Barack Obama

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José Gramunt de Moragas, S.J.*

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Hoy “toca” hablar de la consagración de Barack Obama como el 44° Presidente de EEUU. Obama cuenta a su favor con un gran atractivo personal, una oratoria “sentida” y confiable y la esperanza de que un negro sea el protagonista del cambio que los norteamericanos desean. Por último, se espera que el recién llegado a la Casa Blanca pase la página grisácea de la historia americana: la de George W. Bush.

El nuevo Presidente tiene por delante el tratamiento de problemas de gran envergadura. Primero, los de su país. A Obama le ha tocado una herencia muy pesada que no puede recibir cómodamente a beneficio de inventario sino que debe encararla con vigor y clarividencia. Algo muy parecido a lo que fue la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, quien atacó con éxito los coletazos de la gran depresión de los años 30 y emprendió la política económica y social estimulante del “New Deal”. Los posibles y necesarios ajustes al actual sistema financiero ocuparán una gran parte de la atención del variopinto gabinete de Mister President. Con la misma decisión tendrá que tratar el peligro terrorista, objetivo tan amplio como el mundo entero, pues el fundamentalismo y su secuencia terrorista amaga en cualquier rincón de la tierra.

Dada la innegable influencia de EEUU sobre todo el mundo, la política exterior será un desafío permanente. En orden de inmediatez, no podrá escapar de la trampa israelita-palestina. La comunidad judía en EEUU no se lo permitiría. Le siguen Irak y Afganistán, sin dejar de estar atento a los preparativos atómicos de Irán. Debido a que mi espacio disponible es corto, pasaré por alto a la Rusia poscomunista así como a llamadas potencias “emergentes” que empiezan a ser florecientes.

En lo que se refiere a la Unión Europea, convengamos en que si bien la historia de EEUU no se entiende sin Europa, tampoco hay que pensar que no existan diferencias entre ambos mundos. Una política norteamericana conservadora que restrinja las importaciones europeas, tal como parecería estar en los planes del nuevo Presidente, sería mal vista por el viejo mundo que hoy también enfrenta una dura recesión.

¿Y América Latina? Obama empezó con México, frontera caliente por los “espaldas mojadas” y por el temible contagio de los capos narcotraficantes, más que por el intercambio comercial que tampoco debe olvidarse. Con respecto a los demás países latinoamericanos, la política del Departamento de Estado, capitaneado por Hillary Clinton, seguirá diferenciando a los amigos de los menos amigos. En este último calificativo se incluyen los países “bolivarianos”, o sea Venezuela, Bolivia, Nicaragua y quizá también El Salvador en donde el partido ex guerrillero ha obtenido un buen resultado en las elecciones del domingo. Acerca de Cuba, es posible que haya algunos gestos bondadosos, más simbólicos que innovadores, tales como facilitar los viajes de familiares y de algunos empresarios norteamericanos a la isla, las remesas de los inmigrantes, etc. Pero todavía no la suspensión total del embargo. Con respecto a las relaciones con Bolivia, mucho dependerá de que don Evo se apee de su antinorteamericanismo militante y abra los ojos a las desventajas que esa obsesión acarrea a nuestro país.

*José Gramunt

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