Hunger in New York

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Va a ser difícil que lo admitan las personas con la ilusión puesta en el supuesto paraíso norteamericano. A veces la verdad no encuentra creyentes.

En Estados Unidos existe una porción cada vez mayor de ciudadanos con hambre.

En el lenguaje técnico de los economistas el índice revelador de esa certidumbre es la disminución del consumo, que cayó en uno por ciento en octubre pasado, la mayor baja desde la recesión estadounidense de 2001, en su momento ocultada por el bombardeo publicitario sobre el atentado a las torres gemelas.

Si Estados Unidos tiene un Producto Interno Bruto (PIB) de alrededor de diez billones de dólares, y de esa cifra el consumo interno constituye el 75 por ciento (7,5 billones), uno por ciento vienen a ser unos 75 mil millones, suma más que respetable.

En medio de la recesión de una economía que disminuye en lugar de crecer, es lógico ocurra así, pues los desempleados aumentanconsiderablemente, mientras otros prefieren ahorrar como prevención por lo que pueda deparar el incierto futuro.

Ello se puede ejemplificar con la cifra suministrada por el Ministerio de Comercio: los pedidos de bienes duraderos cayeron 6,2 por ciento.

Por supuesto, no es igual la repartición en medio de la crisis. Existen miles de norteamericanos que no se privan de nada, y millones carecen de lo esencial.

Un informe de la Coalición contra el Hambre reveló que la cantidad de personas con alimentación insuficiente en la publicitada Nueva York creció en 28 por ciento durante el último año.

Las filas de quienes caen en los brazos de la necesidad perentoria de buscar comida gratis han aumentado escandalosamente.

El problema más grave es que, mientras el gobierno de George W. destina 700 mil millones a resolver los problemas de los bancos poseedores de enormes capitales —a los cuales se debe el desafuero especulativo que desató la crisis— reduce las asignaciones a las instituciones del sector social.

Este es un indicador básico para comprender el sentido del “rescate” aplicado por Bush a la economía norteamericana. No se revierte en las personas de menores ingresos, como demuestra el hecho de que un 68,8 por ciento de los centros consultados que sirven comida para pobres (una vez al día) han informado no poseen suficientes alimentos para suplir las necesidades.

La significación de este informe es sencilla, según el 87 por ciento de las organizaciones encuestadas: el número de personas que acuden a estos centros de alimentación para pobres e indigentes ha crecido pronunciadamente en los últimos meses.

Si se tiene en cuenta que la recesión apenas se inicia, y todos los días llegan nuevos reportes de bancos en quiebra, cierres de fábricas y el ingreso de miles de personas al bando de los desempleados, solamente se puede colegir que esas calamidades continuarán aumentando.

Joel Berg, directora ejecutiva de la Coalición contra el Hambre, consideró: “las malas noticias son que tenemos más agencias que nunca a las cuales se les ha acabado la comida. La situación con la gente que pasa hambre, realmente horrible en 2007, ha alcanzado este año proporciones de crisis”.

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