Edited by Sonia Mladin
Obama, buenas señales
Por: Santiago Montenegro
AUNQUE BARACK OBAMA NO HA SIdo muy explícito en indicar las políticas que implementará cuando llegue a la Casa Blanca, por el talante de las personas que hasta el momento ha designado ha dado señales esperanzadoras.
Ha escogido personas con una excelente preparación académica y mucha experiencia en el servicio público. Ha sacrificado, al menos por ahora, la orientación izquierdista de su campaña y también a muchas personas cercanas a él, para dar paso a muchos funcionarios de las administraciones de Bill Clinton.
Por eso, con alguna sorna, James Carville ha recordado el dicho según el cual “si durante la campaña se apuñala a los enemigos, durante la transición entre la elección y la posesión, se apuñala a los amigos”. Las cabezas del equipo económico quedarán en manos de Timothy Geithner, hoy presidente de la Reserva Federal de Nueva York, quien será Secretario del Tesoro, y de Larry Summers, quien ocupó el cargo al final de la administración Clinton y será el director del Consejo Económico Nacional, el equivalente de nuestro Conpes.
Estos funcionarios son considerados como políticamente moderados, razón por la cual han caído muy bien en los mercados financieros y en el mundo de las grandes corporaciones. Ambos son firmes creyentes en el libre mercado y el libre comercio, lo que es también una muy buena noticia para nosotros, por su posible apoyo al TLC entre Colombia y los Estados Unidos. Pero, más allá de su experiencia en el sector público y su preparación, tanto de Geithner como de Summers, y de otros posibles nombramientos, como el de Bill Richardson para la Secretaría del Comercio, otro rasgo común a todos ellos es su fuerte personalidad y su vocalidad.
Y estas características son las que, a mi modo de ver, mejor expresan la filosofía y el talante del nuevo presidente. Obama no va a nombrar ni a sus mejores amigos, ni a aduladores, ni a personas serviles, menos a cortesanos. Al contrario, está designando a personas que no se van a quedar calladas en los consejos de ministros, que van a opinar —y van a opinar fuerte— y que tienen peso propio ante la opinión pública. Más aún, posiblemente nombrará a Hillary Clinton, quien fue su recia opositora durante la campaña. También ha decidido confirmar a Robert Gates, el actual Secretario de Defensa, en una mano que extiende a los republicanos, al tiempo que envía un mensaje de unidad nacional.
Por estas razones, Obama recuerda el talante para gobernar de presidentes como Lincoln y Kennedy. Como ellos, Obama, no sólo manifiesta una enorme seguridad en sí mismo, sino algo aún más importante: está diciendo que no se las sabe todas. Que, aunque tiene principios muy firmes y un enorme mandato para dirigir a su país, no cuenta con un monopolio de ideas para solucionar sus problemas, y que necesita y pide la crítica, no sólo fuera, sino dentro de su mismo gobierno. Al adoptar esta actitud, Obama toma una de las pocas ideas realmente grandes que produjo el siglo XX. Aquella que dice que el progreso sólo se produce con base en el ensayo y la eliminación de errores.
Y que para eliminar los errores hace falta la crítica. Y para que florezca la crítica se necesita una sociedad abierta con gobiernos que, no sólo la toleren, sino que la estimulen. Esta es la actitud con la cual se construyó la democracia liberal, se derrotó al fascismo y al totalitarismo y se lograron los más grandes adelantos científicos en el siglo XX. Va bien Obama.
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