The New U.S. President and Our Immigrants

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Estados Unidos se prepara para un cambio de gobierno. El triunfo de Barack Obama como el próximo presidente despierta grandes expectativas para los norteamericanos y para muchos países del mundo.

La extensa frontera colindante con el país más poderoso del planeta representa para los mexicanos una gran atracción que los impulsa a emigrar para obtener mejores ingresos por su trabajo, movidos además por la escasez de empleos bien remunerados en nuestro país.

La película Un día sin mexicanos quiso expresar la realidad de que la mano de obra mexicana es requerida y apreciada en Estados Unidos, ya que desempeñan labores de calidad, con menores sueldos y generalmente sin otorgarles los beneficios de la seguridad social.

Para México, el resultado positivo de la migración son las remesas de dinero que casi todos los migrantes envían a sus familias. Se considera que esas remesas constituyen uno de los principales pilares del financiamiento nacional, que no obstante su cuantía, y que sostienen la economía de muchos municipios, no siempre se traduce en desarrollo de las localidades.

Los estados de la república con mayor migración son Zacatecas y Michoacán. Es triste ver pueblos en los que sólo hay mujeres y niños, aunque poco a poco las mujeres también están emigrando. En estos dos estados ya es de 2 por ciento el caso de las mujeres que se van en busca de nuevas y mejores oportunidades.

Actualmente, se calcula que hay en el mundo 175 millones de migrantes, de los cuales 48 por ciento son mujeres. De las mujeres trabajadoras migrantes radicadas en Estados Unidos, 56 por ciento son solteras y 42 por ciento mandan dinero a sus familias. En 1999, la Encuesta de Población en Estados Unidos estimó alrededor de 306 millones de mujeres mexicanas que viven en ese país, y solamente 25 por ciento están reconocidas como ciudadanas.

Los motivos para la migración femenina son diversos, el principal es la pobreza. Algunas mujeres llegan a Estados Unidos para lograr la reagrupación familiar, pero otras lo hacen para desarrollar un proyecto migratorio, donde confluyen tanto las expectativas personales como un proyecto común en el que familia e hijos dejados atrás dependen de las remesas que las mujeres les envían.

Sin embargo, no todo es positivo en los procesos migratorios hacia Estados Unidos. En el momento en que se toma la decisión de “irse al otro lado”, se acepta correr una serie de riesgos, desde ser estafado por lo llamados polleros hasta morir en el intento.

Los migrantes sufren reclusión, porque tienen que vivir escondiéndose de las autoridades. Los golpes e insultos de la policía son las formas más frecuentes de violación a los derechos humanos, además de que la incomunicación, la privación de su libertad, la retención de documentos y el robo son algunas de las situaciones dolorosas que viven los migrantes ilegales.

La desintegración familiar es la más grave consecuencia de la migración. Algunos hombres salen buscando mejores condiciones de vida para sus familias, sin embargo, en ocasiones no regresan porque mueren al cruzar la frontera o porque allá forman otra familia.

Esta pérdida de recursos humanos no sólo nos perjudica como país, sino en la parte esencial de la sociedad que son las familias, las cuales pierden temporal o definitivamente al padre, a algunos hermanos o hermanas, y en ocasiones a la madre.

Muchas mujeres reciben cada año la visita del esposo, quien les deja un nuevo embarazo, el cual viven en soledad. Otras más son contagiadas por enfermedades de transmisión sexual que sus esposos les transfieren.

Los procesos de migración no tienen que ser tan dolorosos y traumáticos. En el caso de los mexicanos que van a Estados Unidos hay una común necesidad. La mano de obra es requerida por los norteamericanos; lo deseable sería que el intercambio se diera en un ambiente de legalidad, de reglas claras y sin culpabilizar a ninguna de las partes. Los mexicanos debieran ser contratados legalmente en condiciones de equidad y con respeto a los derechos humanos.

Además, la indefinición y la actitud ambivalente de Estados Unidos, que al mismo tiempo utiliza la mano de obra de los migrantes y los persigue por ilegales, crea un clima de agresión hacia los mexicanos, como lo demuestra el aumento de 75 por ciento en los últimos cinco años, en crímenes de odio racial.

Le urge a México crear suficientes empleos, bien remunerados, para que los mexicanos que deseen ir a los Estados Unidos lo hagan por libre elección y no por la necesidad de subsistir dignamente, pero también se requiere que el país vecino reconozca si necesita migración mexicana y en su caso establezca condiciones equitativas.

Seguramente que el nuevo presidente de la unión americana tendrá como prioridad resolver la crisis financiera que le heredan, pero no es de menor importancia el que atienda los asuntos migratorios que sus antecesores han dejado pendientes. ¿Hará la reforma migratoria? ¿Continuará la construcción del muro o volverá a la política del “buen vecino”?

El origen de Barack Obama abre al mundo la esperanza de cambios y la ruptura de paradigmas. Hace abrigar la esperanza de nuevos tiempos donde no exista la discriminación ni la segregación, esperamos que no defraude a quienes eso esperan.

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