacer ayudas selectivas, b) hacer ayudas generalizadas y c) no hacer nada y dejar que cada uno asumiera los quebrantos.
El gobierno americano empezó con las ayudas selectivas, luego se asustó, transmitiéndole ese miedo al resto de los inversores, y lanzó un paquete de ayuda generalizada. Es decir, primero eligió la opción “a” para inmediatamente irse a la “b”. Peor no lo podría haber hecho, porque fue el mismo gobierno el que dijo: o aprueban el paquete de ayuda o es el fin. Al formular este tipo de opciones el mensaje emitido fue el de transmitir que la crisis era muy grande. Bush asustó al mercado.
¿Qué hubiese pasado si optaba por la opción “c”? El quebranto lo tendrían que haber asumido aquellos que habían invertido en el mercado hipotecario. Lo que pretendió Bush con el famoso paquete de U$S 700.000 millones fue socializar las pérdidas. Y la pregunta que inevitablemente iba a formularse el americano medio era: ¿por qué yo tengo que cubrir las pérdidas de los que apostaron fuerte en el mercado financiero?
Estamos en presencia de una situación clave hacia el futuro entre dos posturas que pueden imperar en el mercado financiero. La de la sanción moral o la de salvar al que comete errores de inversión. En el primer caso, quien invierte tiene derecho a hacerse de las utilidades pero no tiene derecho a transferirle las pérdidas a terceros si se equivoca. Es decir, se privatizan tanto ganancias como pérdidas. En el segundo caso se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. En este segundo escenario, desde mi punto de vista, se estimulan los comportamientos irresponsables a la hora de invertir.
¿Qué debería pasar de ahora en más? Todo depende de lo que ocurra con el famoso paquete. Si aún con retoques no prospera, la mala noticia es que algunos tendrán que asumir las pérdidas vendiendo activos a valores muy bajos. La buena noticia es que el mensaje que estaría enviando el Congreso es que, en el futuro, no va a aparecer el Séptimo de Caballería a salvar a los temerarios que apuestan fuerte esperando que si se equivocan otros paguen los errores de sus inversiones temerarias.
La otra buena noticia es que las instituciones parecen estar funcionando bastante bien en Estados Unidos, porque fue la mayoría republicana la que impidió la salida del paquete, entre otras razones, porque no quería autorizar que el Secretario del Tesoro utilizara a su antojo los U$S 700.000 millones, algo que a los argentinos tal vez nos cueste entender porque estamos acostumbrados a que el Congreso le apruebe superpoderes al Ejecutivo.
Otro dato a tener en cuenta es que la caída de las acciones de empresas que nada tienen que ver con el sistema financiero no parece responder a que sus balances muestran malos resultados. Por ejemplo, las caídas en las acciones de General Motors o IBM, por citar dos casos, no sería consecuencia de pérdidas en sus balances, sino de la necesidad de algunos inversores de vender esos papeles para hacerse de liquidez. En otros casos, por el pánico de gente que no quiere esperar y vende realizando una pérdida que, quizás en el futuro, no sea tal. Puesto en otros términos, quién hoy tenga liquidez puede comprar activos a precios de ganga.
Otro tema a considerar, de la infinidad de los que hay en esta crisis, es el de los precios de los commodities . Un par de meses atrás el mundo se llenaba de papers sobre qué hacer con el encarecimiento de los alimentos. Los argumentos eran que había fondos de inversión que especulaban comprando esos commodities, entre ellos el petróleo que encarecía el transporte y afectando también el precio de los commodities. El barril de petróleo ya no está cerca de los U$S 150, bajaron los precios del maíz, el trigo y la soja, por citar algunos ejemplos. De manera que, si los precios de las commodities eran artificialmente altas por acción de las “especulaciones”> de los fondos fiduciarios, ese problema quedaría superado y el problema del encarecimiento de los alimentos resuelto. Claro que, bajo este nuevo escenario, por casa debería empezar a analizarse cómo puede afectar las cuentas fiscales la burbuja que parece haberse pinchado y tanto viento de cola nos trajo en los últimos 5 años. Si en el primer mundo las cosas están complicadas, yo diría que por estas tierras habrá que empezar a poner las barbas en remojo.
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