Al asumir el 20 como primer Presidente de origen negro en EEUU, el panorama pinta de igual color. Con su inteligencia y solvencia parecería que tiene la situación bajo control. Pero por delante tiene al menos cuatro fantasmas.
Primero: la herencia de Bush. Es un fardo pesado pero del que Obama podrá deshacerse con su sagacidad. El “fantasma” Bush puso una ideología ultraconservadora al timón que se tradujo en mayor intolerancia interna y en la agudización del desorden internacional. Le deja a Obama un país desprestigiado, dos guerras en desarrollo (Irak y Afganistán) y la recesión.
Segundo: el fantasma del propio Obama. No podrá hacer todo lo que ofreció durante la campaña (salud para todos, inversión en infraestructura, energía limpia, etc.), cuando las finanzas pintaban mejor. Las desilusiones irán apareciendo rápidamente. Le será indispensable “concentrar” su plan de gobierno en convincentes aspectos articuladores que ajusten su plan de acción a las condiciones del momento.
Tercero: la recesión. Como Obama lo ha repetido esta semana, esta es la crisis más grave desde la gran depresión de los años 30.
Todo permite sospechar, además, que aún no tocamos fondo. Mientras el desempleo ya bordea los tres millones de personas, Obama ofrece crear igual número de empleos. No está claro cómo podrá lograrlo. El déficit fiscal será al menos tres veces más grande que el del 2008; con sus 1,200 trillones de dólares, es el mayor desde la Segunda Guerra Mundial como porción del PNB (8,3%). Y en esas cifras no está considerado el paquete de Obama. Este puede ser un incontrolable factor contributivo de una futura hiperinflación y de la depreciación del dólar. ¿Vienen tiempos mejores?
Cuarto: EEUU frente al mundo. Lejos de contribuir a relajar las tensiones internacionales, Bush las agudizó. Acaso Tom Shannon desde el Departamento de Estado hacia A. Latina fue la excepción, pues en esta región el pragmatismo y la realpolitik
prevalecieron. Bendiciones de la marginalidad. El reiterado compromiso de Obama de que la diplomacia se pondrá al mando –y ya no las armas– tiene su prueba de fuego en el conflicto en el Medio Oriente.
Hillary Clinton acaba de enfatizar en su audiencia de ratificación en el Senado que se buscará un acuerdo de paz justo y duradero entre palestinos e israelíes. Si así fuera, la diplomacia sería la clave. Con ello quedaría atrás la posición cerril vigente de poner todos los huevos en una canasta (Israel), bloquear a Gaza y fomentar los conflictos entre los palestinos. Anuncio trascendental pues para un “acuerdo” se requiere que los actores concernidos conversen y negocien. Esto involucra, lógicamente, no solo al gobierno de Israel (y a otros en la región) sino a todos los representantes palestinos (es decir, no solo Al Fatah sino Hamas). Si este fantasma puede ser superado por Obama, habrá pasado a la historia.
Finalmente, A. Latina. Como ha dicho Ricardo Lagos, la agenda es vasta: comercio, arquitectura financiera internacional, cambio climático, migraciones, energías renovables, narcotráfico y combate al crimen organizado. La región tal vez no es un “fantasma”, pero en esa agenda hay bastante tela por cortar y espacio para avanzar.
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