Calderon and Obama: A Miracle?

Edited  by Louis Standish

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Los gobiernos de Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses

La prioridad que da Obama a México, del tamaño del crimen organizado

Un viejo adagio dice que los gobiernos de Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses.

Y viene a cuento el tema, a propósito del cabildeo diplomático del gobierno mexicano —sobre todo del embajador Arturo Sarukhán—, que hizo posible el primer

encuentro entre Felipe Calderón y el presidente electo del vecino norteño, Barack Obama. ¿Cómo debemos entender que el mexicano sea el primer —y único—

presidente que se entrevistará con Obama antes del 20 de enero?

Las razones pueden ser muchas; desde un milagro, una casualidad, un gesto de buen vecino y, en el extremo, un verdadero interés de seguridad nacional para

los estadounidenses y una amenaza de crisis mayor para su nuevo gobierno, el de Obama. Por eso se debe insistir; los gobiernos de allende la frontera norte,

sólo tienen intereses. ¿Y cuál es el interés en este caso? Esa es la cuestión.

Contra lo que muchos suponen —y apenas hace días no pocos hablaban con sorna de ese posible encuentro—, los estrategas del electo Obama hicieron una lectura puntual de los reportes enviados a Washington —desde la embajada de Estados Unidos en México—, sobre la guerra que libra el gobierno de Felipe Calderón con el crimen organizado y el narcotráfico, y sobre el peligro de que esa guerra se mude al territorio estadounidense, con su consecuente crisis de seguridad nacional.

Pero eso no es todo. Los especialistas en la “lectura del tiempo” —el timing—, de la relación México-Estados Unidos han detectado otro riesgo asociado.

Se trata de la presión que enfrentará la frontera norte ante la crisis global. Y es que esa crisis arrojará a la calle a miles de trabajadores que ya viven en Estados Unidos, al tiempo que acelerará el flujo de desempleados provenientes de México.

¿Qué trabajos desempeñarán los mexicanos indocumentados que ya viven en Estados Unidos, una vez que sean despedidos? ¿Es correcta la apreciación de que regresarán a México? ¿O será capaz de detener la corriente migratoria de mexicanos a Estados Unidos la crisis global que germinó en el vecino del norte?

Si los mexicanos que cruzaron de manera ilegal la frontera norte se jugaron la vida para alcanzar el “sueño americano”, será difícil que regresen. Más aún, ante el riesgo de quedar desempleados también en aquel país, no pocos serán capaces de aceptar cualquier trabajo, igual que harán los recién llegados. Y esa es la condición ideal para que allende las fronteras florezcan las bandas criminales. Ya se habla, del otro lado de las fronteras norte y sur, de las mafias mexicanas.

Y es que nadie ignora que la guerra que libra el gobierno mexicano contra los barones de la droga, ha desplazado a esas bandas criminales más allá de las fronteras, con su cauda de violencia y corrupción. Por eso los gobiernos de Estados Unidos y Guatemala decidieron blindar militarmente sus respectivas fronteras. Esa militarización a secas, carente de un arreglo político, diplomático, económico, comercial y migratorio, no es más que una bomba de tiempo que al estallar causará graves daños a todos.

Lo cierto es que terminadas las campañas electorales, y una vez frente al “México real”, para el naciente gobierno de Barack Obama la relación con México parece prioritaria; no por un gesto de buena vecindad, no por un milagro, y menos por una predicción astral. México será una prioridad para el vecino del norte y para el gobierno de Obama, en tanto su guerra contra los criminales organizados sea un riesgo para la seguridad nacional de aquel país.

Al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo, el presidente Clinton rescató a México del “error de diciembre” con un crédito millonario. Y lo hizo no por Buena voluntad, sino para blindar la economía estadounidense. Hoy las voces allende la frontera norte —los hombres de Obama— suponen que la guerra del gobierno de Calderón con el crimen organizado pone en riesgo al Estado mexicano y a su democracia. Pero esa realidad es también una bomba de tiempo para la administración de Obama.

No está a discusión si es buena o mala señal que el gobierno de Obama otorga un trato prioritario a México y a su gobierno. En todo caso lo interesante sería entender que la aparente prioridad que otorga Obama a su relación con México, deja ver el tamaño y el riesgo del adversario al que se enfrenta el gobierno de Calderón en su lucha contra el crimen organizado. Lo interesante sería saber si Calderón y Obama tienen talento y talante para trascender una relación sólo de interés individual, o si son capaces de cimentar una relación basada en el interés compartido de socios, vecinos y demócratas. Pero hoy pocos creen en los milagros.

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